En el 2021 el Centro de Cultura y de Congresos (KKL) y la Orquesta Sinfónica de Lucerna, la mas antigua de Suiza, organizaron un acontecimiento artístico que, como consecuencia de la Pandemia, solo este año ha podido desarrollarse en todo su potencial. Le piano symphonique, es un pequeño festival de invierno que gira alrededor del piano, solo, o como instrumento central de composiciones orquestales, obras de cámara o como acompañante en recitales de lied. Centro de estas actividades es la maravillosa sala de conciertos del KKL.
Las actividades principales de este tercer Festival tuvieron lugar del 16 al 21 de febrero y reunieron a artistas ya consagrados y jóvenes talentos. Luego del recital inaugural a cargo de Rudolf Buchbinder, la Sinfónica de Lucerna bajo la dirección de Michael Sanderling acompañó al pianista islandés Vikingur Ólafson en el raramente escuchado concierto para piano y orquesta op. 17 de Paderewski.
Martha Argerich y sus amigos
Días después, Sanderling y la Sinfónica de Luzerna se congregaron junto a Marta Argerich en un concierto de Schumann donde la pianista, recientemente recuperada de una dolencia que hizo temer una cancelación, brindó lo mejor de sí misma, esto es, no solo un virtuosismo siempre aplacado y natural y esa sensibilidad tan profunda que le permite atacar el núcleo de cualquier obra con inigualable mezcla de concentración y entrega.
Para la velada final y en el marco de un programa denominado “Argerich y sus amigos”, la pianista hizo una rara aparición como acompañante en Dichterliebe, el ciclo de lieder de Robert Schumann esta vez interpretado por Thomas Hampson. Su voz es tal vez demasiado operística para el repertorio de lied alemán, con tendencia al forte, algo dilatada y de una resonancia que a veces conspira contra la nitidez de un fraseo. Pero en esta oportunidad su emisión fue fresca y de un fraseo atractivo por su espontaneidad, tal vez excesivamente melodramático en algunos momentos, pero convincente en su capacidad por comunicar dolor, frustración o esperanza.
Y Argerich se portó como una perfecta acompañante: no solo apoyó, sino que en este caso contuvo a un cantante propenso a excesos “operísticos” de expresión, pero siempre sin desafiar su peculiar línea de canto.
El uso de ritardandi fue delicado pero firme, y en la culminación de un lied crucial como Ich grolle nicht piano y cantante parecieron fusionarse en el crescendo final en un momento antológico: en el postludio instrumental pareció como si el piano alargara la bronca sin rencor genialmente expresada por Hampson: “Bien veo, mi amor, que miserable te sientes.” Otros momentos particularmente destacables fueron “Hör ich das Liedchen klingen” (que Hampson logró cantar con una atractiva mezza voce) y la evasiva agitación, perfectamente coordinada de cantante y pianista en “Und wüssten´s die Blumen.”
La segunda parte, compartida con el chelista Misha Maisky, comenzó con la difícil sonata para piano y chelo op.65 de Chopin, con Maisky mas agresivo y menos sutil que años atrás pero penetrante en su sensibilidad para algunos rallentandi del scherzo.
En el Largo, el chelista interpretó la melodía inicial con sobriedad, bien de acuerdo a la instrucción de poco dolce e cantábile. Y Argerich lo aseguró todo con una intensidad firme y bien balanceada en su relación de dinámicas con el chelo, con un allegro final modélico por la urgencia de su ritmo y detalle de fraseo. Este magnifico diálogo de chelo y piano siguió con una concentrada y expresiva exposición de los Phantasiestucke para chelo y piano de Schumann y, como primer bis, los dos amigos brindaron una Polonaise Brillante (Chopin, op 3). Aquí Maisky logró algunas de sus mas bellas frases de la noche, antes de entregarse en la sección Alla polacca, a un pulso y ritmo casi milagroso por sus sostenidos y ritardandi.
