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Crítica / LittleOpera Zamora, gran propuesta para un pequeño género - por Eustaquio Iribarren

Zamora - 02/08/2024

Un año más, comprobamos cómo el Festival LittleOpera Zamora es una atractiva oportunidad para disfrutar una propuesta cultural de altos vuelos en el caluroso verano castilloleonés. De la mano del Festival la ópera de cámara se convierte en protagonista de la escena y protagoniza el verano zamorano.

Pero primero, como en todas las ediciones anteriores, y ya son 9 con la de este año, LittleOpera Zamora comenzó con la Gala Lírica que se celebra en la plaza de la Catedral zamorana. Fieles a la cita de todos los años, chicharras, cigüeñas y relojes contribuyeron a la banda sonora de una Gala que se celebra al aire libre, aunque no por ello pierde interés ni calidad artística.

Este año las voces participantes eran las de José Bros y Elisabet Pons. Junto con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ofrecieron un programa exigente en el que hubo aciertos junto a alguna pieza no tan bien elegida, pero en el que ambos demostraron cualidades y calidad.

Bros es un cantante experimentado, con una amplia carrera a sus espaldas, lo que le permite manejar su voz con soltura y oficio, sabiendo aprovechar las cualidades que esta tiene, como son unos pasajes bien resueltos y una línea homogénea; y logrando soslayar con elegancia las dificultades que le produjo una inoportuna carraspera en el tramo final de la Gala. Ofreció en solitario ‘Una furtiva lagrima' de L'elisir d'amore de Donizetti, así como ‘Quando le sere al placido',  de Luisa Miller de Verdi, ‘Donna non vidi mai'  de Manon Lescaut de Puccini, y ‘E lucevan la stelle’, de Tosca (Puccini).

Pons es una voz joven, con evidentes puntos a favor, un color bonito, la facilidad de llegar a donde pide la partitura, pero a la que aún le queda espacio para crecer, para mejorar la técnica y desarrollar todo su potencial. Cantó en solitario el aria de Le Villi, “Se come voi piccina”, así como “In quelle trine morbide” de Manon Lescaut; y el “Vissi d’arte” de Tosca.

La pareja ofreció a dúo “O soave fanciulla” de La bohème, y el dúo del Otello de Verdi “Gia nella notte densa”. Juntos además, como atractiva novedad, cantaron algunas piezas escritas para una sola voz.

Lucía Marín aceptó dirigir la Gala 10 días antes de la representación, debido a la baja de Teresa Ribeiro Böhn. Dirigió con soltura a la OSCYL, con la que ya ha colaborado en el pasado. Desde los inicios de su carrera, la directora andaluza ha demostrado que la lírica es una elección personal. De esta manera, su trabajo en esta Gala se encaminó en todo momento al lucimiento de las voces, a sacar todo el partido posible a la orquesta como instrumento acompañante de estas, sobresaliendo en la tarea. En los fragmentos orquestales abordados  procuró que la orquesta no se debocase, y logró en el Intermezzo de Manon Lescaut, especialmente, destilar la belleza  y poesía que la pieza demanda.

El público, más numerosos que otros años, disfrutó con la propuesta, exigiendo los dos bises que los artistas ofrecieron.

La primera propuesta propiamente operística del festival llegó el sábado 27, de la mano de La mujer tigre de M. Busto (música) y Julio L. Rocha (dramaturgia) Aunque realmente esta ópera de cámara (que según intención confesa del compositor y del libretista, bebe de la tradición de la tonadilla escénica) mezcla extensos parlamentos hablados con los fragmentos musicales y las partes cantadas. Se trata de una obra conceptual, en la que la idea está por encima de cualquier desarrollo dramático. No existe un desarrollo de la acción como tal, sino una narración declamada que nos explica el devenir del personaje, la Mujer tigre, concepto que engloba lo diferente, lo no normativo, lo disidente, dentro de una sociedad que busca la uniformidad y la grisura.

