Del 9 al 12 de febrero, L’Auditori de Barcelona acogió la sexta edición del Festival Emergents, dedicado a los nuevos talentos de la interpretación musical.
La Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) no restó al margen de esa propuesta, por lo que su concierto de ese fin de semana incluyó la participación de dos jóvenes solistas: el día 10, el pianista Alim Beisembayev con la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov y, un día más tarde, la violista Cristina Cordero con Der Schwanendreher de Hindemith. El concierto del primero es el que pudimos escuchar.
Fue precisamente con esa obra de Rachmaninov, interpretada junto a la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool y Andrew Manze, con la que Beisembayev se adjudicó el primer premio del Concurso Internacional de Piano de Leeds de 2021. Su versión es personalísima, sobre todo porque el pianista no ve esta partitura como un diabólico vehículo de lucimiento virtuosístico. Sus contrastes expresivos y su volcánica escritura para el piano los afronta con algo así como serenidad o, incluso, timidez, desgranando cada nota con una precisión y una pureza cristalinas.
El resultado es interesante, diferente, sorprendentemente intimista, pero no siempre funciona: hay pasajes en los que, más que preciosismo, se requiere fuerza, soltarse, imponerse, y ahí el piano no consiguió hacerse oír, y eso que el director, Pablo Rus Broseta, se esforzó por mantener el equilibrio entre orquesta y solista.
El director, precisamente, fue la grata sorpresa de la velada: un director joven, de gesto claro y preciso, de gran capacidad comunicativa y que se mueve como pez en el agua en el repertorio moderno. En la primera parte, dirigió con solvencia Nacht und Trompeten, una muy sugerente y atractiva obra de juventud, más próxima en espíritu a Hans Werner Henze y a Stravinsky que al movimiento de la Nueva Simplicidad, del holandés Hans Abrahamsen, uno de los compositores invitados de esta temporada.
En la segunda, Rus se acercó a dos obras de Stravinsky protagonizadas por personajes alados: El canto del ruiseñor y El pájaro de fuego. Ambas fueron una fiesta gracias al buen hacer del director y no menos de una orquesta que, como conjunto y a nivel de solistas, brillaron a gran altura. La primera de esas partituras fue fascinante, con una primera parte pletórica de timbres, ritmos y armonías que evocan un Oriente fantástico, y una segunda en que la nutrida orquesta se divide en minúsculos conjuntos de cámara y la música se vuelve extrañamente abstracta.
En cuanto a la lectura de El pájaro de fuego, fue un prodigio de planificación y ejecución, sutil y sugerente en su inicio y el Berceuse, contundente e incisiva en la Danza infernal y exultante en su conclusión.
Juan Carlos Moreno
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Pablo Rus Broseta.
Alim Beisembayev, piano.
Obras de Abrahamsen, Rachmaninov y Stravinsky.
L’Auditori, Barcelona.
Foto: el pianista Alim Beisembayev / © Nabin Maharjan