Cuando las temperaturas bajan y hiela por las noches, el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza aparece para acogernos y darnos cobijo. De auténtico festín se puede calificar esta edición, la XXII, que en un período de 76 horas ha propuesto su manjar principal: doce conciertos, cada uno en una sede distinta, -Iglesias tan bellas como El Salvador de Úbeda, auditorios, Catedral de Baeza, e incluso el inicio del Parador de Úbeda como sede para conciertos de cámara, bajo el título Estilos nacionales en la música antigua, con el promedio de tres-cuatro conciertos al día, comenzando a las 12h 30 de la mañana y concluyendo la jornada con el último a las 23h59’. Uno de sus atractivos es sin lugar a duda la variedad de propuestas dentro de esta unidad y los entornos de estos dos Ciudades Patrimonio de la Humanidad que los acogen.
El entrante del festín musical comenzó con Klezmática, un conjunto polaco-español especializado en la música de tradición popular centroeuropea con raíces judías. En el recuperado marco de la desacralizada Iglesia de San Lorenzo, ofrecieron obras recogidas en Israel, Serbia, Grecia, Ucrania… todas tradicionales y con bellos arreglos. El Jueves 6 de Diciembre por la mañana Jean Tubéry con su Ensemble La Fenice nos propuso un viaje al barroco italiano durante la Navidad, con obras muy desconocidas de autores poco frecuentados bien interpretadas por la buena voz de Verónica Plata. Tras la pausa para la comida, y en una nueva sede, el Salón del Deán Ortega del Parador Nacional de Úbeda, el espléndido Palacio de los Cobos, con un recital dedicado a Beethoven, de Aldo Mata, Violoncello, y Laura Granero, con un fortepiano Johnson de un gran atractivo sonoro y dulzura, que tuvo como centro la imponente Sonata Op.69 y que fue acompañada por dos conjuntos de variaciones sobre temas de la Flauta Mágica.
Y de nuevo a la carga, un pequeño paseo, una infusión y llegamos a unos de los grandes conciertos de esta edición, Polifonías Ibéricas a la Virgen, programa bien pensado y llevado a cabo, lo que de entrada te predispone a su disfrute por ese hilo conductor: del Motete de Guerrero María Magdalena (1570) a la Missa María Magdalena, misa parodia de Francisco Garro, que alcanzó el puesto de Maestro de música de la Capilla Real de Lisboa en 1592. Organizado el repertorio de manera cronológica, puso de manifiesto que durante el Renacimiento hubo una única escuela polifónica en toda la península ibérica en gran parte por el trasvase de compositores lusos y españoles en los diferentes puestos de maestros de capilla de las catedrales. El Coro Gulbenkian, 16 jóvenes menores de treinta años en esta ocasión, estuvo soberbio en su empaste, con un sonido muy bien afinado y que en el espacio de la Sacra Capilla de El Salvador, más bello imposible, resonó como si de algo sólido y palpable se tratara. La parte final del programa aún añadió más tensión sonora con los tres motetes policorales que se interpretaron: Sitivit anima mea de Cardoso, O Rex Glorias de Estêvao de Brito y Recordare Virgo Mater de Diogo Días Melgás.
El siguiente día aún más apretado de conciertos se preveía, pues eran cuatro las citas musicales anunciadas. A media mañana en la Capilla de San Juan Evangelista, sita en la antigua Universidad y lugar donde Antonio Machado impartió francés en su estancia como maestro en Baeza, el Collegium Marianum nos mostró las virtudes del barroco checo, con el despliegue del buen hacer de su directora y flautista Jana Semerádová al Traverso y con autores como Tuma, Reichenauer, Zelenka, Fasch, Brentner o Brixi, nada tenían que envidiar a los italianos Caldara o Scarlatti; toda una agradable sorpresa la calidad de esta desconocida música.
A media tarde tuvo lugar el eje central de este Festival con la interpretación de las Vísperas de Monteverdi con el Ensemble La Fenice, la Capella Prolationum, el Ensemble la Danserye bajo la dirección de Jean Tubéry, en la que también tomaron parte los alumnos que los días previos habían realizado el taller que versaba justamente sobre esta obra. Obviamente no se trata de comparar esta versión con los afamados conjuntos y directores, pero la versión ofrecida, además de toda la emoción y el entusiasmo del trabajo bien realizado, supone la primera audición de esta cima de la música barroca en la provincia de Jaén y además con instrumentos originales y leyendo los músicos directamente de facsímiles de la partitura. El espacio de la Catedral de Baeza se transformó en el auditorio idóneo por su resonancia. Sin lugar a dudas, a todos los asistentes se nos quedará grabada la imagen de ver a cantantes y los estupendos músicos de la Danserye compartir partitura doblándose. Solo por este concierto ya merece ser destacada la labor del Festival.