Todo ello explicado mediante una música que combina cante flamenco (con diversos palos y ritmos), y danza flamenca, simbiosis que representa a la Mujer tigre, junto con el canto lírico de otro personaje en escena, éste como voz de la sociedad convencional. Todo ello arropado por un lenguaje orquestal atonal, en ocasiones convencional, con ciertos recursos de técnicas extendidas. No funciona mal la jugada, sobre todo en lo musical, aunque el empleo de la voz hablada se vuelve reiterativo y superfluo en ciertos momentos, con un lenguaje demasiado coloquial que choca precisamente con la poética de la propuesta.

La puesta en escena se beneficia de una cierta sequedad: en escena durante toda la obra tres esferas huecas hechas de barrotes metálicos, que se mueven durante la obra simulando prisiones, barreras o bien puertas abiertas e incluso púlpitos desde los que lanzar mensajes. Un hábil juego de luces enriquece el espacio y los movimientos escénicos de cantantes y bailaora.

La Mujer tigre se convierte en una atractiva parábola  sobre la situación de la figura femenina, que parte de un encorsetamiento real y metafórico, para terminar desencadenándose como una fuerza de la Naturaleza, la mujer tigre, que vive libre y sin ataduras. Le falta a la obra arriesgar en la sublimación de la materia real para transformarla en un lenguaje musical que trascienda y que, mediante la elaboración de la materia artística supere barreras de lugar y circunstancias. Pero, a la vez, funciona bien presentando con acierto la atracción-rechazo que provoca lo diferente, lo ‘monstruoso'. El momento más intenso de la obra se produce en un diálogo entre danza y percusión que refleja la ambición de la sociedad por normalizar lo diferente, desactivando lo que este puede tener de subversivo y de desestabilizador de la realidad, enfrentamiento en el que sale triunfante la Mujer tigre.

La cantaora María Marín, la soprano Inés Lorans y la bailaora Paula Comitre ofrecieron unas actuaciones sobresalientes, junto a los miembros del Proyecto Lorca y al propio compositor en la dirección musical. En definitiva, una propuesta con altibajos pero interesante y con valores musicales muy atractivos.

Hay que dar la enhorabuena a LittleOpera Zamora, que, a punto de cumplir 10 años, colabora con otros espacios de creación lírica, como en este caso la Maestranza de Sevilla, donde se estrenó esta producción.

El domingo, en el teatro Principal, lo ofrecido cambió completamente de tercio. En esta ocasión se presentaba al público zamorano, y en realidad a toda la comunidad musical, la recuperación en tiempos modernos de la obra Li furbi (los listos), de Giacomo Tritto  (1733-1824). Su autor, músico napolitano, escribió a lo largo de su carrera musical (siempre en Nápoles, donde llegó a dirigir el Real Collegio di Musica) más de 50 óperas. En este caso, Li furbi es más un Intermezzo, con aires de ópera bufa, dividido en dos actos. El trabajo de recuperación y edición de esta partitura ha corrido a cargo del director y musicólogo Alberto Cubero, quien también se encargó de acompañar los recitativos.

Estamos ante una música con oficio, sin sorpresas, que se reparte entre arias de un aroma pre mozartiano, y los recitativos  en los que radica el intríngulis del libreto, pieza por otro lado de argumento bastante disparatado, como muchas de las obras de su estilo y época. Hay pícaros y zíngaras que intentar robar al terrateniente, capataces brutos y poco espabilados, confusiones y enredos…

Ignacio García resuelve con economía de medios una dramaturgia, como ya hemos indicado, que no tiene mucho sentido, más allá de la comicidad de ciertas situaciones. Las entradas y salidas de los personajes, sus peripecias picarescas y los momentos más líricos, se resuelven en un mismo escenario, un bosque simulado, con una casa apenas insinuada. Si bien el teatro Principal zamorano no presenta un escenario demasiado grande, la dirección de escena de Ignacio García resulta algo escueta, tanto en propuesta escenográfica (responsabilidad de Ana Cris) como en el concepto total. 

