El primer concierto del Abono Primavera de la OSCyL, 13º en el general en su Auditorio, estuvo dedicado in memoriam a Ricardo Moreno, percusionista entre 2000 y 2020, fallecido recientemente. Tuvo como Director invitado al actual Principal en la Sinfónica de Tenerife, Antonio Méndez, que nos visitaba por 2ª vez; y como solista de oboe invitado, a Lucas Macías (Valverde del Camino, 1978), miembro de la Orquesta Mozart de C. Abbado, en las de Cámara de Munich y Lausana y en la del Concertgebouw, que estuvo espectacular.
Méndez ya mostró ser un joven en progreso en la 17-18 y en esa línea sigue; claro de gesto, dominador de las obras y temperamento musical, pero aún conserva algún exceso de movimientos que no ayudan y sí a veces crispan el sonido y restan claridad en la exposición. Comenzaron con la Obertura “Leonora” 1, op. 138, en Do M. (1807), que no llegó a cuajar (fue la 3ª de las 4 escritas para la ópera “Fidelio”), pero que no deja de tener interés como toda pieza de Beethoven, especialmente para las cuerdas que ya se anuncia por los violines I a solo en los primeros compases de las 4 secciones que la componen, seguidos por un trío; sorprendió la disposición de la misma: violines I con los contrabajos detrás, cellos, violas y violines II, que variaron en nº según la obra, 39 en ésta; glosando el amor conyugal que dibuja la ópera, todo transcurrió correcto, con un bonito ejemplo de diminuendo en la sección final.
Y vino el éxito de la noche con Lucas Macías en el Concierto para Oboe en Do M, K314 (1777), que Mozart escribió para el notable oboísta de la Orquesta del Arzobispo Coloredo, Ferlandis; Macías hizo una auténtica creación en todos los órdenes: musical, técnico y respiratorio, con un sonido cantarín a medida de los 21 años del compositor; las 3 breves cadencias de cada movimiento, en particular la diabólica del último, fueron auténtica exhibición de virtuosismo expresivo; y en el Adagio hizo largas frases muy musicales con un solo fiato increíble. Méndez y músicos se sometieron a esa magia y acompañaron con sensibilidad, a pesar de lo no mucho que practican el estilo clásico. La reacción del 1/3 de auditorio permitido fue de entusiasmo merecido y Macías lo retribuyó a solo, con la primera de las 6 Metamorfosis de B. Britten, añadiendo ejemplo de cómo manejar dinámicas extensas en su instrumento. La sala volvió a tronar más que satisfecha.
Vino después la Sinfonía nº 4 en Fa m., op. 36 (1877-78) de Chaikovski, agitada y tempestuosa, dedicada a su amor epistolar N. von Meck, tras su desastroso matrimonio con Antonina. El enorme movimiento I con Andante inicial que inician trompas y fagotes, constituye el núcleo de la sinfonía, con el La b. que plantea el “fatum” (hado o destino) que rige la vida, permitió el lucimiento del viento-madera orquestal soporte de la imitación de relámpagos que anuncian ese hado dominante, siguió el vals 9/8 un puntín excesivo de “anima”, con las trompetas excelentes en su motivo de Fe en ese destino en La b. y aseado cuarteto de cuerdas (aquí 50); el moderato assai y el Allegro vivo en Fa m. que concluye el movimiento. Y llegó el movimiento II donde el solista de Oboe de la OSCyL se añadió al buen hacer de su colega hasta el final de la pieza, tanto en la canzona melancólica (en la que clarinete y fagot mostraron esa añoranza de juventud escrita), como en el Scherzo con la canción de pícaros entre los dos limpios pizzicati ostinati de las cuerdas y en el Allegro con fuoco final, hecho, tras la folk “En el campo había un abedul”, con excesiva velocidad que pone en riesgo a las cuerdas ocluyendo su claridad, pero que satisfizo al público, enardecido por ese fuego que rompe con el destino, abriéndole a disfrutar de la alegría de otros. Salvados esos momentos tan fogosos, la versión fue notable, con solistas lucidos como el trompetista, además de los citados.
José M. Morate Moyano
Lucas Macías, oboe, Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Antonio Méndez.
Obras de Beethoven y Chaikovski.
Sala Sinfónica “Jesús López Cobos” en el CCMD de Valladolid.