Dada la fulgurante carrera del pianista gijonés Martín García García desde 2021, año en el que obtuvo el primer premio del Concurso Internacional de Piano de Cleveland y un sobresaliente tercer puesto en el prestigioso Concurso Internacional de Piano Chopin de Varsovia, una enorme expectación se había suscitado entre los entendidos abonados de la prestigiosa Sociedad de Conciertos Alicante ante su presencia en el escenario del Teatro Principal de dicha ciudad como protagonista de uno de los recitales más esperados y deseados de su siempre acertada y distinguida temporada de conciertos. Se presentaba con un programa de elevado virtuosismo dedicado en su primera parte a seis escogidas obras del repertorio de Federico Chopin, compositor del que Martín García García es considerado un consumado especialista.
Inició su actuación con la muy característica Polonesa-Fantasía en La bemol mayor, Op. 61 en la que se pudo apreciar, desde su preludiada apertura, su potencial técnico, que tuvo su confirmación a lo largo del desarrollo de esta obra hasta concluir con un crescendo que el pianista acentuó con nostálgico dramatismo. A continuación tocó los cuatro Impromptus que llegó a componer Chopin alterando el orden cronológico de su composición. En primer lugar el Op.29 en el que el intérprete supo jugar con las variables armónicas que presentan las figuraciones de su discurso, despuntando en su mecanismo una más resolutiva mano izquierda. Siguió el tercero Op.51, en el que destacó el preciso sentido polirrítmico alcanzado en la reafirmación tonal de su final, uno de los momentos brillantes de su actuación. A continuación interpretó el Op.36 llamando la atención de nuevo su lucido virtuosismo en su conclusión, al compaginar la intensidad dinámica de la mano derecha con una especial dulzura en la izquierda, volviéndose a percibir la tendencia a ser más sensitiva la respuesta cinética de tal hemisferio corporal. Para cerrar el ciclo, construyó una versión contemplativa de la Fantasía-Impromptu, Op.66 acentuando el sentimiento de satisfacción emocional que Chopin refleja en sus pentagramas.
Terminó con la selección de piezas del compositor polaco haciendo una recreación, pudiera decirse académica, de la Primera Sonata en Do menor, Op.4, obra siempre interesante de escuchar que, por su limitada inspiración, no suele estimular la atención del público, realidad por la que no es recomendable situarla de cierre de una secuencia de programa. En los movimientos centrales, Minueto y Larghetto, el pianista elevó el interés de escucha con el manierismo desplegado, especialmente en articulación, efecto que terminó siendo una constante de su actuación que llevó siempre al límite deconstructivo de una tradicional lectura.
Un ejercicio de interiorización expresiva fue el constante modus operandi en la exposición que realizó Martín García García de las Variaciones sobre un tema de Chopin (Preludio en La, Op.28/7) de Federico Mompou. Con un manifiesto sentido delicado en el tratamiento del conjunto de la obra, destacó en el misterio dado a la sexta, la lenta ensoñación que supuso la octava y las dos últimas por sus contrates dinámicos y de mecanismo, como los habidos en el Galope inicial de la variación con la que concluye la colección.
Seguidamente se produjo el momento culminante del recital con una versión muy sofisticada de La Vega, obra que, por su impresionismo, podría considerarse cumbre de Isaac Albéniz en este estilo y que, de algún modo, dejaba claro la capacidad expresiva de Martin García García al tomar cierta distancia de los equilibrios suscitados al uso en el piano romántico tardío, indagando las complejidades e inestables tensiones que contienen sus compases. Un continuado estudio de esta obra llevará seguramente al pianista asturiano, desde su propia personalidad, a acercarse a ese insuperable concepto alcanzado por el recordado Esteban Sánchez. Siguiendo con Albéniz, terminó la actuación con El Polo y Lavapiés, las dos últimas piezas que culminan el tercer cuaderno de la Iberia, obras con las que reafirmó su natural afinidad con la música del compositor de Camprodón.
Dos arriesgados bises, la Décima Rapsodia en Mi de Franz Liszt y Bruyères, quinto del segundo libro de Preludios de Claude Debussy, sirvieron para terminar de complacer a un público que, en gran parte, manifestaba su entusiasmo por este pianista al que deseo logre esa proyección artística a la que está llamado a alcanzar como una gran figura del teclado en la presente centuria.
José Antonio Cantón
Sociedad de Conciertos Alicante
Recital de piano de Martin García García
Obras de Isaac Albéniz, Federico Chopin y Federico Mompou.
Teatro Principal de Alicante, 18-XI-2024
Foto © Ángel Juste