Francisco de Peñalosa (ca.1470–1528), reconocido desde hace muchos años por la musicología como uno de los grandes compositores españoles de todos los tiempos es, tristemente, un perfecto desconocido para la gran de melómanos tanto en España como en el mundo entero. Este singular hecho pone de relieve varias cuestiones a las que debemos prestar atención.
España fue la primera potencia mundial en cuanto a la producción musical durante todo el siglo XVI, y también a comienzos del siglo XVII, coincidiendo con la preponderancia musical española en el orden mundial económico. Este hecho lógicamente fue acompañado de un florecimiento fabuloso de todas las artes, y la música no iba a quedar rezagada. Entonces, ¿por qué realmente conocemos, de pasada y en el mejor de los casos, someramente la música de tres autores? ¿Por qué el famoso trio de ases compuesto por Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero y Cristóbal de Morales pareciera que es la única sagrada trinidad musical ibérica del siglo XVI de la que fuera de ella casi nadie conoce a decenas de otros autores coetáneos de calidad similar, ni, por supuesto, otra música distinta a la suya? ¿Por qué los programadores de festivales y conciertos españoles no programan casi nunca ni tan siquiera a este triunvirato sagrado? ¿Por qué los grupos españoles no prestan la atención debida su propio patrimonio musical, el mejor que existe? Es como si Estados Unidos de América despreciara y olvidara a sus cientos de bandas de pop, rock, blues o folk de todo el siglo XX.
Debemos asumir que España posee la suerte de poseer este magnífico patrimonio musical y debemos poner toda la carne en el asador para rescatarlo, defenderlo, transmitirlo y gozarlo. Debemos estar orgullosos de nuestras virtudes, una de ellas nuestra radiante música renacentista, admirada sin discusión por el resto del planeta.
Pues bien, tenemos que agradecer mucho, muchísimo, la inclusión de un concierto monográfico de Francisco de Peñalosa en los ciclos de Semana Santa que este año organiza la Comunidad de Madrid, además en un escenario tan fantástico como es la Sala A del Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial. Debemos agradecer, asimismo, a Albert Recasens el esfuerzo de programar este concierto, defendiendo nuestro magnífico patrimonio, aunque creemos que las cosas todavía pueden mejorarse, y se deben hacer.
Creemos que la Comunidad de Madrid debiera hacer un esfuerzo publicitario mucho mayor en cuanto a la promoción de estos espectáculos. Es triste asistir a una magnífica sal de acústica deslumbrante, de un aforo de 1200 butacas se encuentre semivacío. Este tipo de eventos deben acomodarse al numero estimado de espectadores, y el resultado final resulta muy deslucido y frío si se compara a asistir a un evento para el que es difícil encontrar una butaca disponible, tanto para los intérpretes como para audiencia.
En cuanto al concierto ofrecido en el auditorio escurialense, La Grande Chapelle se presentó con un orgánico total de seis cantantes más su director, aunque prácticamente todo el programa fuera a cinco voces, exceptuando el magnífico Credo a seis voces de la Misa ‘Por la mar’. Con una ambientación muy lograda mediante una luz ambiental casi inexistente, la distribución de velas por todo el escenario y la sola luz de los propios atriles como única referencia visual real presente en escena, los siete músicos aparecieron en escena en medio de este tenebroso ambiente que invitaba en gran medida al recogimiento y al afecto deseado para escuchar las oraciones recogidas en las Lamentaciones de Semana Santa de Francisco de Peñalosa. Creemos que este factor fue decisivo para el buen desarrollo del concierto y el silencio casi absoluto de los asistentes.
La magnífica música, descendiente directa de las composiciones de músicos como Josquin Des Prez o Pierre de La Rue de las tres lamentaciones, una de cada día, Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo, se desarrolló escuchando un cantus firmus preciso y en legato encomendado casi siempre a la voz superior, con una buena afinación y precisión por parte de Marnix De Cat, o a la voz de tenor agudo. El resto de las armonías se completaban en complejas imitaciones y bicinia efectuadas por el resto de voces, en las que se pueden destacar los profundos graves de los bajos Davide Benetti y Marcus Schmidl. La afectación mediterránea deseada y expuesta con Vehemencia por parte de Albert Recasens no encontró respuesta en una emisión y expresividad alejadas del mare Nostrum, lo que confirió un conjunto de piezas con una música fabulosa, preciosista, de mucha filigrana, pero alejada de la sensibilidad local y de la comprensión de los textos por parte del espectador, que no pudo distinguir durante las lamentaciones en qué momento exacto se encontraba.
La Misa ‘Por la Mar’, llamada así seguramente por utilizar el mismo material musical melódico que la Misa ‘Je suis en la mer’ del compositor francés Guillaume Faugues (activo entre 1460–1475), fue un revulsivo interpretativo tanto para intérpretes como para los oyentes. Con un discurso musical mucho más luminoso y expresivo, y conociendo el texto del ordinario de la misa, la interpretación logró ser más activa, concisa y vital. El Kyrie derrochó vitalidad en sus tempi ternarios y homofónicos que concedían una riqueza armónica hasta ese momento no presente. En el Gloria se agradeció el esfuerzo de los intérpretes por acercar la pronunciación latina a una aproximación de cómo se pudo pronunciar esta lengua en la Península durante la época de Peñalosa. Quizás el momento álgido de la velada fue la interpretación del Credo, a 6 voces, algo que confiere una brillantez armónica inusitada para un compositor que bebe directamente de las estrictas fuentes francoflamencas, y que vuelve a sorprender y maravillar al oyente al comprobar el fantástico puente que supuso la figura de Peñalosa para el resto de compositores europeos posteriores, al incluir esta bella armonía en sus composiciones, basada, además en la tradición española del uso del fabordón, además de la gran invención melódica propia de Francisco de Peñalosa.
En el Sanctus y Benedictus volvimos a escuchar el uso de un máximo de cinco voces, pero los más extensos pasajes correspondieron a los pasajes imitativos a dos voces, tan típicos de Josquin.
Tras un largo y amable aplauso del público, La Grande Chapelle ofreció como propina el motete Inter vestibulum et altare del propio Peñalosa, obra compuesta para Cuaresma a seis voces, que nos dejó con las ganas de escuchar un concierto de motetes del autor, por su riqueza armónica, bella facción, y un uso muy expresivo del texto.
Simón Andueza
La Grande Chapelle. Marnix De Cat, contratenor, Marcus Zapp, tenor, Achim Schulz, tenor, Raitis Grigalis, barítono, Davide Benetti, bajo, Marcus Schmidl, bajo. Albert Recasens, dirección.
Obras de Francisco de Peñalosa.
Concierto enmarcado dentro de la programación cultural de Semana Santa 2023 de la Comunidad de Madrid.
Sala A del Teatro Auditorio de San lorenzo de El Escorial.
1 de abril de 2023, 19:00 h.
Foto © Noah Shaye