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Crítica / Ludovic Tézier: magnífica madurez - por Francisco Villalba

Madrid - 14/10/2024

Ludovic Tézier es uno de esos cantantes que ha ido subiendo poco a poco y sin ruido en la escala de los barítonos hasta situarse en su cima de una forma que califico de modélica. Aquí hemos tenido la suerte de escucharle en Un ballo in maschera (2008), Le nozze di Figaro (2009), I puritani (2016), Il trovatore (2019) y finalmente un espléndido Rigoletto (2023) en la ópera del mismo nombre.

En esta ocasión nos ha ofrecido un recital, al que tengo que hacer el reproche de que hubo un exceso de números musicales, la obertura de La Perle du Brésil, de Felicien David, la típica pieza francesa agradable pero sin el menor interés, interpretada sin mucha gracia por el director Marcus Merkel, que no tuvo una actuación muy brillante en ninguna de las otras obras que interpretó durante el concierto; la famosa Barcarola de los Cuentos de Hoffmann de Offenbach, en la que me pareció más acertado, aunque eché de menos un poco más de misterio; después la espectacular Bacanal de Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns; el director se mostró más acertado en la exquisita Meditación de Thaïs de Massenet. En la segunda parte el Preludio de Los maestros cantores de Nurenberg, de Richard Wagner, careció de empaque y poesía y la Cabalgata de las Wakirias de La walkiria, también de Richard Wagner, fue más ruidosa que intensa. Sin embargo Merkel fue un buen acompañante en las intervenciones canoras de Tezier.

Tezier demostró su magisterio en el repertorio francés en su Scintille, diamant, la preciosa aria de Dapertutto de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach, a la que dotó del aire sensual y un tanto diabólico que requiere, sirviéndose de un fraseo admirable, de una gradación del sonido fuera de serie y del maravilloso timbre aterciopelado de su voz. El brevísimo “Sois immobile” del Guillaume Tell de Rossini fue otra lección del barítono, transmitiendo la zozobra del héroe suizo ante de disparar a la manzana que reposa sobre la cabeza de su hijo Jemmy, excelente. Siguió con "Qui donc commande quand il aime?” del Henry VIII de Saint Saéns, y para finalizar la sección francesa ”Voici donc la terrible cité”, uno de los pocos momentos interesantes de esa mediocre ópera que es Thaïs de Massenet con la que el barítono desplegó todo su arte vocal e interpretativo con verdadera maestría.

La segunda parte del concierto estuvo dedicado en su totalidad a Richard Wagner, que es un mundo que parece que el barítono está dispuesto a abordar en el futuro, aunque lo haga con paso sigiloso. Aun así su interpretación del sublime  “O du mein Holder Abendstern” de Wolfram de Tannhäuser lo resolvió con una exhibición de belleza vocal, de profunda melancolía y delicadeza que ya quisieran muchos alemanes interpretarla como él.

Más peliagudo parecía el desafió de enfrentarse con Wotan, con el juvenil del “Abendlich strahlt deer Sonne Auge” del Oro del Rin y la arrebatadora “Despedida de Wotan de Brünnhilde” del tercer acto de La walkiria. En la primera, su voz sonó maravillosamente y tuvo el suficiente empaque para declamar con autoridad las órdenes del dios. En la segunda, más idónea para un bajo barítono o un bajo, Tézier compensó sus carencias con una interpretación fuera de serie llena de amor, ternura y dignidad. Fue conmovedor.

A las ovaciones del público respondió el cantante con dos propinas; la primera, la maravillosa “Pietá, rispetto, amore” del Macbeth verdiano, en la que supo extraer de su canto todo el dolor del momento sin caer en patetismos exagerados. La segunda fue “Le rêve impossible”, la versión francesa de “The impossible dream” de El hombre de La Mancha, texto de Dale Wasserman y música de Mitch Leigh.

Un concierto sin mácula.

Francisco Villalba

 

Teatro Real Madrid,

Ludovic Tézier, barítono

Orquesta titular de Teatro Real

Director de Orquesta, Marcus Merkel

Arias y fragmentos orquestales de Félicien David, Jacques Offenbach, Gioachino Rossini, Camille Saint-Saëns, Jules Massenet, Richard Wagner.

 

Foto © Javier del Real | Teatro Real

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