El cuarto Programa de la OSCyL de esta Temporada en su sede vallisoletana, abordaba un repertorio sinfónico de complicada interpretación, al abordar la 4ª de Bee thoven y la "Manfred" de Chaikovski; la primera en los albores del Romanticismo y la segunda, sobre el complejo Poema de Lord Byron "Manfredo" (1817) exacerbado en lo romántico. Afortunadamente, el Titular de la Orquesta, Thierry Fischer, dispone de una sólida Técnica de Dirección, capacidad de análisis y experiencia, como para sacar el máximo de una plantilla muy en sazón y generar excelentes lecturas.
Beethoven escribe en 1806, dedicada al noble silesiano Conde F. von Oppersdorff, su Sinfonía nº 4 en Sib M., op. 60, en etapa tranquila de su vida, lo que la otorga un carácter sereno y alegre, que le lleva a lograr una unidad orgánica en su escritura. Sólo el breve adagio que la inicia plantea duda existencial, despidiendo al Clasicismo. Fischer hizo sonar sus cuerdas reducidas (29) dispuestas en semicírculo Vi I-Ce-Vl-Vi II con los bajos detrás y a la izquierda, suaves y con cierto misterio inestable, hasta alcanzar la tonalidad de Sib, crecientes tempo y volumen, del Allegro vivace, hecho enérgico y justo por la orquesta y timbales clásicos. El Adagio siguiente en Mib M., ofreció contraste entre marcado y ligado, con cambios rítmicos de cada material temático, siempre recuperando el primero; así hicieron los líricos violines frente al resto y los clarinetes en su segundo tema con breves intervenciones también del solista muy acertado. El Allegro vivace recupera la tonalidad hasta el fin de la Sinfonía, en claro ejemplo de scherzo con su trío, éste más lento y hábiles maderas, que se repite de nuevo tras la enérgica y humorística danza pastoril, despedida con intensidad por trompas compactas y afinadas en la coda final. El Allegro ma non troppo tuvo gran jovialidad en precisos violines I, en el segundo tema del oboe y aprovechar silencios y notas de menores valores para ganar intensidad y tornar con ironía al primer tema. Destacó la excelente prestación de fagotes, cellos y contrabajos en el complicado acompañamiento que precede a la brillante coda final. Fischer, hizo una versión sólida, equilibrada y racional, que la puso en el lugar que merece entre las del compositor, siguiendo su propósito de hacer las 9 durante su contrato.
Ya con el gran orgánico que precisa (43 cuerdas) la Sinfonía Manfred en Si m., op. 58 de Chaikovski, sin numerar pero que, de 1885, está entre su 4ª y 5ª, goza de tantas simpatías como antipatías por su construcción siguiendo el Poema de Byron, lo que le produjo ires y venires sobre cómo cumplirlo, hasta que decidió a hacerlo según su criterio y escribir algunos de sus mejores momentos de su producción sinfónica. Comienza Lento lúgubre con el protagonista Manfred vagando por los Alpes, meditando cómo curar el dolor pasado (que ni las Ciencias ocultas pueden remediar), al perder a su amada Astarté. Plantea 5 episodios musicales con 4 pausas. El primero con el "motivo Manfred" (que sobrevuela sobre toda la Sinfonía) con su inquietud; el 2º de lo más intenso que escribió; el 3º más tranquilo; en el 4º aparece la imagen de Astarté; y el 5º se despide frenético con acordes muy marcados. La claridad de las anacrusas que dibuja Fischer se extendió a cuantos ataques de distinto matiz hubo de ejecutar la OSCyL, dotándoles de absoluta precisión.
Encomiable la labor de trompas y oboes como todas las maderas, en el Vivace con spiritu, que describe el coloreado arco iris que genera la caída de una cascada, en la zona donde el Hada de los Alpes se aparece a Manfred para intentar mitigar su sufrimiento, lírica melodía de cuerdas y clarinete que hizo mágico el ambiente. Sol Mayor para la Pastoral que describe la sencillez de la vida en la montaña, con las 3 notas del cuerno del cazador y una animada danza popular de fuerte final, que incide sobre éllas y un medido címbalo que lleva al final. El juego Si m.-Reb M.-Si M. sirve al autor para reflejar la infernal orgía en el subterráneo Pala cio de Arimán (donde lucieron metales y percusión), a la que se suma Manfred y aparece el espíritu de Astarté que, simultáneamente, le trae perdón y muerte. La música es emotiva y dramática a trozos, con fuga ajustada y vigorosa, fagotes y clarinete bajo unidos, arpas, flautas y y oboes (corno incluido) afectivos, fúnebre coral que, sonoro y cubierto con efectivo harmono, cierra una Sinfonía que resultó estupenda con magistral trabajo de Thierry Fischer y sus inspirados músicos. La sala, llena al completo, premió individual y colectivamente a todos con estruendosas ovaciones en ambas Sinfonías nada fáciles.
José M. Morate Moyano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer
Obras de L. van Beethoven y P. I. Chaikovski
Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid