Extraordinaria velada la que nos ofrecieron Ensemble 1700, conjunto instrumental con sede en Colonia, bajo las órdenes de su fundadora, Dorothee Oberlinger, una de las grandes virtuosas de la actualidad de la flauta de pico, dentro del ciclo Universo Barroco del CNDM. El programa, bajo el título ‘Musicas nocturnas’ pretendía, según comentó la propia directora, mostrar todos los colores que la noche puede ofrecernos. Y para ello recurrieron a un variadísimo racimo de compositores, desde John Dowland hasta John Cage, centrándose en grandes autores barrocos como Henry Purcell, Antonio Vivaldi o George Friedrich Händel, pero incluyendo también a Tarquinio Merula y a Heinrich Ignaz Franz von Biber, además de a un anónimo autor sefardí.
En un ciclo acostumbrado a los monográficos y a conciertos programados bajo una cuidadosa cohesión de obras y autores, este ecléctico programa no dejaba de ser una incógnita para un público cada vez más formado en las lindes historicistas. Pero la visión de Oberlinger, acompañada de unos excepcionales músicos y solistas, dejó maravillada a la abarrotada Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música.
Bajo una luz tenue, que acompañó toda la velada, el Ensemble 1700 comenzó a interpretar fragmentos de la gran obra purcelliana The Fairy Queen. Su preludio fue toda una declaración de intenciones de lo que sucedería en el recital: tempo agilísimo, potente, vital y electrizante sonido, flautas de pico dominando la textura orquestal y un bajo continuo tan poderoso como imaginativo.
A continuación, entró en escena la joven soprano suiza Marie Lys, todo un hallazgo para el público madrileño, quien sustituyó por enfermedad a Anna Prohaska. En sus dos primeras intervenciones, las arias de The Fairy Queen See, even night herself is here y One charming night, en donde Lys exhibió un bellísimo timbre, una gran facilidad para el registro más agudo, un buen fiato, a la par que un generoso volumen y una natural expresividad teatral. Hay que reseñar que el programa, según contó Oberlinger, era totalmente nuevo para la solista, quien no mostró en ningún momento inseguridades ni apego a la partitura, es más, pareció poseer el repertorio madurado y completamente interiorizado.
Concluyó la incursión en la obra del Orpheus Britannicus con la fastuosa Chacona Dance for chinese men and women del acto V, en donde la orquesta brilló con su espectacular y poderoso sonido, demostrando un enorme torrente de vitalidad.
Enseguida el concierto rompió con esta fastuosa exhibición, tornándose tierno y delicado. El contraste del nuevo afecto fue colosal: sobre una simple nota tenida por el violonchelo, Oberlinger comenzó a efectuar sugerentes improvisaciones modales con la flauta bajo para dar paso a una delicadísima nana anónima sefardí, Nani, nani, cantada en un perfecto castellano por la soprano, logrando un momento realmente hipnótico. A continuación el archilaúd atacó sutilmente los dos acordes de la ya afamada nana de Tarquinio Merula, Canzonetta spirituale sopra la nanna, la cual fue interpretada de un modo mucho más expresivo que las habituales interpretaciones hieráticas de otros conjuntos, exprimiendo las posibilidades del poderoso bajo continuo, formado aquí por archilaúd, clave, violonchelo y contrabajo, construyendo primero un magnifico crescendo poco a poco, para después crear y destruir tensiones junto a los expresivos y magnéticos textos y melodías muy bien engarzados por la solista.
Inmediatamente después comenzó el primero de los bloques instrumentales con la Chacona para violín, flauta y bajo continuo del propio Merula, donde se lucieron la propia Dorothee Oberlinger, con la flauta soprano, y Dmitri Sinkovsky, quien demostró su formidable virtuosismo al violín, realizando mil y una diabluras con el arco, como un spiccato vertiginoso al más puro estilo de Pablo Sarasate, unas dobles cuerdas y adornos extravagantes, glissandos imposibles, agilidades vertiginosas, improvisaciones audaces…, sin tener en cuenta los estrictos cánones del historicismo actual, pero que hicieron las delicias de una audiencia entusiasmada por estos derroches de talento y habilidad.
El Concierto en sol menor ‘La notte’, perteneciente al Op. 10 de Vivaldi, remarcó las cualidades deslumbrantes de Oberlinger, esta vez a la flauta alto, demostrando un dominio absoluto del instrumento, tanto en sus rapidísimos y precisos arpegiados como en los momentos más delicados, dulces y expresivos, denotando una enorme sensibilidad y un dominio total del fraseo.
