Lieder por excelencia de Richard Strauss, son estos Vier letze Lieder, capricho incuestionable de sus devotos, compuestos para una voz de esas características y que regularmente disfrutamos en la versión orquestal como en la camerística, con acompañamiento de piano. Nacidos en el retiro suizo y que surgen gracias al envío de su hijo Franz, por la serie de poemas de Hermann Hesse, de los que tomará tres, aunque previamente el músico había escrito Im Abendrot, de Eichendorff. Para la edición de 1950, no tendrá en cuenta la fecha de composición de cada uno de ellos. Frühling (H.Hesse), un romanticismo por excelencia en el que se canta una discreta sensualidad ardorosa, propia de la juventud. Música perfumada gracias a una orquestación traslúcida, dominada por las cuerdas, el arpa y las maderas, apoyados por cuatro trompas. No observa un verdadero centro armónico y la melodía transcurre libremente entre una estructura estrófica.
September (Hesse), distanciándose claramente del precedente, entre atractivas modulaciones. La introducción, la parte vocal, surge a placer gracias al apoyo de la escritura orquestal, perfecta en el diálogo, densa de por sí y similar al Frühling, con una flauta y dos trompas de complemento. Chen Reiss, de segura presencia escénica, se manejaba con un registro vocal poderoso y vibrante, frente a esos lieder que el propio autor quiso diferenciar en la delimitación de las poéticas musicales y textuales.
Bein Schlafengehen- Hesse-, como el lied precedente debe su unidad al acierto en el equilibro de una célula melódico-rítmica, ayudando a la importancia de la poética del texto, para beneficio de la cantante. Tres estrofas de las que las dos primeras, se entrelazan por un embriagador interludio confiado al violín solo, entre la segunda y la tercera estrofa, y que se adentra en la ensoñación de In Schlummer senken. Un arabesco de largos adornos vocales, se desliza a manera de proposición en la invitación a la noche.
Im Abendrot (Eichehdorff) y en el que el protagonismo del poeta romántico, pone el respiro final al ciclo de los lieder de R.Strauss, en lo que resulta una perspectiva histórica y semántica del epílogo a un siglo y medio, en la tradición del lieder alemán, en su impregnación necesaria por el espíritu de la naturaleza. La orquesta, en una larga exposición, introduce serenamente la primera de las cuatro estrofas. El lento posludio orquestal, podrá simbolizar un eco en la distancia de Muerte y transfiguración
Dvorak y la Sinfonía nº 8, en Sol m. Op.88, estrenada tras el monumental oratorio Sta Ludmila y la cantata La novia del espectro, obra que se recrea en una atmosfera apacible, la que encontraba en su retiro en Vysoka. Un Allegro con brio, inicial que parte de una popular cantinela a cargo de las cuerdas, pasaje que determinaba el desarrollo de todo el movimiento. Destacaba en todo momento la claridad de una transparencia exaltada. El Adagio, en Do m., venía impregnado de un cierto misticismo, al que el diálogo de flautas, cuerdas y maderas graves, otorgaron su preciso colorido. La aparición de un motivo de un ritmo de danza lenta, nos trasladaba al comienzo del tiempo. El Allegro grazioso, efectivamente un Scherzo, se expresó a la manera tradicional, mientas coqueteaba con el vecino estilo del ländler y el reconocimiento al admirado Johannes Brahms. El Allegro ma non troppo resultaba en su resolución, una mirada retrospectiva, a partir del llamado de la trompeta, que se entregaría en definitivamente al necesario talante rapsódico.
Ramón García Balado
Chen Reiss. Orquesta Sinfónica de Galicia / Dima Slobodeniouk.
Obras de Richard Strauss y A. Dvorak.
Coliseum, A Coruña
Foto: Chen Reiss, soprano / Acred: Chen Reiss website