¡Quién nos iba a decir que la pandemia del coronavirus que sufrimos nos abriría una nueva forma de escuchar música! Cierto es que el desarrollo tecnológico asociado a la interpretación musical transcurría ya por esos derroteros, sobre todo desde el ocaso del cd como soporte musical para pasar al streaming, y que muchas instituciones, la pionera justamente la Filarmónica de Berlín, también había creado la infraestructura para retransmitir en directo con imágenes sus conciertos (Digital Concert Hall). Si están atentos descubrirán que muchas orquestas y teatros de ópera van a ofrecer sus conciertos en abierto y de manera gratuita en estos días donde la naturaleza nos acorrala.
Ayer noche la Filarmónica de Berlín con su extitular Sir Simon Rattle dio el pistoletazo de salida de esta oferta. Tras unas palabras introductorias de Rattle a cada una de las dos obras programadas, el propio director también fue muy claro y contundente a la hora de resaltar la necesidad de la cultura, el arte y la belleza en tiempos de desesperación, principal motivo para abrir la plataforma Digital Concert Hall a todo el mundo para regalar este concierto. De igual manera, también era consciente de la extrañeza, por primera vez en la historia de la Filarmónica, de ofrecer un concierto sin público presente y de la nueva sensación que se produciría al acabar el concierto y no escuchar ningún aplauso.
El programa era de una calidad extrema, al par de una dificultad notable. La Sinfonía de Berio interpretada en la primera parte es un ejemplo paradigmático de la escritura de Luciano. Escrita para gran orquesta y ocho voces, y encargada por Bernstein en la década de los 60, reúne todos los elementos esenciales de su lenguaje, al mismo tiempo que cuestiona la forma sinfónica e incluso el mismo hecho de componer. Su tercer movimiento, construido de manera sobresaliente con citas de otros compositores, engloba no solamente a Mahler, modelo de la música seria, sino también a los Strauss de los valses, modelo de la música de entretenimiento. Además de apropiarse de esos materiales ajenos, aporta también una deconstrucción del texto lírico, el texto que ha de ser puesto en música, con la escisión de las frases en sus sílabas para ser dispersas entre los ocho solistas, juegos rítmicos con las consonantes oclusivas o fricativas, sonidos vocálicos doblados por timbres orquestales y otros artificios, o frases habladas o recitadas. Berio nos viene a sugerir con esta obra que la música o es mestizaje o no es música, y así con materiales de acarreo construye esta obra. La versión de los berlineses fue bella y cuidada desde el punto de vista tímbrico, con una rítmica sin fallo cuando así lo demandaba la obra, y con la participación de ese grupo emblemático de la música coral contemporánea que son los Neue Vocalsolisten de Stuttgart, curtidos en esta expresividad y notación contemporáneas.
La segunda parte la ocupó la que podría ser considerada, al menos su quinto y último movimiento, la obra más difícil del repertorio orquestal, el Concierto de Orquesta de Bartok, que Rattle se atrevió a dirigir de memoria. Escrita en los postreros momentos de su vida, también podría considerarse un resumen de su poder creativo. Consta de cinco movimientos, de los cuales el centro, no solamente musical sino emocional, es el lento central. En los últimos veinte compases de este movimiento se puede encontrar una autocita que refleja el estado en que se hallaba un Bartok que no hablaba inglés en la ciudad de Nueva York: la melodía que aparece es la misma que simbolizaba la Puerta de las Lágrima de su ópera El Castillo de Barbazúl, escrita en 1911, más de tres décadas antes. Ver la retransmisión de esta obra permite observar cada uno de los instrumentos en sus participaciones solistas con un nivel de detalle que la sala de conciertos no permite -así sucedió en el segundo movimiento, el Juego de las Parejas-, y seguir también el rostro y manos del director, tremendamente expresivas a la hora de moldear la música y sacar a la luz toda la ironía y el humor de los movimientos pares. El último movimiento, repito, un auténtico Everest, se tocó con una naturalidad y fluidez que sólo está al alcance de pocas orquestas en este mundo. Todo ello con una toma sonora brillante.
Solo resta agradecer iniciativas de este tipo ahora que la cuarentena nos recluye. Aprovechamos para recordar que hoy (solo el viernes 13) se repite el mismo concierto en emisión gratuita.
¡Gracias, Filarmónica de Berlín y Sir Simon Rattle!
Jerónimo Marín
Neue Vocalsolisten Stuttgart. Orquesta Filarmónica de Berlín / Sir Simon Rattle.
Sinfonia de L. Berio. Concierto para orquesta de B. Bartok.
Auditorio Filarmónica de Berlín. 12-03-20.Vía Digital Concert Hall.