Decepcionante resultó la actuación del Euskal Barrokensemble bajo la dirección de su titular Enrike Solinís. En primer lugar su línea de trabajo, muy respetable, corre en paralelo a la de Forma Antiqua, es decir, tratar la música barroca como base para improvisaciones por doquier, lo cual si bien es cierto que este estilo musical no solo admite sino que urge a la improvisación, también es cierto que es algo más que improvisación. El título del recital, La profecía de Sibila, llama a engaño, pues a tal dedicaron un 10% del tiempo del concierto, lo que no justifica el título. Además de poderse cuestionar la idoneidad del uso de la voz de la cantaora María José Pérez para este Canto de la Sibila, voz bien afinada, coherente con su estilo flamenco, pero de muy escasa proyección, también es muy cuestionable el escaso protagonismo que tuvieron las voces de los mucho más consagrados Maite Arruabarrena y Daniele Carnovich, y el menos conocido pero muy completo contratenor David Sagasturme. De igual manera es también muy cuestionable el abuso en el programa de repertorio tradicional, además de incluir el contrabajo de Pablo Martín o Mixel Etxekopar con los txistus, dando como resultado un concierto más propio de La mar de músicas u otro Festival de músicas del mundo.
Afortunadamente la jornada se cerró con una joya como fue el recital de Música Barroca francesa de Sara Ruiz, toda una lección de esta nueva estrella de la viola de gamba, clara sucesora de Jordi Savall.
El día 8 sábado fue la última jornada del Festival, y tres eran las citas programadas. A media tarde L’Apothéose, grupo de gran proyección surgido en 2015, con Lucía Caihuela como soprano, dedicó su concierto al barroco español con una selección de óperas y zarzuelas en el Madrid del S.XVIII con la primera audición de cuatro fragmentos de Líteres, José de San Juan, José de Nebra, y Corselli a los que habría que añadir otros bien instrumentales, bien vocales de Basset, Desmarets, y Durón. Por aquí y allá asomaban los estilos de Pergolesi o Haendel, y también rasgos autóctonos. En cuanto a la soprano Lucía Caihuela, muy bien en estilo y voz, aún nos preguntamos si ese color tan oscuro que tiene su voz es natural o más bien forzado, lo que le pasaría factura tarde o temprano.
El cubano Recondita Armonía Ensemble ofreció uno de los recitales más interesantes de todo el festival por incluir en su programa obras de maestros de capilla de la Catedral de la Habana, en concreto de Esteban Salas y Castro, y su sucesor el barcelonés Juan Paris, en los que se vio la transición estilística del barroco al clasicismo, un clasicismo más de Haydn. A pesar de que todo el repertorio de estos autores era religioso, villancicos a 3 con algún instrumento obbligato, y de fechas tardías en el caso de Juan Paris, como son las de la década primera del s.XIX, fue todo un descubrimiento la escucha de los cuatro villancicos interpretados y recuperados especialmente para el concierto, entre los que se intercalaban movimientos de cuartetos de Haydn o unas variaciones de Beethoven. En definitiva, caluroso aplauso para reconocer su magnífica labor.
Y aún nos quedaba por asistir al concierto de cierre del Festival, el polaco Ensemble Peregrina, en la Iglesia de San Pablo de Úbeda, programado a las 23h59’. A pesar del cansancio acumulado y del ajetreo entre conciertos que apenas le dejan al asistente tiempo para reponer fuerzas, la iglesia acogió a un público más numeroso del que se presuponía por la hora de inicio. El repertorio cantado por estas cuatro cantantes bajo la dirección de Agnieszka Budzinska-Bennett estaba todo extraído de los libros de música de los monasteriors de Clarisas polacos de los ss.XIII-XIV, con una afinación inmaculada y un canto delicioso que nos acarició, y entre Versos, Conductus, Alleluias, Tropos y Benedicamus Domino de armonías abiertas medievales nos despedimos del Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza felicitando a su director Javier Marín no solo por la programación, sino también por su capacidad de aunar a tantas instituciones y espacios sonoros para regalarnos esta joya de Festival con la que se despide desde hace veintidós ediciones el año musical en su solsticio.
Juan de Vandelvira
XXII Festival de Música Antigua Úbeda y Baeza. 5-8/12/18.
Diversos escenarios, Úbeda y Baeza.
F: Las Vísperas de Monteverdi fueron interpretadas en la Catedral de Baeza.
A: Jesús Delgado / FeMAUB