Vuelve Varvara y de nuevo para ofrecernos un concierto de Prokofiev, el nº 3, en Sol M.Op. 26, con la Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Vassily Sinaisky, completando programa con la Sinfonía nº 6, en Si m. Op. 74 (Patética) de P.I. Tchaikovski, una intérprete que ya nos había ofrecido del mismo compositor el nº 2, en Sol m. Op. 16, en una sesión en la que también escuchamos la Sinfonía nº 10, en Mi m., Op. 93, de Dmtri Shostakovich, con dirección de José Trigueros.
Varvara, se formó en la Escuela de Música Gnessin y en el Conservatorio Estatal Tchakovski, de Moscú, con Mikhail Voskressensky, para continuar en Hamburgo, con Evgeni Korilov, logrando en 2006, el Con. Int. Bach, de Leipzig. Fue colaboradora habitual de formaciones como la Tonhalle (Zurich); la SWR Sinfonieorchester. La Hungarian Radio S.; la Rundfunk Wien S. y otras del ámbito internacional, compartiendo labores con directores como V.Gergiev, David Zinman, A. Liebereich, Yaron Traub, Clemens Schuldt, Elihau Imbal, Tamás Vásáry o Vladimir Fedoseyev, convirtiéndose en una solista de primera línea, en la que no faltan iniciativas como los géneros cameristicos.
Vassily Sinaisky, estudió en San Petersburgo con Ilia Musin, y en sus primeras experiencias nos encontramos su confirmación como asistente de Kirill Kondrasin, en la O.F. de Moscú, tras pasar por el Conservatorio Karajan de Berlín y durante un extenso período, fue director de la O. S. Nacional de Letonia-1976/99-, realizando labores en esa línea con la O.F. de Moscú, la O.F. de los Países Bajos, la O. S. de la Federación Rusa (la antigua O. S. del Estado de la URSS, del mítico Yevgeny Svetlanov), la O.S. de la BBC, siempre con la relación permanente a lo largo de varios años con el Teatro Bolshoi, de la que llegó a ser titular residente, o la O.S. de Malmö, con la que realizó registros para el sello Naxos, experiencia que había realizado con la O.S. de la BBC, para Chandos, centrando su atención en compositores rusos y de los países del Este, desde Karol Szymanowski a Rodion Shchdrin, Rimsky-Korsakov o Franz Schreker y su participación en el filme dedicado a Dmtri Shostakovich.
Sergei Prokofiev en este Concierto para piano nº 3, en Sol M.Op. 26, notable por su densidad y limpieza de estructura, divaga menos que el precedente, apegándose más al primero por la forma del concierto-sonata, equilibrando ironía y romanticismo, en una afortunada síntesis de los experimentos armónicos y a su genio rítmico, realzando las posibilidades instintivas del teclado, para una obra madura y confiada. Una etapa en la que con su compañera Lina, se había dedicado a una gira por la Costa Atlántica francesa y llegando hasta los Estados Unidos, en donde realizó la primera ejecución de este concierto, en calidad de solista, con la O.S. de Chicago, dirigida por Frederick Stock, experiencia que calificó como endemoniadamente difícil, en confesión a la esposa y secretaria de Koussevitski, Natalia. En ciernes, estaba el trabajo pendiente de El amor de las tres naranjas, su primer trabajo para la escena, siempre exigente a al borde de la perfección.
Varvara, intérprete apreciada como ya tuvimos constancia por su enfoque de las obras en programa, podrá parecernos un excelente muestrario de las distintas escuelas rusas asimiladas en su trayectoria de impecable evolución, eligiendo este Concierto nº 3, en Sol M.Op. 26, que comenzó parcamente por el Andante para reafirmarse en el Allegro, marcado por una típica melodía de perfiles populares, entonada por el clarinete, las flautas y los violines, cara a una cascada de semicorcheas en stacatto de aspectos sinuosos y precisos en manos de la pianista. La alternancia de acordes en promiscuidad, marcó el pasaje central, movido por un personal sentido del humor, reconocible en otras obras suyas, que nos dejaba en el segundo tema, su mayor protagonismo en la secuencia de glissandi.
El Andantino con variazioni, cinco en total, no dejaba de resultar un aire enigmático, expresado por flauta y clarinete y que el expresivo L´Istesso tempo, remitía a otras corrientes predominantes en la música de su tiempo. Un aire de Allegro, otorga primacía a la trompeta, para que el piano se deslizase por pasajes precipitados, con octavas quebradas y armonías crudas, tiempo que en este planteamiento, conservó los cambios de actitud hacia un final acelerado.
