Tras la excelente acogida del público bilbaíno en las dos Conciertos del último fin de semana, la Sinfónica de Castilla y León retomó su Temporada de Abono en su sede vallisoletana con su undécimo Programa, esta vez en manos de su Director Asociado Vasily Petrenko (Petersburgo, 1976), propiciando dos llenos absolutos en el Auditorio en las 2 sesiones, junto a la violinista María Dueñas (Granada, 2002), Primer Premio en los Internacionales "Getting to Carnegie Hall" 2020 y "Yehudi Menuhin" 2021, (que le permiten los préstamos de un Nicoló Gagliano, 1714 y el Stradivari "Camposelice", 1710), que hacía su debú en Valladolid, tras su consagración mundial.
Programa dedicado al impresionismo sinfónico francés, con dos de sus compositores más conspícuos: Saint-Saëns y Ravel. Del primero escuchamos Concierto para violín nº 3, en Si m., op. 61 (1880), dedicado al gran violinista navarro Pablo Sarasate que lo estrenó, y que se ajusta a las virtudes que el dedicatario atesoraba. Petrenko lo dirigió por vez primera en su exitosa carrera, y María Dueñas lo asumió con personalidad, temperamento y energía, desde su 1er. tema, osado y dramático, con un hermoso, amplio y noble color, en línea con lo que el navarro hacía, y pasar al tema II, contrastante y cantabile, con vertiginosas escalas, arpegios y dobles cuerdas resueltos por María con perfecto dominio técnico, sin perder un ápice del lirismo y elegancia a que el estilo obliga.
Esa exigencia expresiva, se ve exacerbada en el Andantino siguiente por finura y riqueza melódica, también para la OSCyL, acompañante respetuoso y acertado en esa especie de barcarola graciosa y gentil que plantea el movimiento, donde fueron hermosos el canto de la solista, sus diálogos con oboe y vientos, y el original juego tímbrico violín-clarinete, orquesta en pianísimo que lo cierra. Solemne el recitativo con que se abre el encadenado tercer movimiento, violinista a solo con su tema principal que fue cobrando intensidad y bravura, diferenciándose del coral que entonaron, redondos, los metales y sumarse ambos en gran atmósfera romántica, que reposa con el emotivo tema II de la solista, volviendo a recuperar virtuosismo y brillantez con el tutti para final. La belleza y cercanía de la partitura conquistaron al público, que reaccionó con entusiasmo al buen hacer de todos, Petrenko concertador ideal, OSCyL como eficiente y cuidadosa escudera y María Dueñas en particular, como efusiva, dominadora y magistral intérprete; élla, tras varias salidas, regaló un tema lírico, cantable y elegíaco (tal vez de su autoría), que redondeó su exitosa presentación, ganándose derecho a nueva presencia.
No es frecuente abordar el ballet completo Daphnis et Chloé, M 57, que Ravel completó en 1912 tras encargo de Diaguilhev en 1909. Lo subtituló Sinfonía coreográfica, con guión adaptado por Fokine sobre poema del griego Longo (S. IV d. C.) en un acto y tres cuadros, que narra el amor entre un cabrero y una pastora jóvenes que, tras diversos avatares superados, llegan a un final feliz con boda.
La partitura está escrita para gran orquesta y coro a boca cerrada de gran dificultad que lo imposibilita para conjuntos amateurs, que el autor acabó sustituyendo por algunos instrumentos musicales que él mismo señala en la partitura, para impedir que la misma sufriese menoscabo. Así se hizo aquí en manos de Petrenko, que la conoce bien e hizo de élla una versión magnífica.
Las 53 cuerdas que presentó la OSCyL sonaron compactas, sonido cálido, flexible y concertino atento e implicado; el resto de familias y sus solistas respondieron con nitidez y solvencia en sus numerosas intervenciones y como conjunto, formaron un colectivo musical dinámico y unido, que respondió a las exigentes manos del Director que, dio sentido y continuidad a la partitura, anticipando cuantos variados y complicados matices plantea y ritmos propone, en su lírica y/o brillante descripción de la naturaleza y en el uso de "leitmotiv" identificativos de protagonistas o situaciones que se repiten, siempre con la riqueza de colores de toda orquestación raveliana, que aquí se muestra como fantástica obra maestra. Ya en el Cuadro I se marcaron esos ambientes: prado junto al bosque sagrado, gráciles glissandos en la danza de las jóvenes tras la ceremonia religiosa, grotesca la del otro pastor admirador de Chloé, ligero Daphnis y sensual la tentadora Licéion, y lento nocturno con ese irreal coro en pianísimo, la máquina del viento, flauta, clarinete y corno sutiles y afinados.
El Cuadro II en el campamento de piratas raptores de Chloé, tuvo danza guerrera plena de ritmos bien marcados y súplica de Chloé dramática con acertadas trompas y fagotes; y el III, mismo paisaje del I más murmullos de riachuelos entre rocas crecidos por el rocío, vio precioso amanecer de finísimo romanticismo, pasando a la pantomima con los amores de Pan y Xírinx donde oboe y flautas dieron lección de expresividad; y el final feliz con una bacanal donde todos dieron el máximo para que los esponsales fuesen esplendorosos. El Auditorio explosionó en repetidas ovaciones a un conjunto que sigue sumando éxitos y a un Director totalmente integrado por sus 90 colaboraciones con él durante20 años, satisfaciendo todas sus aspiraciones musicales desde su primer encuentro.
José M. Morate Moyano
María Dueñas, violín
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / V. Petrenko
Obras de C. Saint-Saëns y M. Ravel
Sala sinfónica “J. López Cobos” del CCMD en Valladolid