Hay obras que nacen con suerte en el repertorio de las orquestas y la Sinfonía nº 3 (1895-96) de Gustav Mahler lo ha hecho en la OSCyL, pues para el 10º concierto de esta Temporada, ha vuelto a sus atriles de mano de su Titular Thierry Fischer, tras haberlo estado anteriormente en las de López Cobos e Inbal, nombres señeros en el oficio que dejaron excelentes versiones, no más de la que ofreció el actual Titular esta vez, sino distintas.
Si con López Cobos mandaba la reflexión y con Inbal la experiencia, con Fischer mandó el detalle, la sutileza, la fidelidad a lo que el autor intentó reflejar con sus notas y la alegría con que se mostró, más allá de sus sempiternas dudas, al ver triunfar a la humanidad por encima de lo material y del dolor en busca de la eternidad.
Estuvo acompañado por la mezzosoprano Anna Larsson (Mora, Dalecarlia, Estocolmo, 1966), que estuvo fantástica en el Adagio, "¡Oh, hombre! ¡Atento!, tomado de su lied "Canción de medianoche", con texto de Nietzsche en su "Así hablaba Zarathustra"; voz homogénea, con carne, emitida con total limpieza, expresión y gusto, como quien domina estilo y parte en presentación brillante, confirmada a seguido por su prestación en el movimiento 5 donde se produjo como pide: tiempo alegre de expresión desenvuelta, ahora sobre el lied "Canción de cuna del niño pobre", que compartió con la Escolanía de Segovia (preparada con afinación, bonito color y muy en tempo por Marisa Martín Antón) en ese bing-bang de gozosas campanas que precedió al Coro femenino de la OSCyL (Jordi Casas i Bayer su Director), que estuvo empastado y flexible en su dulce y angélica canción, completando con Larsson uno de los momentos más bellos de la sesión subrayado por luminosa orquesta.
Y comentemos algo de lo logrado por Fischer con su OSCyL. Desde el inicio, Fuerte y decidido, su lógica versión tuvo riesgo; las 8 trompas atacaron como una sola su tema, atemperadas por las 4 trompetas con el suyo hasta unirse ambos, pero no con simple volumen sino con un sonido redondo, de calidad, de peso, que dio paso a los recuerdos infantiles de sones militares del autor, bien desarrollados y tras un silencio bien valorado. Y tras esta voz de la Naturaleza (las rocas se lo contaban a Mahler), vino la de la Tierra en el trombón muy exigido en pianísimo anticipando misterio, pero solventado con total acierto y con capacidad dinámica, como lo estuvo para marcar fragilidad la concertino (magnífica todo el concierto en atención al conjunto y labor individual) o los contrabajos en unido crescendo que llevó a la triunfal marcha, redoble de tambor, recuperación de temas y explosiva coda final, para una 1ª parte, índice de un trabajo exhaustivo de música y músicos, planificado y bien conducido.
La 2ª parte, 5 movimientos restantes, tuvo el mismo trato. El 4º y 5º ya se han comentado; en el Menuetto llega el mensaje de las flores y Fischer lo asumió móvil, fluido, elegante como ellas, y dejó al oboe cantar colorido su tema sobre justo pizzicati de las cuerdas graves, para dejar paso a la flauta con el suyo y, alternándose, formar un pastoral conjunto que, por cierto, fue el primer número que compuso Mahler al pensar esta 3ª Sinfonía.
Los animales le contaron el Scherzando, que procede de su lied "El relevo del verano" (en sus "Wunderhorn, 1890), donde el ruiseñor reemplaza al cuco en retirada. La canción es sencilla pero la música que la viste es profunda, como encantador el Trío que le acompaña, que fue expuesto con mimo emocionante y arriesgado pianísimo final, que quedó perfecto. La trompeta en of tuvo también nota sobresaliente. En el Misterioso 4º contado por la noche, además de la mencionada labor de la cantante, hay que señalar el cuidadoso acompañamiento de las trompas, oboe, corno y concertino, contribuyentes netos a la emoción del movimiento.
El lento, calmado, con sentimiento final, dicho por el Amor, lo fue en delicado pianísimo de las 60 cuerdas, 1º las 30 graves (bien por las violas) y después las 30 agudas, en ese místico tema que llega al corazón, más si se hace en interminable y tenido crescendo noble y sereno como se hizo, hasta alcanzar la triunfal coda final bien marcada por los dos timbaleros unísonos que dieron la sensación de culmen de la Creación completa. Ni que decir tiene, que la recepción del Auditorio casi al completo fue explosiva para todos, repetida y más que merecida.
José M. Morate Moyano
Anna Larsson, mezzosoprano
Escolanía de Segovia, Marisa Martín
Orquesta y Coro femenino Sinfónicos de Castilla y León (Jordi Casas) / Thierry Fischer
Sinfonía nº 3 de Gustav Mahler
Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid