Desde que comenzara hace 28 años la andadura de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla decíamos que se trataba de una formación maleable, en la que tenía no poco que ver su extrema juventud; sin embargo, a día de hoy podemos seguir diciendo que, a diferencia de grandes orquestas que garantizan un sonido magnífico con cualquier director, la de Sevilla deja al descubierto siempre la labor de quien las lleva. Sirva esto para significar que, para bien o para mal -creemos que para muy bien-, la orquesta radiografía el trabajo del director con absoluta precisión en cada actuación.
Y en este caso creemos que ha sido magnífica, sobre un programa muy axelrodiano, es decir, colorista, de intensidad rítmica y seductora por los cuatro costados, al dominar en el programa los grandes orquestadores, empezando por unos de los más eminentes -y menos oídos de un tiempo a esta parte en nuestra orquesta-: Richard Strauss.
Las travesuras de Till Eulenspiegel es uno de los lienzos más logrados bajo la forma de poema sinfónico, en donde como en casi toda la escritura de Strauss la gran orquesta se cosifica a través de todos los instrumentos, cual visión puntillista, y es el director quien se responsabiliza de presentárnosla con una perspectiva reconocible. Como la orquesta tiene nivel, en cuanto la zarandea un director avezado, se entrega y disfruta de la música tanto como cuando la oíamos empezar; y si no, ahí estuvieron esos aplausos de los propios músicos, los críticos más estrictos, para ratificar esta impresión.
El vigor de los pentagramas straussianos se traslucía en la orquesta sin aparente esfuerzo, en gradaciones sorprendentes que arrancaban desde pianísimos muy delicados a explosiones decibélicas que rara vez rozaban la estridencia; es más, fue la contención lo que sobresalió en una partitura tentada por estallidos descontrolados. También estuvo acertado el director en la segunda mitad, que podríamos llamar no sólo con respeto, sino con admiración “Disney”, por cuanto en tiempos menos comerciales, la factoría apostó por poner imágenes a obras clásicas de clara evocación plástica, como ya lo hiciera la semana anterior con La consagración de la primavera, una obra convertida en Fantasía sólo 27 años después de que su estreno protagonizara uno de los escándalos más sonados de la historia de la música. Volodin estuvo espléndido en un concierto poco frecuente, el nº 4 de Rachmáninov y que clavó en un prodigio de fuerza, delicadeza, hermosos fraseos y conocimiento del mismo, renuevo que aporta aire fresco a los conciertos más trillados.
Carlos Tarín
Alexei Volodin, piano. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Marc Albrecht.
Obras de Richard Strauss, Rachmáninov, Dumas y Stravinski.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto: Marc Albrecht dirigiendo a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (foto de Guillermo Mendo).