Se clausuró la V edición de Música Antigua Madrid (MAM) con un coherente y aleccionador programa en torno a la cultura ibérica vista desde el punto de vista francés, más concretamente desde la música practicada en Francia durante los siglos XVII y XVIII, en sus recintos más íntimos, a cargo de uno de los grupos más destacados del panorama portugués, Ludovice Ensemble.
Música Antigua Madrid ha terminado su programación en este 2024 realizando un muy interesante ejercicio de combinar en su calendario artistas noveles, consagrados con músicas europeas de altísimo interés, sin desdeñar la cultura española, que abordaba fundamentalmente el presente concierto, en una edición en la que han participado agrupaciones tan interesantes como Tiento Nuovo, L’Apothéose o Vivalma, y solistas como Johanna Rose, Andoni Mercero o Alfonso Sebastián, posicionándose como un festival que ha encontrado un calendario propio y que dota de unas excelentes citas culturales a las agradables jornadas que preceden al verano. Ha sabido encontrar una personalidad propia, enmarcándose en una sede tan característica como fabulosa, el Teatro Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa, con la dirección artística de Mónica Hernández Totland, una de las personas más experimentadas en el campo de la Música Antigua de nuestro país.
Ludovice Ensemble se presentó en este épico escenario con una formación de cinco excelentes músicos, y su inquieto y erudito director, Miguel Jalôto, explicó de un modo realmente ameno y esclarecedor las claves del programa que seguidamente degustaríamos, tratándose de una esclarecedora visión a través de algunas de las piezas camerísticas más deliciosas del barroco francés de la visión que el pueblo galo poseía de la cultura ibérica. Así, estarían presentes pilares fundamentales como el Cid o Don Quijote de la Mancha, pero también comprobaríamos que el propio idioma español se utilizó como fuente de inspiración de su música, así como los clichés fabricado de una cultura española que se forjó su propia leyenda exótica en la Europa central, a través del lenguaje siempre fascinante y tan propio de músicos como François Couperin (1668-1733), Jean Baptiste-Lully (1632-1687), Marc-Antoine Charpentier (1643-1704), Philippe Courbois (fl. 1705-1730) o André Campra (1660-1744).
El compromiso del grupo con el repertorio francés de este período fue refrendado por Jalôto, señalando la procedencia de cada instrumento que los músicos lusos iban a utilizar. Así, pudimos disfrutar de los apropiadas y exquisitas sonoridades de un traverso construido según el modelo de Jacques-Martin Hotteterre (1674-1763), un violín italiano original del siglo XVIII, una viola da gamba realizada según los modelos de Michel Colichon (finales del s. XVII) y un clave que sigue la maestría de Claude Labrèche (1642-1711).
El solista vocal de Ludovice Ensemble fue el haute-contre André Lacerda. Para quien no esté familiarizado con este término, se denomina así a la voz de tenor con registro agudo capaz de alcanzar un registro similar al de un contratenor en su zona media sin la necesidad de utilizar el falsete, empleando su voz de un modo natural. Este tipo de voz es una de las características que definen al repertorio barroco francés, y es difícil encontrar un solista con estas características fuera del territorio galo. Lacerda demostró sus magníficas cualidades vocales, además de poseer una expresividad mediterránea tan apropiada para interpretar los refinados afectos barrocos que la velada poseía.
Pudimos encontrar estas cualidades especialmente en la cantata Dom Quichote, de Philippe Courbois, en donde de un modo realmente teatral, ameno por sus pasaje cómicos y exigentes por su registro en el agudo, cautivo al público del recinto madrileño, que admiró además la belleza y delicadeza de su timbre vocal, así como la facilidad con que su voz interpretaba la exigente e inspirada composición.
Ludovice Ensemble se mostró como un sólido conjunto de música de cámara verdaderamente apasionado por la música barroca francesa, en el que cada miembro fue tan efectivo como necesario. Así, Joana Amorim en el traverso mostró su completo dominio técnico del instrumento mediante un fabuloso dominio del fiato con un excelente fraseo de las complejas melodías que se nos presentaron, actuando como primera dessus, o primera voz superior de un conjunto camerístico, que encontró en Ayako Matsunaga en el violín a una perfecta segunda dessus siempre cómplice de atenta y comprometida repuesta en el conjunto, sin desdeñar unas personales y expresivas intervenciones. Sofía Diniz en la viola da gamba estableció siempre una sólida base armónica sobre la que todo el conjunto se sentía cómodo y estable, a la vez que nos regaló momentos de su dominio técnico del instrumento.
Por su parte Miguel Jalôto en el clave fue el eje vertebrador siempre vital, apasionado y con una concentración y atención absolutas sobre la fastuosa música y sobre su feliz desarrollo, ofreciendo una dirección musical amable, atenta y expresiva, mientras realizaba un bajo continuo realmente imaginativo con unos exquisitos y refinados arpegios que pusieron la adecuada sofisticación tan necesaria a esta música tan afectada.
El respetuoso público guardó un respetuoso silencio a lo largo de los más de 70 minutos de concierto gracias al efectivo trabajo de encadenamiento musical realizado por Jalôto del programa, rompiendo en apasionados aplausos al término de éste, a lo que los intérpretes portugueses ofrecieron con gran cariño como propina el delicioso, bien conocido por el público español, Sé que me muero de amor de Jean-Baptiste Lully.
Simón Andueza
A l’Espagnole
André Lacerda, haute-contre. Ludovice Ensemble. Fernando Miguel Jalôto, clave y dirección.
Obras de François Couperin, Antoine, Boësset, Jean-Baptiste Lully, Marc-Antoine Charpentier, André Campra, Philippe Courbois y Henry Desmarets.
V Música Antigua Madrid.
Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez, Madrid. 16 de junio de 2024, 20:00 h.