El ciclo ‘Universo Barroco’ del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) continúa en su incesante divulgación de nuestra música que pertenece a nuestro pasado y sin la cual no se puede entender la de nuestro presente. En esta ocasión pudimos disfrutar de uno de nuestros grupos historicistas con más arrojo del panorama interpretativo históricamente informado de nuestro país, La Guirlande, que dirige desde el traverso Luis Martínez Pueyo (nuestra portada de RITMO de octubre de 2024).
Para ello, Raúl Angulo y Antoni Pons, de nuestra querida asociación musicológica Ars Hispana han vuelto a colaborar con la entidad estatal para ofrecernos otro interesante descubrimiento musical de cantadas sacras de Francisco Hernández Illana (ca.1700-1780) y Diego Pérez del Camino (1738-1796), de quien se escuchó también una Lamentación para Semana Santa. Pudimos disfrutar asimismo de piezas instrumentales de este período, algo que todavía de una mayor rareza por su escasez, que incluyeron dos sonatas de Juan Oliver Astorga (1733-1830).
Las composiciones vocales contaron como intérprete solista a Alberto Miguélez Rouco, actual artista residente del CNDM, y que tanta versatilidad está demostrando en sus ciclos en las labores tanto de cantante como de instrumentista y director del Ensemble Los Elementos.
Las piezas escogidas por Angulo y Pons para la ocasión demostraron la importancia tanto de la calidad de la música en sí como del respeto que se siente hacia ella y del compromiso adquirido por parte de los intérpretes.
El concierto comenzó con la cantada No más mundo, mi Dios, de Hernández Illana, que supuso su recuperación absoluta en tiempos modernos de su música, así como todas las piezas vocales de la tarde. En su primer recitativo quedó patente de inmediato la calidad y aplomo de los instrumentistas que conformaban el bajo continuo. Con un deslumbrante, imaginativo y pulcro acorde introductorio, Joan Boronat en el clave introdujo sus armonías, que dieron paso rápidamente a su aria. En ella pudimos comprobar que el repertorio escogido tuvo que adaptarse a las características del grupo instrumental, puesto que el contar con una parte de obbligato para el traverso fue fundamental en el programa elaborado. El solo desempeñado en esta pieza en la flauta por Luis Martínez Pueyo fue, como en el resto de la velada de una belleza sonora máxima, aportando, además de la belleza sonora en la flauta, una ejecución en el fraseo de ejemplar comprensión y desarrollo, aportando, además de su afinación exquisita, un diálogo musical muy trabajado entre todos los miembros de La Guirlande, tanto en articulación como en dinámicas.
El repertorio del concierto supuso un reto para Alberto Miguélez Rouco, puesto que a pesar de su tesitura especialmente grave el contratenor gallego supo mantener en todo momento el correcto volumen sonoro de los afectos hacia el texto, que mostraron así unos pianos y pianissimos de una delicadeza y belleza sonora que agrandaron el ya de per se bonito color vocal del timbre de Miguélez Rouco. Debemos remarcar, además, el gran dominio del fiato y del fraseo, que supusieron una delicada expresión de todas y cada una de las melodías del concierto, refrendando un trabajo arduo para una primera recuperación del repertorio interpretado.
La Lamentación tercera del Jueves Santo, Aleph. Ego vir videns, de Pérez del Camino, merece nuestra especial atención, puesto que es una composición a la que debe prestarse una especial cuidado en su interpretación, ya que consta de varias secciones que corresponden a un texto latino de especial crudeza que requiere de una correcta expresión, además de un cuidado especial por parte de los instrumentistas, al poseer en su construcción argucias internas que fueron grácilmente descubiertas y expuestas por La Guirlande, especialmente en términos de articulación, conformándose una interpretación de singular riqueza, variedad y de expresión hábilmente conseguida junto al solista vocal. Sus dos violinistas, Jesús Merino y Andrés Murillo fueron muy cuidadosos en ello, sutiles y sensibles, aportando hermosos, eficaces y trabajados registros de sonoridades evocadoras. Debemos añadir que el texto declamado en sus frases por Miguélez Rouco fue de una inteligibilidad absoluta.
Las dos cantadas que completaron el programa, El Pastor amoroso y Qué es esto amor, corroboraron la pulcritud, amor hacia la música interpretada y el gran sentimiento de pertenencia a un conjunto de cámara que traspasó las cualidades intachables de todos y cada uno de sus miembros.
No puedo dejar de mencionar una de mis grandes sorpresas de la velada, para bien, del concierto. La escucha en directo de su violonchelista, Hyngun Cho, quien hizo alarde en toda la velada de un bellísimo sonido del instrumento en todo su registro, especialmente en unos agudos de prístina afinación y evocadora sonoridad, además de demostrar una rotundidad en el fraseo de los pasajes en el legato que enriquecían sobremanera la base armónica, destacándose su fraseo vehementemente cuando era necesario.
Las obras instrumentales presentes en el concierto mostraron a un grupo comprometido con nuestro patrimonio musical, de trabajo serio, inspirador, cuidadoso y dinámico.
Tras la última pieza, la cálida y explosiva ovación de la atiborrada sala de cámara del Auditorio Nacional, recibió como propina la bellísima aria Sol da te, mio dolce amore, de la ópera Orlando Furioso de Antronio Vivaldi, cuyo solo de flauta, tan extremadamente virtuoso como hermoso fue interpretado de un modo excepcional por Luis Martínez Pueyo.
Simón Andueza
Pastor amoroso
Alberto Miguélez Rouco, La Guirlande, Luis Martínez Pueyo, traverso y dirección.
Obras de Francisco Hernández Illana, Diego Pérez del Camino y Juan Oliver Astorga.
Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid, 4 de abril de 2025, 19:30 h.
Foto © Elvira Megías