Afirma José Antonio Marina que “la felicidad está de moda”, algo catastrófico pues aporta unos valores conflictivos e inalcanzables para el ser humano como individuo, el mismo ser humano que fue Mahler y cuya vida fue un constante vaivén de emociones, con intensa felicidad ahora y honda tristeza después, con poca estabilidad emocional entre una y otra. Al escuchar de nuevo una obra como su Quinta Sinfonía, uno tropieza de nuevo con sus caprichosos contrastes emocionales, a veces imprevisibles; de estar en un oscuro callejón sin salida, se pasa súbitamente a un espacio abierto, diáfano y seguro, donde el oyente encuentra un remanso tras la difícil situación planteada. Así es Mahler, así es su música, y quizá la Quinta sea el paradigma de esta continua búsqueda de felicidad ante la tensión planteada y acumulada.
Y fue esta música la que protagonizó el concierto de Ibermúsica que la semana pasada ofreció la incomparable Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks (Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera), dirigida por un Iván Fischer que sustituía la gira cancelada de Zubin Mehta, traductor ejemplar como pocos de los pentagramas freudianos de Mahler.
No es que Iván Fischer no lo sea, pero su arrolladora personalidad para otros repertorios se vio mermada en pos de mostrar una orquesta de sonido “muy compacto, redondo pero también brillante, con muchos colores y dinámicas”, como afirmaba a esta revista en una entrevista en abril de 2021 el oboísta titular de la orquesta bávara, el granadino Ramón Ortega Quero.
Y fue un Mahler que conoció momentos de ensueño (especialmente el mágico segundo movimiento, Stürmisch bewegt. Mit größter Vehemenz, o el cuidado en destacar en primera línea la trompa solista en el Scherzo, muy balanceante), sin ahondar en su enorme capacidad trágica (todo el inicial Trauermarsch) ni en la voluptuosidad sonora decadente de un Abbado, un Mehta o Nelsons, que trazaba (Abbado) y trazan (Mehta y Nelsons) instantes de lujuriosa sonoridad en el Adagietto, aquí tratado, como el resto de la obra, con mucha ternura y tempi ágiles, vibrantes e intensidad rítmica. El glorioso y poderoso sonido de esta orquesta es todo un lujo, y el Adagietto lució una cuerda de ensueño; difícilmente sonará más bello, pero sí quizá podría haber sido más doliente.
Antes de Mahler, cuatro excepcionales solistas como Ramón Ortega Quero, Mor Biron, Radoslaw Szulc y Giorgi Kharadze protagonizaron la Sinfonía Concertante de Haydn, con el delicado toque humorístico de Fischer en el Allegro final, un revulsivo hacia una Quinta feliz, la misma felicidad que emergió en un auditorio tras el último acorde conclusivo: un reguero de bravos, aplausos y elogios. Felicidad pura, no fue para menos.
Gonzalo Pérez Chamorro
Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks / Iván Fischer
Ramón Ortega Quero, Mor Biron, Radoslaw Szulc, Giorgi Kharadze (solistas)
Obras de Haydn y Mahler
Ibermúsica, Auditorio Nacional, Madrid
Foto © BR-Astrid Ackerman