Uno de los conciertos más atractivos de la programación del Festival de Jazz de Alicante (fijazz 2022) en el Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), ha sido el protagonizado por el pianista valenciano Josu De Solaun que llevaba por título “Raíces”, que confirmaba una faceta de este músico que seguramente tendrá una relevante importancia en el futuro de su carrera artística.
Su manera de entender la creación de una obra al tiempo que se ejecuta, que es como muy sucintamente cabría definirse la improvisación musical, está totalmente abierta a influencias estilísticas de todo tipo, de ahí que él asuma su acción como un vuelo sobre todas las sonoridades posibles e imaginables, idea que el eminente saxofonista Josep Lluis Galiana expone en sus clarificadoras notas sobre la grabación panDEMiCity del sello IBS-Classical editada el pasado año 2021, que significó una excelente prèmiere fonográfica de Josu De Solaun en este género.
Su formación clásica le permite responder desde parámetros técnicos y creativos muy consolidados lo que hace que su manera de improvisar adquiera un alto nivel estético implementado por la rica capacidad intelectual y poética de este pianista, sustentada y desarrollada sobre una gran formación artística interdisciplinar. Así se puede entender el resultado de su impactante actuación en el ADDA, en la que hizo toda una exhibición de este sorprendente, difícil, complejo y a la vez hermoso ejercicio creativo de esencialidad musical.
La organización de este concierto tiene cierta analogía con el contenido de su admirada grabación antes mencionada, panDEMiCity, todo un referente absoluto en el moderno pianismo español. Así y refiriéndome ya a esta actuación, después de una Introducción entró en un episodio repetitivo, implementado con pedal a tope que favorecía el contraste de sus dos exposiciones alternativas. Le sucedió un pasaje de gran lirismo en el que llegaron a producirse unos efectos fractales que derivaban del sentido impresionista que animaba su improvisado discurso, salpicado de referencias biensonantes que se consolidaron en unos patrones tonales en su teórica última parte antes de terminar en un “descomponente” crecimiento disonante apoyado en una insistente respuesta percusiva.
Siguiendo con esta deriva, entró en un episodio dotado de un curioso ritmo interno sustentado por su mano izquierda de manera cadenciosa, que servía de sustento al lirismo que expresaba su mano derecha, a modo de balada, antes de desencadenar su final de concentrada densidad. La que podría llamarse quinta improvisación estaba motivada en un misteriosa melodía que se enriqueció tímbricamente cuando su mano izquierda tañía las cuerdas del clavijero y, viceversa, después con la derecha hasta que aparecieron unos clústers sorprendentes y retadores que parecían determinar cada parte del episodio, y que surgían desde una cinética del intérprete que reflejaba una gran ansiedad emocional, que le motivaba para lograr pasajes que recordaban la acelerada expresividad del vibrante beep-bop, el cadencioso blues y hasta diría unos reflejos del swing, que en modo alguno supusieron una concesión fácil y gratuita a estas clásicas formas jazzísticas americanas, dado su muy estilizado y sugestivo tratamiento.
El sexto bloque del teórico programa podría decirse que fue el más hispano de todos. Desde un sublimado canto inicial, su caída y descomposición tonales derivaron en unos giros que recordaban la natural interválica de la guitarra flamenca cargada de estructura polifónica, que terminó convirtiéndose en una especie de sutil zapateado en la mano derecha, lo que dejaba en el oyente una sensación de ancestral familiaridad con su cadencioso sonido. Ambas manos desarrollaban un secuenciación en paralelo en el siguiente episodio antes de separarse en destacadas intervenciones dinámicas de la izquierda que contrastaban con el lirismo de la derecha, discurriendo ambas por separado con la intención de preparar un sorprendente final, que fue interrumpido por unos irreprimibles aplausos de público, que tuvieron su continuidad con mayor ardor y entrega a la conclusión de la actuación del tiempo de duración previsto por el pianista, entendido éste como proporción áurea y factor determinante de un concierto de esta naturaleza.
Como agradecimiento al entusiasmo colectivo, Josu De Solaun sacó a la palestra la genialidad pianística que contienen los preludios Ondine y Feux d’artifice de Claude Debussy, usándolos como pretexto de una reelaboración jazzística de estas obras que podía entenderse en un sentido de curiosas paráfrasis, resonando en la última los lejanos sones de La Marseillaise que hacía pensar en una iluminada noche de 14 de julio, fecha de la fiesta nacional de Francia.
La impresión general que dejaba esta actuación de Josu De Solaun fue de cómo su ser y sentir se convertía en cada momento en un crisol alimentado por influencias que venían de distintas fuentes sonoras y musicales como la “guturalidad” sánscrita, la rica y variada expresividad sonora de la tabla india, de la que es un experto, los estilos primigenios del jazz profundo norteamericano y las influencias del más elevado pianismo clásico, que dejaban al descubierto la enorme y a la vez diversa personalidad musical de este pianista que, en este campo de la improvisación llevada a este máximo nivel de excelencia, está llamado a compartir, desde una perspectiva culta y abierta de la forma jazzística, fama y reconocimiento como los que tuvieron Tete Montoliu y Pedro Iturralde, los máximos exponentes históricos de este género musical en España.
José Antonio Cantón
ADDA Fijazz 2022
Josu de Solaun (piano)
Recital de jazz.
Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA). 09-VII-2022