La mezzosoprano María José Montiel, titular de la Cátedra de Canto, y que ocupa la plaza como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que ostentaba Teresa Berganza, fue ganadora del Premio Nacional de Música de 2015 y ejerce la docencia en la Berlin Universität Künste, volvía a deleitarnos con una nueva gala, In memoriam de Ana M. Sánchez y J.Luís Rodrigo, quienes fueron profesores del curso, en un doble programa que se repartir con su habitual compañera, la pianista Itziar Barredo y el guitarrista José M. Gallardo del Rey.
Una primera parte con piezas para canto y piano, representativas de nuestro legado reconocible, sesión cargada de un profundo sentimiento como era esperado, en el que mostró su impagable dominio de las obras en reclamo, comenzando con dos de la colección de tonadillas de Enrique Granados: La maja de Goya y el Majo discreto-, el estilo romántico modernista en el que destacan las formas de salón, las Tonadillas en estilo antiguo, auténticas primicias de cuidado hilvanado que ayudaron a la universalización del autor de Goyescas.
Rodolfo Halffter, en otras dos de Marinero en tierra, sobre la poética de Rafael Alberti: Qué altos son los balcones y Siempre que sueño en las playas. El compositor de sus años en Méjico y cuya vida artística ayudó a llevar a un nivel reconocido. Obras como la Sonata para chelo y piano y el grupo de cinco canciones que integran este grupo. Antonio Iglesias, director de nuestro curso, recordaba por confesión suya que volvería a revisarlas en 1963, en un rato de nostalgia, año en el que se celebraría el Festival Panamericano de Música, que estrenaría obras de Chávez, Villa-Lobos, Ginastera o Camargo Guarnieri.
Jesús Guridi (1886/1961), una de la colección Seis canciones castellanas (1939)- No quiero tus avellanas-, que con Cómo quieres que adivine, figura entre las favoritas de las entusiastas de la lírica. Lola Rodríguez de Aragón, dio a conocer el grupo de piezas en el Ateneo de Madrid, con el pianista Alfredo Romero, a comienzos de 1943, poco después de otra antología como las Diez melodías vascas. Ferrán Obradors, en este contexto de obras con talante de proximidad, ofrecía El vito, integrado en las Canciones clásicas españolas, y que serían editadas en cuatro volúmenes en un estilo de pura recreación libre, en su armonización, de melodías populares, cercanas al Falla de las Siete canciones populares o los Siete cantos líricos de Joaquim Nin. Obradors supo engarzar en su estilo, con los modismos de los cancioneros del s. XV.
Ernesto Halffter (1905/89), para no perder comba, contribuyó con dos de las Canciones portuguesas- Cançao do Berce y Ai que linda moça-, muestra de un estilo preñado de los modismos de la saudade, parejas en su ambición a la Rapsodia portuguesa, que revisó en 1951, unas canciones compuestas en 1943, durante su estancia en Lisboa y que dejará otros frutos como el ballet La Fantasía Galaica, de una década posterior. La guerra civil española había marcado la vida del compositor aunque en un sentido muy diferente al de su hermano, una continuación a otra escala de la conocida como Generación del 27, con la amarga ruptura traumática.
Para canto y guitarra, el irrenunciable Manuel de Falla en estas Siete canciones populares españolas, en cuatro de ellas: El paño moruno; Asturiana, Jota y el Polo, piezas que para Jaume Pahissa, tienen un origen en una cantante española que se había incorporado al cuadro del montaje de La vida breve, quien le aconsejó para la inclusión en un recital que tenía en proyecto. Falla probó con un arreglo de tanteo y su destino sería el Ateneo de Madrid con la cantante Luisa Vela, el 14 de enero de 1915, acompañada por el maestro. La cantante, había sido la elegida para el rol de Salud, en La vida breve, pocos meses antes. La dedicataria Ida Godebska, era la compañera de Cyprien Godesky-Cipa, entre sus amigos-, y cuya hermana, se casaría con el pintor José Mª Sert. Las piezas musicales y los textos, arraigan en lo profundo de la sensibilidad ancestral, detalle perfectamente reconocible y que también tendrán un tratamiento de Ernesto Halffter, para voz y orquesta, que publicará Max Esching, en 1950 e incluso Luciano Berio, que haría una nueva lectura para voz y orquesta, en 1978, en un tributo a la cantante Cathy Berberian. La mezzo y el guitarrista, no dudaron en coquetear con estilismos cercanos a la raíces del flamenco.
Parecido a lo que podríamos decir con respecto a Federico García Lorca, en su armonización de las Canciones Españolas antiguas: Anda Jaleo; Café de Chinitas; Los cuatro muleros; Nana de Sevilla y Zorongo, a las que el guitarrista añadiría su talante. Piezas de las que se editaron un registro con la voz de La Argentinita, y que Lorca había grabado para La Voz de su Amo, en 1931, tocando él mismo el piano en aquel registro histórico, acompañando a Encarnación López (La Argentinita), en el Teatro Español de Madrid, un registro recibido con arrobo por su valor testimonial, aceptando las lógicas limitaciones técnicas de entonces. Lorca, artista polifacético e indagador de un sentimiento se impregnada de aquel legado que marcó su obra hasta lo más esencial.
Fernández Caballero, nos dejaba de El Dúo de la Africana, la Canción Andaluza, libreto del desmedido José Echegaray, sobrado de temple para conocer su estreno en el coliseo por excelencia, el Teatro Apolo, en mayo de 1893. Esta pieza se convertirá en una de las más celebradas por su ironía. Yo he nacido muy chiquita, ofrece los más chocantes recovecos. Una zarzuela de gran impacto que animaría a su repetición más de un centenar de ocasiones.
Pero lo que llevaría a la velada al éxtasis, serían los dos bises, colmando las intenciones de los intérpretes, en un profundo homenaje a quien había sido compañera de la mezzo, la soprano Ana M. Sánchez-con la presencia de familiares en la sala- y en esta dedicatoria, Joaquín Turina por La saeta en forma de Salve de la Virgen de la Esperanza y en un afecto llevado al agotamiento, Te seguiré llorando-poema de Al-farazdaq-, de las Canciones del Jardín secreto, que la soprano añorada conservaba entre sus íntimas confidencias. De nuevo Antón García Abril, su autor, volvía a recuperar los secretos de las tradiciones tomadas de las poéticas arábigo-andaluzas.
La propia María José Montiel, recordaba de las canciones de Alegrías, que ella interpretó: la fuerza, la pasión, el lirismo de sus canciones, que tantas veces y en tantos países allende los mares he interpretado en estos diez años, conectan de inmediato con el público.
Ramón García Balado
LXV Curso U.I. de Música en Compostela
María José Montiel. Itziar Barredo y J. M. Gallardo del Rey.
Obras de E. Granados, R.Halffter, E. Halffter, F.Obradors, M. de Falla, J. Guridi, F. García Lorca, Fdez Caballero, J. Turina y A. García Abril
Sala de Arte del Hostal de los RR.CC., Santiago de Compostela
Foto © Daniela Yanes