Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - La soprano Mariella Devia, el regreso de La Regina (Amigos de la Ópera, A Coruña)

A Coruña - 21/09/2020

La Devia es precisamente una artista que supo sobresalir por el control de la respiración y la traslación a la emisión, dominadora de las exigencias sul fiato, en la extensión perceptible en la propia regulación, para ubicar la intensidad del sonido, auténtico enemigo siempre presto, a desmañar las exigencias del cantante, siempre entregado a subyugar al incauto oyente, que podrá convertirse en un enemigo insospechado. Atractiva desde los comienzos en tan extensa carrera, destacó por las cualidades en sus agilidades y un legato cuidadosamente ajustado a los papeles de cada uno de los roles, perfectamente ajustados al espíritu de los textos. Incluso en esa cualidad de belcantismos menos etéreos y alados, exigidos por personajes más dramáticos y heroicos, a los que llegó con natural seguridad. En su favor, esa  emisión calibrada hasta las sutilezas acuciantes, gracias a lo que siempre fue un tratamiento perfilado de los agudos exigentes, en su punto álgido.

De la trilogía Tudor donizettiana, a las posibilidades del repertorio romántico francés de los Massenet, Chales Gounod o Bizet, casi otra necesidad a mayores, nos queda el bastión rossiniano, uno de las estimadas preferencias que sabrá compartir en el Festival Rossini de Pesaro, de nuestro añorado Alberto Zedda. Ese proverbial Rossini puro fuego de artificio sin recuelo. Un grado de tentación y confianza para el cantante a mayor gloria de sus recursos. Para ella, un auténtico joyero para extraer pizca a pizca los alardes más primorosos. Esos que siempre se le apreciaron en cuanto se plantaba ante el público: una afinación que delineaba los gracejos de un texto o las exigencias de coloratura magnificada en las arias de portentosa exigencia en las óperas serias. Delicia de sobreagudos dentro de una afinación realzada por la frescura natural de una voz distanciada de perniciosos abombamientos que tanto lastran de crédito a cantantes condicionados por precarios recursos.

Un programa de primores adentrándonos por los Sonetti di Petrarca, dedicados al divo Mario Rubini, con el que F.Liszt había realizado giras. Para la soprano, una precisión en el tratamiento de la poética expresada en forma de canciones: Pace non trovo, en un declamato agitatto assai con visos de recitativo operístico. Benedetto sia `l giorno, con sus affetti armonioso  acentuándose en I vidi in terra  angelici costumi, un recuerdo de  evocación platónica. En lo musical, un tratamiento renovador para la cantante y el acompañante.

Verdi, en mayor medida para suscitar la atención de los aficionados, viniendo de la veneradísima soprano. Giovanna d´Arco, y la cavatina Sempre all´alba e alla sera, para despliegue del poderío dramático pleno de coloratura, en una voz en actitud orante en actitud de lucha reivindicativa.   I Lombardi alla Prima Crociatta, por el rol de Giselda: O madre, dal cielo…Se vano è il pregare, de nuevo una actitud de súplica, entre otras compañeras que comparten el harén en el Palacio de Acciano. I masnadieri, y para mantenerse en este clima de apoteosis verdiana, el aria y cabaletta  Tu del mio Carlo al senoCarlo vive?, con la mente puesta en hizo delicias del rol, Jenny Lind.  Il Corsaro, no le va a la zaga con otra aria arrolladora, del rol de Medora, Né sulla terra creatura alcuna…Vola talor dal carcere.

G.Donizetti, asoma su reales con Maria Stuarda, con el aria y caballeta  Oh, nube, che lieve…Da tutti abbandonata, …Nella pace del mesto riposo, nervio y enérgico fuste, ante el enfrentamiento de la Reina de Escocia contra Elisabetta, Isabel I  Tudor. Para relajar ánimos, piezas para el pianista, partiendo de marzurkas de Chopin, las Op. Post, 67, nº 3 y 4, un rescate de Julián Fontana, con carácter póstumo, cuyo original sufriría ciertos menosprecios y que serán subsanados. El autor, supo transformar la pequeña danza en cuidados poemas  pianísticos de profunda raigambre polaca y que irradiará a compositores de su tiempo. Schumann con el Arabeske en Do M. Op. 18, pura expresión amable y distendida realzada por el epílogo lento titulado Zum Schluss (para terminar).

Ramón García Balado   

Mariella Devia, Giulio Zappa. Obras de F. Liszt, F. Chopin, G.Verdi, G. Donizetti y R. Schumann.

Teatro Colón, A Coruña

Amigos de la Ópera, A Coruña

507
Anterior Crítica - Final feliz (Ciclo “Beethoven actual”) - por Sol Bordas
Siguiente Crítica - Vendado es amor, no es ciego, de José de Nebra, zarzuela barroca