Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / La fuerza de Isabel Dobarro y Aniello Desiderio - por Esther Martín

Madrid - 19/06/2024

El pasado sábado 16 de junio tuvo lugar el concierto de guitarra y piano en el Auditorio Nacional organizado por el Festival Internacional de Guitarra de Madrid, que en esta ocasión buscaba reflejar la versatilidad de la cuerda pulsada y su hermanamiento con el piano. El prestigioso guitarrista Aniello Desiderio y una de las pianistas con mayor proyección internacional, Isabel Dobarro, fueron los encargados de la interpretación en una noche muy especial, que presentaba Martín Llade, de RTVE, y rendía homenaje al maestro Leo Brower.

La velada, dividida en dos partes, dedicó cada una de ellas a presentar una programación de distinto carácter; si bien la primera parte mostró un repertorio virtuosístico cargado de fuerza en el que la guitarra parecía una orquesta, la segunda simbolizó la unión de dos grandes instrumentos polifónicos en favor de la expresividad.

La guitarra del maestro italiano Aniello Desiderio ya ha visitado España en más de una ocasión, pero esta era la primera que se presentaba en el Auditorio nacional, y eligió un vistoso repertorio para el momento. Comenzó con piezas españolas de Emilio Pujol, muy representativas, que fueron calentando el ambiente, y continuó con Torroba, Granados y Malats; una selección que el público reconoció y disfrutó y que fue subiendo la tensión musical a través de un equilibrio entre las obras más líricas y las más rítmicas. El punto de inflexión llegó con la elegante Verismo de Stephen Goss, compuesta mano a mano con Desiderio, a quien está dedicada y que explicó el proceso de creación a partir de la melodía. Era un anuncio para lo que vendría después, transcripciones para guitarra de obras italianas tan conocidas como “Brindisi” de La Traviata de Verdi o Cavalleria Rusticana: intermezzo de Mascagni. Fue como si uno torrente de energía hubiera pasado por la sala de cámara del Auditorio, ver el juego de escalas, rasgueados y acordes que se sucedían creando infinitas sonoridades recreó un espectáculo solo al alcance de los guitarristas más diestros. Y entonces, llegó la pausa.

Leo Brower fue el protagonista de la segunda parte del concierto ya que esta edición rinde homenaje al compositor cubano. Desiderio había elegido el Rito de los Orishas, obra que en forma y música simboliza el ritual de estas divinidades de la religión Yoruba. Su enorme expresividad se consigue gracias a repetidos cambios dinámicos y rítmicos, y el conjunto de sus dos movimientos recrea un ambiente de espiritualidad a la perfección. Perfecto para recibir a la pianista Isabel Dobarro y dar paso a la música de cámara. Las Tres danzas concertantes pertenecen a una etapa de las etapas musicales más elogiadas de Brower, quien las compuso en origen para guitarra y orquesta, aunque su versión con piano ha facilitado su popularidad. Las tres recrean el folklore cubano en un constante suceder de ideas: se recrean el ritmo de los tambores, la melodía de las canciones y hasta casi los olores de la isla. Es un diálogo constante entre guitarra y piano que mezclan todas las funciones y técnicas que existen al alcance de cada instrumento. Un alarde camerístico que dejó al público tan agitado como encantado.

Como era de esperar tras este final, el público aplaudió e hizo salir varias veces a Dobarro y Desiderio hasta que consiguió su deseado bis. Fue el guitarrista italiano el que puso la guinda al pastel con una transcripción de Gnosienne nº1 de Erik Satie. Si la obra es de una enorme belleza tocada al piano, cuando se hace con una guitarra la sensación de calma y sosiego es casi tangible. La interpretación de Aniello Desiderio convirtió, con enorme maestría, toda la energía que allí había en paz y quietud, y los que antes aplaudían eufóricos, ahora lo hacían sonrientes.

Esther Martín

 

Auditorio Nacional de Madrid, sala sinfónica.

Sábado 15 de junio, 19.30.

Guitarra, Aniello Desiderio; piano, Isabel Dobarro.

144
Anterior Crítica / Linz: punto de encuentro - por Javier Extremera
Siguiente Crítica / Eschenbach y la Orquesta de RTVE rinden homenaje a Bruckner - por Gonzalo Roldán