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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / La luminosidad del cuarteto de cuerda - por Abelardo Martín Ruiz

Madrid - 16/10/2022

Este pasado jueves, día 13 de octubre, tuvimos la oportunidad de presenciar, en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, el primer concierto que inauguró la nueva temporada 2022/2023 del Liceo de Cámara XXI del Centro Nacional de Difusión Musical.

Para esta ocasión, la agrupación invitada fue el Cuarteto Casals, frecuente desde hace varias temporadas en la institución, que ofreció un repertorio variado y contrastante, como suele ser habitual también en la misma, integrada por obras pertenecientes a Haydn, Brahms y Shostakóvich respectivamente, aunque modificando el orden cronológico en su presentación. El recorrido estableció, por lo tanto, una perspectiva de los períodos clásico, romántico y neoclásico con los que sus integrantes se sienten frecuentemente conectados, representando los autores escogidos, asimismo, tres compositores preeminentes dentro de la producción histórica para este conjunto.

Como aconteciese en otras citas previas de esta formación, la reputación adquirida por el Cuarteto Casals como uno de los cuartetos de cuerda más prestigiosos tanto en el ámbito nacional como en el panorama internacional, perteneciente a una promoción de músicos de cámara que han modificado completamente la manera de comprender y de abordar este género, se observó absolutamente en las expectativas generadas entre el público asistente, el cual comienza a asumir que cada evento con estos instrumentistas va a comportar una experiencia francamente conmovedora.

Por descontado, las expectativas mencionadas se cumplieron permanentemente en un maravilloso discurso, en el que todo lo heterogéneo se transformó en homogéneo como consecuencia de una más que perfecta conjunción de parámetros, entre los que destacaría la monumental dimensión de las cualidades obtenidas como parte de un amplio epicentro sonoro equilibrado, afinado, resonante y de reconocida personalidad. Como miembros de esta generación de intérpretes, que podemos denominar como propios del siglo XXI, estos músicos de cuerda, alejados de cualquier atisbo mínimo de versión conservadora, trascienden con frescura, dinamismo y renovación las demandas técnicas e idiomáticas para asumir la estructuración de una unidad a partir de las sinergias que se elaboran colectivamente, considerando las individualidades concretas de los cuatro artistas y determinando una consolidación en el entendimiento de diferentes diálogos que generan secciones de la misma conversación. Por encima continuamente de esas visiones exclusivas, el detenido trabajo de elaboración que se percibe en cada una de las partituras confiere un resultado que conecta directamente con la esencia del panorama sonoro de un modo admirable, y que, del mismo modo, se vincula con un fenómeno artístico en el que todas las partes son imprescindibles.

Esta última observación se mostró claramente, como suele ser habitual, con la alternancia de los violines en el programa, estableciéndose frecuentemente Abel Tomàs como violín primero para todas las creaciones clásicas y Vera Martínez en esta idéntica posición para las románticas y contemporáneas, pese a que en algunas ocasiones se han planteado otras distribuciones distintas. La sensación de conectividad inherente a estos violinistas, como acontece igualmente entre Jonathan Brown en la viola y Arnau Tomàs en el violonchelo, comparte constantemente una complicidad dirigida a la búsqueda de la excelencia a través de un dominio de la expresión que posibilita profundizar en la música a un auténtico nivel afectivo, emotivo, pasional y sentimental. La adecuación estética y estilística introduce al oyente en una inmersión en mundos aparentemente diferentes, los de cada compositor, en los que se consigue un acercamiento a los lenguajes respectivos con una calidad a la altura de convertir sus interpretaciones en auténticas versiones de referencia.

Esta aproximación configuró un determinante humanismo en la concepción de cada una de las sonoridades de unas obras relacionadas con la luminosidad, asumida desde diversos niveles y fundamentos. La visión del Haydn más elegante, noble y bromista se combinó con el protagonismo del violín primero en el delicado lirismo del segundo movimiento y en la retrospectiva forma imitativa del cuarto movimiento. Resulta preciso destacar, como viene siendo habitual en el repertorio clásico que aborda este combinado, la impecable y magistral adecuación de las texturas, de la articulación, con un punto romántico, pero sin perder la esencia clásica, y de un tratamiento cuidado, nítido y claro.

En contraposición, radicalmente diferente se mostró un Shostakóvich heredero todavía de un Romanticismo ruso tardío, pero con elementos característicos de una personalidad que se mostraría en buena parte de su producción, incorporando particularidades dramáticas, en relación al tormento padecido durante una buena parte de su vida, y en alternancia con lo tradicional, lo irónico, lo expresivo, lo rítmico y las reminiscencias de la música judía. La energía, el temperamento, la exaltación, el lirismo y el desconsuelo fueron los términos con los que se definió la versión de una obra en la que, pese a la sobresaliente propuesta, pudo percibirse un enfoque ligeramente algo más desequilibrado por momentos, aunque manteniendo la esencia dentro una música que, como la propia naturaleza de su creador, se denota cambiante e incluso desconcertante.

Como conclusión, la profundidad y solemnidad del Brahms más romántico y apasionado, pese a no perder una herencia clásica procedente de la tradición compositiva previa, halló un lirismo entre los cuatro instrumentistas conformado por una contención que en ningún período eclipsó ese romanticismo expresivo que comprende influencias de lo tradicional, lo campestre y lo popular en su creación. La concepción brillante y oscura de la sonoridad, con una clara mirada retrospectiva al Haydn inicial pero también a la densidad del músico germano, mantuvo una distribución de las frases entroncada de manera formidable con el desarrollo de un camino intenso e intimista, preservando los principios de comunicación y dicción como señas de identidad.

 

Abelardo Martín Ruiz

 

LICEO DE CÁMARA XXI

13 de octubre de 2022, 19:30 horas

Auditorio Nacional de Música de Madrid, Sala de Cámara

Franz Joseph Haydn (1732-1809) - Cuarteto de cuerda en la mayor, opus 20, número 6

Dmitri Shostakóvich (1906-1975) - Cuarteto de cuerda número 4 en re mayor, opus 83

Johannes Brahms (1833-1897) - Cuarteto de cuerda número 2 en la menor, opus 51

Cuarteto Casals

Abel Tomàs, violín

Vera Martínez, violín

Jonathan Brown, viola

Arnau Tomàs, violonchelo

 

Foto © Rafa Martín

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