Con una magia similar, esos dos magos de la música de cámara consiguieron tranquilizar a un público comprensiblemente exaltado con uno de los lieder para piano y chelo de Brahms, donde la intensidad, las pausas y un marcado de firme delicadeza pusieron fin a una gran noche.
La Orquesta de la Suisse Romande con Nott y Buniatishvili
El día anterior Kathia Buniatishvili se había encargado del primer concierto para piano de Tschaikowski con una energía mas entusiasta que concentrada y una mano derecha decididamente mas asertiva que la izquierda. La magnífica orquesta de la Suisse Romande bajo la dirección de Jonathan Nott precedió su entrada con un corno apurado y conminador y la pianista respondió con similar energía en sus cadenzas iniciales a veces subrayadas mirando a la orquesta y elevando el brazo derecho con el triunfalismo de un estandarte. De allí en mas la exposición se caracterizó por su premura y la brillantez de los arpegios. Y la tensión no cedió hasta una coda final desarrollada con decantada agilidad.
En el “Andantino semplice” la flauta rivalizó en virtuosismo con la pianista que se explayó con segura contención y sensibilidad en sus ornamentos y solos, con una maravillosa intervención del oboe sobre el final. El “Allegro con fuoco” fue menos fogoso de lo que hubiera sido de desear pero un magistral desarrollo de dominantes aseguró un dramatismo casi operístico en la coda y un cierre de conmovedor pathos. El programa se completó con Rugby, el “movimiento sinfónico” de Honegger durante el cual Nott guió a la orquesta a través de una clara exposición de contrastes de ritmo y dinámicas. En Nott se decidió mas por la expresividad de los cantábiles y evitó enfatizar los contrastes de texturas. El resultado fue una exposición de cautivante poesía y de claridad casi mozartiana a lo largo de toda la obra. Ésta fue una versión calidoscópica en su variedad y nitidez de color.
Yoav Levanon
En una sesión de mediodía en la Orchesterhaus, la sede de la Sinfónica de Lucerna en las afueras de la ciudad, pude admirar el arte de Yoav Levannon, el pianista israelí de diecinueve años que a los seis había debutado en el Carnegie Hall. A los 11 se animó al concierto para piano en mi menor de Chopin y dos años mas tarde ya había incorporado a su repertorio el segundo de Rachmaninoff.
Levanon inició su recital con las variaciones op.20 compuestas por Clara sobre un tema de su marido Robert Schumann. Imperturbable, y sin mover mas que sus manos y antebrazos, dejó escapar las primeras cinco notas que definen el desarrollo temático para introducir después cada variación con decantada e introvertida sensibilidad. Este es un pianista genial, cauteloso frente a una carrera que recién empieza, pero ya maduro en este comienzo, por lo menos como para evitar esas sobreactuaciones o exhibicionismos frecuentemente disfrazadas de “ardor juvenil.” En las Variations sérieuses de Mendelssohn que siguieron me impresionó particularmente la urgencia nunca precipitada del agitato (variación nro.5) la sensibilidad del cantabile (11). Luego de exhibir y arpegios como para cortar la respiración en una sonata de Carl Vine, Levanon dosificó la sonata para piano de Liszt S178 con poderosos marcato de mano izquierda y un dosificado crescendo hasta un Grandioso expandido asertivamente, pero sin indulgencias pseudo-románticas.
Después de esta de una lectura unitaria y diferenciada en sus constantes variaciones de tiempos y dinámicas, Levanon encaró la recapitulación final sin perder la concentración requerida para las peligrosas pausas y diminuendos, del Lento assai. En uno de los números fuera de programa el pianista arrasó con una Rhapsody in Blue en la cual se precipitó con una vertiginosidad que creo quitó algo de magia a esta obra. Finalmente, ¡nadie es perfecto!
El próximo Piano Symphonique Festival tendrá lugar en Lucerna del 16 al 21 de enero de 2024.
Agustín Blanco Bazán
Piano Symphonique Festival, Lucerna
Diversos Intérpretes
Foto: Kathia Buniatishvili en el Piano Symphonique Festival / © Philipp Schmidli