La sencillez, delicadeza y, sobre todo, eficacia del gesto de Kent Nagano se trasladó pronto al coro, solistas, piano (un brillante Pierre-Laurent Aimard) y ondas Martenot (Nathalie Forget), y orquesta, probablemente antes de que sonara la primera nota, en los breves momentos de recogimiento previos a cada movimiento, en los sutiles pero firmes y milimetrados arranques de las Tres pequeñas liturgias de la Presencia Divina de Olivier Messiaen que afrontó de inicio el programa de temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España.
Para empezar, dejemos lo de "pequeñas" (petites...) aparte, suena como aquello de la, también, "Pequeña" misa solemne del célebre músico de Pésaro...
Una versión, la de Nagano, con estas supuestas "pequeñeces" (!?) de Messiaen, ajustada y sólida, de lleno en la línea estética que el francés preconiza, y dirigida con técnica clara y, en cierto modo, destacada y espléndida, sin aspavientos pero con evidente facilidad y soltura.
Toda una lección de aspectos técnicos y no tan técnicos, que competen al director de orquesta, incluido el gusto exquisito por la articulación y el fraseo... Cuestión que, a la mayoría de los podios, mal llamados, "especialistas", se les pasa, aturdidos entre tanto gesto dispar y cambio de compás. Pero, de igual manera pero al contrario, un exceso de ambigüedad rítmica, como aquella de la que justamente haría gala en la obra que siguiera en programa, destruiría la precisa y preciosa propuesta de Messiaen.
Tratado, pues, como un verdadero estreno, una primicia, y, a la vez, como un clásico asentado, no hubiéramos necesitado más esta tarde sinfónico-coral en el Auditorio Nacional de Música.
Y es que el concierto contaba, además, tras un amplio cambio de escenario que, ya que estamos, llevó su tiempo y que hoy, dada la intensidad de lo escuchado hasta ese momento, se agradeció..., decía que contaba el programa con un verdadero clásico, este sí, del repertorio más frecuentado y sin salirnos del mundo musical galo: La Misa de Réquiem de Gabriel Fauré.
Todo aquel fraseo disfrutado quedó aquí aún más patente, pese a las obvias dificultades afrontadas en una disposición más "de carácter". Dificultades que estriban en las distancias: con el órgano (la habitual aquí, en esta sala sinfónica, eso sí) y, sobre todo, dadas las circunstancias, del podio con los cantantes y ellos entre sí, ocupando todo el graderío posterior y lateral al escenario, incluidos los dos solistas vocales que se emplazaron en alto, junto al órgano.
Una obra, la de Fauré, dirigida como ya insinué, a diferencia de la anterior, de forma "envolvente", cuidando con atención el fraseo coral especialmente. Su interna e intensa impronta armónica funcional de volátil aroma modal, construida por Fauré, permitió este comportamiento "envolvente" sin llegar a trascender en exceso la precisión del detalle.
Luis Mazorra Incera
Pierre-Laurent Aimard, piano; Nathalie Forget, ondas Martenot; Sarah Wegener, soprano, y Christoph Pohl, barítono; Margarita Rodríguez Martín, soprano del CNE. Orquesta y Coro Nacionales de España / Kent Nagano.
Obras de Fauré y Messiaen.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.