La primera parte acabó con la cómica Ciaccona ‘Der Nachtwächter’ -‘El Sereno’- de Heinrich Ignaz Franz von Biber, en la cual los intérpretes fueron abandonando, uno a uno, el escenario, después de unas jocosas intervenciones, primero del archilaudista, ataviado con una gorra y con el instrumento al hombro mascullando melodías, más adelante de la soprano interpretando un cantus firmus en alemán, para finalizar con los violinistas fuera de escena mientras tocaban sus instrumentos.
Comenzó la segunda mitad con la obra de John Cage ‘Dream’, una pieza pianística cuasiminimalista que busca transmitir la sensación de ensoñación. En esta ocasión pudimos disfrutarla en un arreglo para violonchelo y archilaúd, quienes lograron recrear verdaderas sensaciones oníricas, pero que rápidamente fueron destruidas por las insistentes toses de algunos espectadores.
Acto seguido apareció en escena ese animal escénico que es Dmitri Sinkovsky para interpretar, esta vez como contratenor, dos arias handelianas, Dolce nume de’ mortali, de la ópera Silla, y Furibondo spira il vento, de Partenope. Las dos piezas, claramente antagónicas, demuestran de las distintas capacidades vocales de Sinkovsky. La primera nos mostró un delicado fraseo con un timbre dulce y delicado, mientras que la segunda, un aria de bravura, reveló las cualidades de Sinkovsky para el fácil desempeño de las agilidades, así como su potente caudal sonoro con una apabullante conexión y complicidad con el público. Aquí hay que mencionar el fantástico trabajo de los dos violinistas, Jonas Zschenderlein y Christian Voss, logrando unos unísonos prácticamente perfectos.
El Concierto en do menor RV 441 de Antonio Vivaldi fue todo un glosario de las capacidades del conjunto instrumental y de Dorothee Oberlinger en particular. En el Allegro non molto, la solista en la flauta alto dominó las extrañas y disonantes melodías vivaldianas, a lo que hay que sumar el riquísimo desarrollo arpegiado de la clavecinista Olga Watts. El Largo destacó, además de por la línea sensacional de la flautista, por un virtuoso desempeño de Axel Wolf en el archilaúd, quien por otra parte demostró su virtuosismo a lo largo de la velada. En el Allegro molto final disfrutamos de unas portentosas agilidades de Oberlinger, tan impecables como precisas. No debemos dejar de mencionar al resto del bajo continuo, al seguro e imaginativo chelista Marco Testori, al contrabajista Riccardo Coelati Rama, quien dotó de una profundidad formidable a los graves consiguiendo la sensación de un verdadero tutti orquestal, y a Makiko Kurabayashi al fagot, siempre precisa, afinada y de bello sonido, que enriqueció sobremanera al bajo continuo.
Después de la sutil y conmovedora From silent night, interpretada de un modo verdaderamente inspirador y etéreo por Marie Lys, el concierto concluyó con varios fragmentos del Oratorio Solomon de Georg Friedrich Händel, con su celebérrima Llegada de la Reina de Saba, interpretada de un modo muy veloz y vital, a la que siguió la deliciosa aria Will the sun forget to streak, en la que destacó el precioso fraseo del oboista Emiliano Rodolfi, para terminar con el hermosísimo dueto Welcome as the dawn of day, donde quedó patente la musicalidad tanto de la soprano como del contratenor, siempre atentos el uno del otro en cada fraseo, entrada o cadencia.
La atronadora ovación que el público dedicó a todos los artistas, obligó a éstos a ofrecer dos propinas: el comienzo de la delicada aria Zeffiretti che susurrate de Antonio Vivaldi y el dueto Il voler nel fior degl’anni del oratorio Il trionfo del Tempo e del Disinganno de Georg Friedrich Händel.
Simón Andueza
Marie Lys, soprano, Dmitri Sinkovsky, contratenor, violín solista y concertino, Dorothee Oberlinger, flautas de pico y dirección. Concerto 1700: Emiliano Rodolfi, oboe y flautas de pico, Makiki Kurabayashi, fagot, Jonas Zschenderlein, violín, Christian Voss, violín y viola, Marco Testori, violonchelo, Riccardo Coelati Rama, contrabajo, Axel Wolf, archilaúd, Olga Watts, clave.
Obras de Henry Purcell, Tarquinio Merula, Antonio Vivaldi, Heinrich Ignaz Franz von Biber, John Cage, Georg Friedrich Händel, John Dowland y Anónimo. Ciclo Universo Barroco del CNDM, Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 30 de enero de 2020, 19:30 h.
Foto © CNDM - Rafa Martín