Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Los locos a escena - por Esther Martín

Madrid - 27/03/2025

El pasado 23 de marzo se reestrenó Los locos como parte del ciclo organizado por el Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid. La obra, una zarzuela doméstica de Félix Máximo López, se representó en el escenario de la sala de cámara del Auditorio Nacional con aforo rebosante, como ya ocurrió en su primera puesta escena, hace dos años, en idéntica situación y elenco.

La partitura se podría definir como una especie de “disparate, zarzuela, obra de locos…” y pertenece al conjunto de piezas teatrales y poéticas que el organista de la Real Capilla de Carlos IV, Félix Máximo López, creó para ser representadas por su círculo privado. Los locos es la más ambiciosa de todas ellas, con cuatro cantantes y varios números, tanto los diálogos como el humor que destilan son muy personales, evidencian su ideario social y político, y, a la vez, el de toda una generación que vivió aquel ilustrado siglo XVIII.

Concebida para entretener, el argumento carece de orden y concierto, aunque sí hay una línea sutil que enlaza cada número y que dota de cohesión al conjunto. La música está en la misma línea, aunque destila la solemnidad propia de la época y su cercanía al Clasicismo, o al menos, así lo hace la parte de orquesta. Dada su extensión, para la ocasión se representa una selección de los aproximadamente cuarenta números que consta la obra.

La encargada de la parte orquestal de esta propuesta fue la Camerata del Prado, un conjunto orquestal con las cuerdas como únicas integrantes, comprometida con la recuperación de repertorios históricos. Su director, Tomás Garrido, dirigió y presentó el evento, al que tanto él como los músicos acudieron con adornos en la indumentaria, una flor por allí, una boa por allá,... Esto y la situación del ensemble, en un lado del escenario, ya presagiaba que la tarde estaría llena de particularidades, como así fue. Se agradecía la nota de color entre la vestimenta de los músicos y las licencias que se hicieron con alguno de ellos, como la chelista con la que se bromeaba sobre su interpretación. El conjunto hizo sonreír al público en más de una ocasión, provocando que se esperara con las mismas ganas la intervención de la orquesta como la de los cantantes.

El elenco de artistas prometía calidad y la dio. La reconocida soprano Mariví Blasco, se congració de tal manera con su personaje que, de manera sutil y graciosa, mostró  su enorme habilidad para manejar la voz y ponerla al servicio de las necesidades, preciosa y poderosa unas veces, enmascarado y descarado otras; lo mismo sucedió con Ingartze Astuy, la mezzosoprano estuvo muy acertada en sus cambios de timbre y en las adaptaciones de voz a cada número y formó un tándem perfecto con Blasco. Por otro lado, el tenor Francisco J. Sánchez brindó momentos hilarantes y dejó ver su vis cómica en más de una ocasión, sin desaprovechar las escasas ocasiones que tuvo para evidenciar su gran versatilidad vocal; mientras, el barítono Mario Villoria, demostró una enorme flexibilidad y capacidad de adaptación al enmascarar su potente voz tras un papel alocado al que dotó de fuerza y energía.

El conjunto, orquesta y cantantes, propició momentos muy divertidos que supo intercalar con acierto entre otros más graves. Algo tuvo que ver en esto la directora de escena Ana Contreras, curtida en estas lides, dotó de los elementos justos a músicos y escenario, para situar y favorecer un ambiente distendido en toda la sala.

Excelente propuesta por diferentes razones: originalidad, recuperación del repertorio, y calidad asegurada a través de un excelso grupo de profesionales.

Esther Martín

 

Camerata del Prado / Tomás Garrido

Félix Máximo López, Los locos

Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid

Domingo 23 de marzo, sala cámara, Auditorio Nacional Madrid

 

Foto © CSIPM

75
Anterior Crítica / De Bach a Mozart, póker de ases - por Luis Suárez
Siguiente Crítica / Delicatessen barroca - por Blanca Gutiérrez Cardona