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Crítica / ‘Langsam’ Lang o la enojosa cuestión del estilo - por Darío Fernández Ruiz

Santander - 25/08/2022

Eran las diez y media de la noche del lunes 22 de agosto y las más de mil seiscientas personas que abarrotaban la Sala Argenta del Palacio de Festivales despedían, puestas en pie y teléfono móvil en ristre, al pianista Lang Lang al término del recital que ha marcado su esperado y exitoso debut en el Festival Internacional de Santander. La estruendosa ovación, los numerosos bravos, pero, sobre todo, las innumerables cámaras con que los espectadores captaban el momento componían una estampa para el recuerdo, muy reveladora del tiempo que vivimos y, por supuesto, de la condición de megaestrella mediática de Lang.

Vaya por delante, por si hiciera falta destacarlo, que el Festival Internacional de Santander se ha apuntado un nuevo tanto -en absoluto pequeño- con su presencia y que lo que pudimos escuchar (y ver) durante las dos horas anteriores justificó en buena medida el revuelo que acompaña cada una de sus actuaciones, aunque la cuestión admite, a mi entender, diversos matices que procuraré exponer a continuación.

En efecto, Lang Lang posee un talento descomunal y un mecanismo a su altura y así quedó de manifiesto en la soberbia, hiperromántica versión del Arabesque de Schumann con que dio comienzo al recital.

El tema principal, aparentemente monótono y opaco, no plantea mayores dificultades técnicas y, por lo mismo, el intérprete puede experimentar con la pulsación, la curvatura de los dedos, el peso de los brazos, la rotación de la muñeca o el movimiento del antebrazo hasta dar con la clave, con el espíritu que, en su visión, encierra dicho tema. Eso fue, precisamente, lo que hizo Lang, aplicando su sentido del rubato y sutiles cambios de dinámica a los tríos, creando así una mágica ilusión improvisatoria y penetrando, en fin, en la esencia última de su música.

Esa técnica prodigiosa para la que se agotan los calificativos hace, pues, que Lang Lang se exhiba como un intérprete libre de ataduras y esto es algo que constatamos de forma aun más nítida en las Variaciones Goldberg que ocuparon el resto de la velada. Lang ofreció una lectura personalísima, de excepcional lentitud y una excentricidad no apta para puristas. En los noventa minutos exactos que duró su interpretación pasaron muchas cosas.

Para empezar, ocurrió que Lang tocó todas las repeticiones marcadas por Bach y lo hizo, por cierto, sumido en un permanente estado de trance, sin apenas mirar el teclado ni muchísimo menos el reloj.

Como había sucedido con el Arabesque, su exposición de los primeros compases -en este caso, del aria que motiva las treinta variaciones siguientes- ya anunció los caminos poco o nada trillados por los que transitaría a partir de entonces en lo relativo al canto ligado, el incesante juego de claroscuros y la ornamentación.

Frases elongadas hasta más allá de lo razonable, con un aliento contenido hasta el límite de lo humana y musicalmente soportable se sucedieron sin principio ni fin. Diríase que Lang se hallaba inmerso en un viaje interior, una alucinación, una enajenación musical transitoria en la que alternó hallazgos monumentales con manierismos expresivos tales que si una variación se asemejaba a un nocturno de Chopin, la siguiente parecía un impromptu de Schubert. A buen seguro, algunos lo encontrarían irritante y fuera de lugar; es lo que tiene asumir riesgos con la gallardía -otros dirán soberbia- que distingue el pianismo de Lang: que nunca se puede contentar a todos.

Mi opinión personal sobre Lang Lang ha cambiado a raíz de este recital. Antes, pensaba que era un pianista formidable con una exagerada querencia por los extremos que le lleva a tocar más alto, más fuerte o más suave que nadie; ahora, creo que es un artista que toca para sí mismo y no para complacer al público y que posee un credo estético que puede resultar discutible, pero que lo expone con una convicción y coherencia irresistibles. Volvería a escucharle en vivo con sumo gusto, aunque creo que las peculiaridades y los evidentes excesos de su estilo no favorecen la audición repetida de sus grabaciones.

Darío Fernández Ruiz

 

Lang Lang, piano

Obras de Schumann y Bach

71º Festival Internacional de Santander

Sala Argenta del Palacio de Festivales

 

Foto © Pedro Puente

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