El cuarteto vocal realizó un buen trabajo en este escenario. Musical y actoralmente casi todo el peso humorístico recae en el barítono César San Martín, que sacó a relucir una vis cómica muy destacada, defendiendo el papel de un pícaro que busca llenarse el bolsillo a costa del terrateniente indiferente. Muy expresivo en los recitativos, con muy buenos recursos en las arias, demostró una voz ágil y en forma, rotunda y firme, perfectamente en línea con su personaje. Le da la réplica en casi toda la obra el personaje de zíngara  que interpretó en esta función la mezzo Lola Casariego, voz de larga trayectoria en los escenarios españoles e internacionales. Cantó con intención, y aunque su voz posee en la actualidad algunas limitaciones, sirvió perfectamente un papel ligero y desenfadado.

Triunfó Mar Morán en el papel del terrateniente don Camilo, con algunas de las arias más hermosas y complicadas de toda la obra. Posee una voz de hermoso color, servida con gran musicalidad y técnica cuidada. Su papel, el menos cómico del libreto, se desarrolla mediante estas arias de gran lucimiento, que abordó con el debido lirismo y disposición de medios.

Correcto Vicenç Esteve en el otro papel cómico de la obra, igual que Luis Aguirre dirigiendo a un Sonor Ensemble algo menos en forma que en otras ocasiones.

Como complemento a esta obra, entre los dos actos se representó el melólogo El gigante egoista, con música de Liza Lehmann (a cargo de Sebastián Mariné al piano) y texto de Oscar Wilde (declamado por Emilio Gavira). Un cambio de estilo musical y de concepto teatral algo forzado, aunque magníficamente servido por ambos artistas.

La autentica novedad del Festival ha residido en su propuesta de Ópera en miniatura. Pudimos acercarnos a los dos espacios donde se presentaban las óperas de Tiramisú ( Juan Durán) y El paseo (José Luis Greco). En ambos casos la propuesta se basa en el teatro Lambe Lambe, que presenta sus historias (en este caso minióperas) con los personajes de las mismas situados dentro de una caja escénica de pequeño tamaño, siendo manejados desde el exterior de dicha caja. La producción de la puesta en escena y el manejo de las marionetas estuvo a cargo del equipo de MorsaPolar. La música estuvo interpretada en cada caso en directo por un par de cantantes y un pianista, que llevaron a cabo los sucesivos pases que se ofrecieron al público. La pieza de Durán se acercó musicalmente al universo rossiniano, mientras que la de Greco destilaba una aire más moderno. El resultado fue excelente en ambas propuestas, con una mezcla de sorpresa, entretenimiento y rigurosidad musical admirables. Obras de 4 minutos de duración para dos espectadores en cada paso, una autentica sorpresa.

En definitiva, hemos asistido a una nueva edición de LittleOpera Zamora que procura ofrecer novedades y calidad al público que, como hemos comprobado, va siendo un fiel asistente de las propuestas ofrecidas por el Festival.

Eustaquio Iribarren

LittleOpera Zamora 2024

26 de julio: Plaza de la Catedral. Gala Lírica. José Bros, tenor; Elisabet Pons, soprano. Orquesta de Castilla y León. Lucía Marín, directora

27 de julio: Teatro Ramos Carrión. Manuel Busto: La mujer Tigre. Inés Lorans, María Marín, Paula Comitre, Julio León Rocha. Proyecto Lorca. Fran Pérez Román, dirección de escena. Manuel Busto, dirección musical.

28 de julio: Teatro Principal. Giacomo Tritto: Li furbi (Los listos). Liza Lehmann: El gigante egoísta. Mar Morán, César San Martín, Vicenç Esteve, Lola Casariego, Emilio Gavira. Sonor Ensemble.: Ignacio García, dirección de escena. Luis Aguirre, dirección musical.

27 y 28 de julio: Palacio de la Encarnación, Biblioteca Pública. Juan Durán: Tiramisú. José Luis Greco: El paseo. Solange Aroca y Belén López, sopranos. Francisco J. Sánchez, tenor.  Pablo Rossi-Rodino, barítono. Alexandre Alcántara y Krzysztof Stypulkowski, pianistas

 

Foto: En el teatro Principal se presentó al público zamorano, y en realidad a toda la comunidad musical, la recuperación en tiempos modernos de la obra Li furbi (los listos), de Giacomo Tritto  (1733-1824).

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