Los Amigos Canarios de la Ópera han retomado en la penúltima semana de octubre su temporada, interrumpida en marzo, con La traviata, que incluyó importantes modificaciones.
Las 3 funciones se trasladaron del Teatro Pérez Galdós al Auditorio Alfredo Kraus, más espacioso y con mayor aforo, limitado a 650 localidades por función. La necesidad de prescindir de entreactos para restringir los movimientos del público, obligó a acortar la duración de la obra, suprimiendo todas las repeticiones y varios números como el coro “Si ridesta il ciel” del primer acto o los coros de gitanas y toreadores del tercero.
Con ello se logró una versión de dos horas exactas donde la acción, centrada en los tres protagonistas, avanzó sin respiro hasta el trágico final.
El reparto reunido fue de alto nivel. Jessica Pratt no es la gran trágica que pide el papel, pero ofreció una lectura inteligente aunque desigual. Brilló en los momentos que le permitían exhibir sus cualidades de gran belcantista: la gran escena que cierra el primer acto con su facilidad para la coloratura y los agudos, algo faltos de armónicos, el dúo con Germont padre del segundo acto a partir de dite allá giovine, el Addio del passatto del cuarto o los dúos con Alfredo del primer y cuarto acto, donde su extenso fiato y su capacidad para reguladores y pianísimos le permitió ofrecer frases bellísimas justamente aplaudidas. Por el contrario, resultó algo desdibujada cuando se exigía un registro central y grave con más cuerpo del que tiene su voz de lírico-ligera, un fraseo más incisivo o una caracterización más vehemente, como en su enfrentamiento con Alfredo del tercer acto o toda la escena de la agonía y muerte de Violetta, escasamente conmovedoras.
Celso Albelo está en el momento óptimo para Alfredo. Elegante y tierno en los dúos con Violetta, deslumbrante en la cabaletta del segundo acto, apasionado en sus enfrentamientos del tercero y desolado en el cuarto. Sin embargo su momento más lucido, el aria De miei vollenti spiriti, resultó algo plana comparada con el resto.
Ludovic Tezier fue un lujo como Germont padre, emanando autoridad y un fraseo plenamente verdiano. Su modélica Di Provenza fue el momento más aplaudido de la función. Impecable el amplio grupo de secundarios.
La puesta en escena de Alfonso Romero aprovechó la distancia social impuesta por la Covid para aislar a Violetta en el centro del escenario, mostrándola como una excluida social alrededor de la cual se movían el resto de personajes.
Rafael Sánchez Araña, junto al coro de los Amigos Canarios de la Ópera bien preparado por Olga Santana y la Sinfónica de Las Palmas de la que es titular, reducida a 28 músicos, planteó una versión camerística, de delicadeza y claridad poco frecuentes, bien respirada y atenta a la escena, obteniendo una respuesta instrumental notable aunque excesivamente comedida por el escaso contingente instrumental disponible.
Juan Francisco Román Rodríguez
Jessica Pratt, Celso Albelo, Ludovic Tezier, Andreas Gens, Gabriel Álvarez, Fernando Campero, Isaac Galán, Nora Carrasco, Stefano Palatchi, Iván Figueira. Coro de Amigos Canarios de la Ópera. Orquesta Sinfónica de Las Palmas / Rafael Sánchez Araña.
Escena: Alfonso Romero.
Nueva producción ACO.
Auditorio Alfredo Kraus, Las Palmas de Gran Canaria
Foto: Jessica Pratt junto a Ludovic Tezier, estando en primer plano el director musical Rafael Sánchez Araña / © Nacho González