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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Los dialectos de la redención - por Abelardo Martín Ruiz

Madrid - 10/06/2022

El 3 de junio, tuvimos ocasión de presenciar el concierto Sinfónico 21 correspondiente a la presente temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España, dispuesto en torno a un repertorio establecido hacia diversas perspectivas conformadas a partir de la visión de la realidad durante el siglo XX, especialmente en su primera mitad. Con un epicentro ubicado en base a la intensidad sentimental y romántica de la música de influencia germánica, el programa propuso como introducción una mirada hacia el arraigo del folclore tradicional, con un lenguaje a medio camino entre lo europeo y lo americano, que pretende alejarse del desamparo de su época y evadirse de las sensaciones imperantes durante la misma, generadas por el exilio, la guerra o el desamor, a través de la belleza. La agrupación estuvo dirigida por Cornelius Meister, contando con la participación solista al oboe de Robert Silla, uno de sus miembros titulares.

La obra de Viðar, Eldur (Fuego), se presentó como una de las más reconocidas creaciones de esta compositora de la segunda mitad del siglo XX, siendo un encargo con motivo del Congreso de Artistas que se celebró en el Teatro Nacional de Islandia en el año 1950. La partitura se configura formando parte de un ballet en un acto de carnalidad evidente, muy apegada al patrón rítmico procedente del baile, y cuyos movimientos pretende mimetizar con la vivacidad de las innumerables imágenes relacionadas con el calor del fuego, como las llamas, los destellos, las chispas, las brasas y las cenizas.

La instrumentación de esta creación, que evoluciona desde las corrientes nacionalistas hacia unos nuevos horizontes, aunque manteniéndose inmersa en el sistema de la tonalidad, fue comprendida a partir de una sonoridad enérgica y de una poderosa vehemencia constante en la formación, con una especial preponderancia de los instrumentos graves de cuerda, a partir de un fundamento estable que fue consolidado desde una dirección efectiva, construida adecuadamente y de una considerable intensidad. Como complemento, en combinación con unas equilibradas intervenciones tanto de los instrumentos de viento como de los instrumentos de percusión, resulta preciso reseñar la profundidad del sonido en los solos de violín interpretados por la concertino invitada, Barennie Moon, quien consiguió generar un espacio de resonancia, de penetrante proyección, en unas aportaciones conectadas con el sentido del discurso.

Por otra parte, el Concierto para oboe de Strauss, creación tardía del compositor alemán, con una mirada retrospectiva al mundo del pasado, transformó a esta agrupación en una pequeña orquesta de reducidas dimensiones, integrada por numerosos colaboradores entre sus miembros, una circunstancia que se produce generalmente en diversas agrupaciones cuando las obras requieren un número menor de músicos. La encomiable calidad de estas nuevas generaciones de instrumentistas, que progresivamente comienzan a asentarse y a conformar las plantillas de las orquestas sinfónicas, en ocasiones impide que la búsqueda de una personalidad definitoria, y de una distinción artística preponderante, se encuentre eclipsada como parte de unas distribuciones que frecuentemente cambian y que, incluso, mantienen pocos miembros habituales cuando se producen las mencionadas reducciones en los atriles de determinados repertorios.

Esta circunstancia propició que, pese a que el acompañamiento ofreció un buen resultado en el entramado de cámara con el oboe solista, junto a ciertos desajustes puntuales se uniese el hecho de no atesorar completamente una auténtica identidad en la cuerda, especialmente en los violines, aunque constatando una maravillosa calidad técnica e individual en todos los intérpretes. Por este motivo, sirvan estas líneas para promover la necesidad de no reservar a personal contratado únicamente para ciertas obras de programas con reducciones de plantilla, sino para que, de la misma manera, los propios miembros titulares se hallen inmersos de manera alternada y con un claro objetivo, como es el de tratar de preservar la identidad particular que se presupone en una orquesta de estas características.

Como solista, Robert Silla ofreció una espléndida interpretación de uno de los conciertos más demandantes y exigentes de entre todos los concebidos históricamente para el oboe, destacando la sublime continuidad técnica en la evolución de unos períodos fraseológicos perfectamente estructurados, así como en la búsqueda de una amplia gama de dinámicas, balances, matices y articulaciones. La preponderante claridad, limpieza y ejecución de los pasajes más idiomáticos, con un completo dominio técnico y una magistral resolución de los inicios y las terminaciones de cada uno de los sonidos, en alternancia con el delicado lirismo inherente al estilo romántico de esta música, se concibió desde un planteamiento sumamente cuidado y que, como consecuencia de una formidable calidad interpretativa, que convierten a este músico en uno de los instrumentistas más destacados en el panorama nacional, compartió el extenso abanico de parámetros que comprende esta creación, desde una perspectiva pasional, afectiva y eminentemente sentimental.

Como agradecimiento a la cálida acogida de su propuesta por parte del público, al término abordó la interpretación de uno de los movimientos de los sextetos para oboe de Brunetti, con la participación de los solistas de las secciones de cuerda, en el que la delicadeza de las notas más agudas, y la construcción de su propio desarrollo, conectó a los asistentes con el carácter más noble y por momentos melancólico de una producción de la que Silla se erige, del mismo modo, como uno de sus principales especialistas, difusores y recuperadores.

Como conclusión, la segunda parte nos transportó hacia el descubrimiento de una de las obras que enlazan con los años previos a las guerras mundiales del pasado siglo XX, Die Seejungfrau (La sirenita), una suite sinfónica en tres movimientos que formó parte de un intento de reivindicación musical como representación alegórica, mediante estas criaturas imaginarias, y que para el estilo romántico tardío de Zemlinsky habían adquirido un halo de misterio que las convertía en la metáfora de la herida de lo imposible.

Partiendo de una orquestación exuberante, con una más que nutrida sección de vientos, y ensamblando los tres movimientos a partir de patrones motívicos que describen la profundidad del mar o a la misma sirena, Cornelius Meister mostró un contacto hacia una agrupación involucrada y entroncada con una música que claramente se presentó del agrado de sus componentes, aunque con un gesto en ocasiones ambiguo que no mantuvo la compensación sinfónica. La posible difusión de esta exactitud, en la que probablemente hubiera podido hacerse un mayor énfasis, fue compensada con una sonoridad densa, compacta, de inmensa dirección y amplio sentido hacia un cantábile extenso y monumental, dotado de gran sensibilidad, partiendo de una búsqueda del lirismo constante y de una adecuada estructuración de los planos como contenido de una instrumentación exigente, profusa en pequeños detalles y sublime en el tratamiento de los timbres.

Por su parte, la orquesta, realmente compacta, funcionó como un auténtico bloque sonoro de adecuadas proporciones y de un apasionado colorido en las cuerdas, comprendiendo una de las formaciones más extensas de entre las observadas durante esta temporada y después de mucho tiempo acostumbrados a convivir con las reducciones de plantilla. Las intervenciones de los vientos y de la percusión, por último, también de un especial protagonismo, nos mostraron la retrospectiva mirada hacia ese pasado desvanecido, al que hacía alusión también Strauss en su composición previa, que en la sociedad contemporánea de principios de siglo se encaminaría hacia una visión mucho más existencialista y que, a su vez, preconizaría el advenimiento de los conflictos bélicos y del devastador período de entreguerras.

Abelardo Martín Ruiz

 

Robert Silla, oboe

Orquesta y Coro Nacionales de España

Cornelius Meister, director

Auditorio Nacional de Música

Obras de Jórunn Viðar, Richard Strauss y Alexander von Zemlinsky

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