El Allegro ma non troppo, con el típico estilo ABA, definido por una serie de subdivisiones internas, desde el tema que proponen el fagot y las cuerdas, entre una maraña de reconocibles guiños, propios de su firma, una vez más entre resabios populares o la aproximación a las músicas de talante marginal. Una primera parte sostenida en gran medida por los elementos rítmicos, precisos y necesarios para determinar su evolución, en la que el piano disfrutaría en toda su dimensión gracias al poderío que ayudaba a completar el sentido de este concierto, entre breves acordes e imponentes pasajes virtuosísticos, para entregarse a un segundo tema, siempre dictado por el protagonismo de la solista, en su enfrentamiento al grupo de la masa orquestal, que nos traslada a una parte lírica en claro contraste, sobre dos temas, el pastoral con la orquesta y el tenso y pertinaz, en manos de la pianista.
Tchaikovski en su obra orquestal por excelencia, la Sinfonía nº 6, en S m.Op. 74 (Patética), obra estrenada en San Petersburgo en 1893, bajo la dirección del autor y cuyo primer tiempo, había concluido en el breve espacio de cuatro días, percibiendo de inmediato la evolución de la obra, universal en su catálogo con respecto a otros trabajos orquestales. En resumen, en la presentación de la obra, el trato recibido había sido un tanto frío y displicente, asunto difícil de comprender bajo el prisma que disfrutamos en la actualidad y puede entonces que la razón se debiese a la propia actitud del autor en aquella fecha.
Para obra de dominio público y tan conocida, la dirección de un maestro como Vassily Sinaisky, resultaría un seguro de garantías convincentes, desde el El Adagio-Allegro ma non troppo, expresado por el fagot a través de tres detalles simétricos y un apunte lúgubre, para entrar en el Allegro de poderío ostentoso, frente a un segundo tema expuesto por violines, con una melodía claramente sentimental- Tchaikovski, en su más genuina actitud-, entre contracantos diferenciados que se desvanecen en un largo diminuendo, actitud que cuidaría la orquesta en su conjunto. Para pulsar el ánimo, el desarrollo en reflujo de intensidades, con detalles de coral de un Requiem ortodoxo, en el que tuvieron peso los trombones. Momento culminante de la sinfonía, con sublimes ambiciones dramáticas.
El Allegro con grazia, resultó como un estado de distensión, en su condición de vals, claramente accesible por su elegancia y naturalidad, merced a su ritmo en cinco tiempos que con todo, contribuía a que no nos sintiésemos embaucados por su asimetría, con el aliciente de que en su parte central, recuperaba un tema cercano al primer movimiento, en un motivo descendente, por la clara irregularidad rítmica. El Allegro molto vivace, con la sombra de las angustias y neurosis del autor, artista también amable y en conflicto consigo mismo, no dejaba de resultar una forma de Scherzo dionisíaco y placido, sin un aliento de reposo o de contrastes que se decide por un intenso volumen sonoro expresivo, cerrando con ello una especie de marcha marcada por una rigidez que moderaba la forma del scherzo, tan esperado, en el contexto de un tiempo que parecía discurrir por esos derroteros previsibles.
El Adagio lamentoso, efectivamente en este movimiento final, una forma de particular confesión, en la que hallaremos un rechazo amargo sobre su persona y vivencias, que marcaron su vida cotidiana. Un presentimiento de un final que dará argumentos a todo tipo de literaturas vejatorias, para responder en enfrentamiento sin resquemores a esa realidad cotidiana, conocida en otros compositores de su tiempo. La entrada de un tema desgarrador, propuesto por los violines, tuvo como respuesta la intención perceptible de un recogimiento casi místico y obsesivo, antes de entregarnos sin remisión a otro tema de resignación de mayor estado de pesadumbre. El Tchaikovski que no renuncia a esos estados de ánimo que convirtieron su vida en una insufrible caída al abismo, y que vuelve a descubrirnos en este tiempo esa realidad por la que transitan muchas de sus obras. Tensiones que en el Adagio lamentoso, manifiestan sus reivindicaciones confesadas que para este tiempo, se resumen en una coda grave, procedente de un Requiem, ya propuesto en el Adagio-Allegro ma non troppo.
Ramón García Balado
Varvara. Orquesta Sinfónica de Galicia / Vassily Sinaisky
Obras de Serguei Prokofiev y P.I.Tchaikovski
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto: la pianista Varvara / © Jordi Roca