El célebre pianista y compositor franco-polaco, Frédéric Chopin tuvo una influencia mucho más que profunda en la expresión al tocar el piano, y su música poética ha impulsado a muchos compositores a emular su estilo introspectivo y delicado. Entre ellos se encuentran Liszt, Robert Schumann, Granados, Scriabin, Busoni, Rachmaninov, Medtner, o su tocayo Mompou, que ideó un conjunto, aquí expuesto de “Variaciones sobre el Preludio en la mayor, Op. 28/7”, etc.
Con un intelecto agudo y una percepción emocional, la pianista Alba Ventura localiza la fuente de inspiración de dos de estos compositores y hace aflorar una esencia chopiniana en todas las piezas. La interpretación aquí expuesta, basada en su reciente grabación “Reflets”, tiene dimensiones y profundidad, y es sorprendentemente cautivadora, al estilo de los grandes intérpretes que ya han abordado múltiples veces la integral de los “Preludios, Op.28” de Chopin. Se publicaron a mediados de 1839, inmediatamente después de la estancia invernal del compositor en un viaje con la escritora George Sand en la isla de Mallorca. El editor parisino Camille Pleyel, hijo del más famoso Ignaz Pleyel, había pagado a Chopin 2.000 francos por los derechos de autor. Hay pruebas, algunas de ellas en la propia correspondencia del compositor, de que la mayoría de estas obras se compusieron en 1837 y 1838. En el caso de muchas de estas piezas, el título Preludio puede ser engañoso. La práctica de "preludiar" estaba muy viva durante este período, y las habilidades de Chopin para ello están bien documentadas.
Durante una interpretación en vivo, preludiar era una forma de preparar la atmósfera de la obra principal mediante una breve pieza introductoria, generalmente improvisada, que a menudo realizaba una modulación de la tonalidad de la obra anterior a la tonalidad de la siguiente. Y si bien consta que Chopin empleó algunos de éstas piezas de esta manera, parece indiscutible que la verdadera intención era que los Preludios se sostuvieran por sí solos, preferiblemente en una interpretación completa. La elección del título también puede ser un guiño a J.S. Bach, cuyos Preludios y Fugas en todas las tonalidades mayores y menores, mejor conocidos como los dos libros de El clave bien temperado, ejercieron una fuerte influencia en Chopin.
La gama de emociones contenida en la colección de 24 preludios es impresionante. Ninguno de ellos es particularmente largo, y algunos de ellos, como el primero, son de una brevedad casi desconcertante. Las estructuras formales truncadas y los patrones de frase abreviados que resultan de esta miniaturización general, lejos de disminuir el poder expresivo de las obras, en realidad sirven para enfocar cada una de las piezas de una manera extraordinariamente efectiva. A gran escala, los 24 preludios están organizados por grupo tonal: do mayor, su relativa menor la menor, sol mayor, su relativa menor mi mayor, y así sucesivamente, subiendo por el círculo de quintas hasta el preludio final en re menor.
La calidad de la acústica del recinto ayuda a disfrutar de esta manera de afrontarlos, finamente equilibrada y lo suficientemente clara como para capturar todos los deliciosos matices de tan bellos poemas sin palabras, que no absorbe el sonido del piano en los pasajes tranquilos y ofrece un golpe generoso y colorido en los fuertes. Estos “Preludios” se interpretan y graban muy a menudo, y a lo largo de las décadas se han desarrollado diversas perspectivas y prácticas con respecto a ellos. Si bien Chopin pertenece necesariamente a la tradición virtuosa, algunos de los preludios no son piezas virtuosas sino impresiones intimistas, de los momentos por los que estaba pasando, de una belleza a veces casi mística. Ventura devuelve todo el conjunto a la tradición virtuosa y lo ve como un todo contiguo en lugar de como un grupo de piezas separadas para ser interpretadas de diversas maneras, y como resultado, su interpretación es fuertemente sustantiva y proporciona una nueva forma de ver los logros de Chopin en este conjunto.
En las “Variaciones sobre un tema de Chopin de Mompou”, que utiliza el Preludio n.º 7 en la mayor como base, Ventura va mucho más allá, teniendo partitura, casi impresionista, bajo completo control y la moldea en un reino de expresión que enfoca un telescopio en el carácter introspectivo de la proyección extendida de esta breve pieza de Chopin. Ventura lo controla con mucha cautela, y su diligencia da sus frutos, ya que revela que, para Mompou forman un puente entre sus primeras obras de inspiración francesa y el lenguaje desnudo, monástico y ligeramente experimental de su “Música Callada”.
Cuando Scriabin compuso los “Poèmes Breves, Op.32” (1905), ya se había librado de todas las influencias significativas del teclado y su estilo había madurado por completo. Aun así, su personalidad artística seguía evolucionando; su lenguaje tonal se volvería menos estable, sus armonías más atrevidas, su mundo sonoro más etéreo. El primero, titulado Andante cantabile, tiene una inocencia etérea en sus brumas brillantes e imágenes borrosas. Es impresionista sin invocar el lenguaje musical de Debussy, y está marcado por estallidos de pasión. El segundo, titulado Allegro con eleganza, es más oscuro, una cualidad que se evidencia inmediatamente en su inicio sombrío y nervioso. Ventura logra capturar de nuevo la escritura típica del compositor en su cualidad ardiente, mezclando gracia y trueno, vacilación y determinación. Los músculos y el sudor ceden de repente a un final tranquilo, dejando mucho sin resolver, como nos tiene acostumbrados el genio ruso.
Luis Suárez
07/02/2025
Auditori Josep Carras de Vila-Seca, Tarragona.
Alba Ventura, piano.
Reflets; recital. Obras de Chopin, Mompou y Scriabin.