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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / La flauta omnipresente de André Cebrián - por Ramón García Balado

Santiago de Compostela - 24/10/2023

Sesión triple de la Real Filharmonía de Galicia dirigida por Joana Carneiro en el que el ruso-polaco Moisey S. Weinberg aportó también  su Concierto nº1, para flauta y orquesta de cuerda Op. 75, junto al estreno de el Viaje para flauta y cuerda, de John Corigliano, y dos obras del clásico-romántico Felix Mendelssohn.

André Cebrián, protagonista de estas jornadas, es miembro de la Scottich C.O., tras forjarse en la JONDE, y seguir con la Britten-Pears O.; la Gustav Mahler Jugendorchester, en una carrera que le permitió colaborar con formaciones como la OSG, la RFG, la  O. de Cadaqués, la Staats Kapelle Dresden, la Nacional do Porto y otras de primer rango. Es parte de grupos camerísticos como Azahar Ensemble, Natalia Ensemble, y sus fundamentos artísticos le llevan a músicos como Luis Soto, Laurent Blaiteau, Pablo Sagredo, János Balint- en la Hochschule für Music Detmolt- o Jacques Zoon, en la Haute École de Musique (Géneve). También tiene parte activa en la Fundación Baremboim- Said. Solista y directora se conocía desde hacía tiempo, por lo que el resultado prometía. Las obras elegidas por André Cebrián, querían salirse del común repertorio, probando de cierto con el factor sorpresa.

John Corigliano y el Viaje para flauta y cuerda, compositor italo-americano, miembro de la Juilliard School neoyorquina, y que recibió encargos como el Cuarteto de cuerdas para el Cleveland Quartet, en el Lincoln Center (1995), comienzo de una carrera afortunada sin entregarse a las vanguardias más exigentes, como mostrará en su éxito por excelencia, la ópera The Gosts of Versailles, estrenada en el Metropolitan Opera House neoyorquino-1991- dirigida por James Levine, a partir de un libreto de W.M. Hoffman, con argumentos tomados de La madre culpable de Beaumarchais, en la que destacaron Teresa Stratas; Marilyn Horne; Gino Quilico y Hakan Hagegard. Polémico a su manera, cuenta con un par de registros a camino de estéticas encontradas: Mr. Tambourine Man. Three Hallucinations y A Dylan Thomas Trilogy. Fueron sus preceptores Otto Luening, Vittorio Gianini y Paul Creston, entre la Columbia Univ. y la Manhattan School of Music, llegando a ser asistente de Leonard Bernstein.

En 1970, ganó el Premio del Festival de Spoleto y en colaboración con David Hess, arriesgó en una recreación bajo el título de The Naked Carmen mientras recibía la invitación  para incorporarse como miembro de la Guggenheim Fellowship. Llegarán los trabajos para el cine desde el documental A Williamsburgh Sampler, faceta que mantendrá desde entonces, mientras ejercía como músico en Residencia de la Chicago S.O., y ese catálogo amplio de obras exitosas, llegarán consideraciones de reconocimiento: Grammy Awards- en varias convocatorias-; University of Louiseville o el Pulitzer Prize, dejando alumnos como David Sampson; Elliot Goldenthal; Nico Muhly; Michael Bacon; Rogers Bergs o Dinuk Wijeratne.

La obra anunciada, nacería en etapas distintas entre 1971-8, la primera en forma de pieza para coro antes de su transformación en obra instrumental para cuerdas. El origen está en la poética de Baudelaire-Les fleurs du mal- (1857), en L´invitation au voyage- que igualmente tentaría a Henry Duparc-, y que en esta ocasión sería una adaptación de Richard Wilburg- colaborador de Bernstein en Candide-, y que musicalmente resulta una composición refinada y sensual.

Moisey S.Weinberg, en su Concierto para flauta y cuerdas Op. 74, de mediados de los sesenta con una vida ciertamente compleja y cuyo legado se recuperó en parte gracias a Irina Shostakovitch y especialistas como Skans o David Fannig. Su labor correrá pareja a la de otros colegas de travesía: Miaskovski, Mosolov, Shebalin, Popov o el propio Shostakovich, con el que tendrá una profunda amistad. Fueron sus comienzos en Varsovia, como alumno de Józef Turcynski, pero avatares de la vida, le obligarán a trasladarle a Minsk, en donde seguirá los dictados de Vasily Zolotayoy. Un corpus considerable de obras en todos los géneros, facilitarán esta recuperación del autor, cuyo reflejo de la tradición yiddish asoma con asiduidad, con referencias al folklore klezmer.

Obras como Las canciones infantiles; Las rapsodias sobre temas moldavos y eslavos y los Cuentos polacos. Mayor incidencia tendrá su relación con Shostakovich, por mutuas influencias compartidas, como es el caso del Décimo cuarteto de Shostakovich, que le fue dedicado o las citas que nuestro músico usará en reconocimiento, como las utilizadas en la Sinfonía nº 12, actividad que mantendrá con la asistencia a los estrenos de obras sinfónicas además de participar como solista de piano en las 7 romanzas sobre poemas de Alexandre Blok, con Galina Vishneskaia, David Oistrakh y Mstislav Rostropovich y la Sonata para chelo y piano con Oistrakh.  Este Concierto para flauta Op. 75, era precisamente una obra que le acercaba a aquellos compañeros de generación, con visos de guiños humorísticos y procaces de acentuada resolución.

Dos obras de Felix Mendelssohn-Bartholdy, prevista estaba  Meeresstille und glückliche Fahr Op. 27, en Re M. (Mar en calma y próspero viaje) pero definitivamente, Joana Carneiro se decidió por la obertura Las Hébridas Op. 26, fogosa por su ideario descriptivo y acorde con sus desenvueltos recursos de la directora, obra producto de un viaje a aquellas tierras altas escocesas y que como consecuencia dejará una composición entre descriptiva y programática producto de una impresión no tan grata como hubiese deseado. Viento y mar que musicalmente nos traslada a la gruta de Fingal, y que en su título inicial se conocería como Die einsame Insel, antes de su revisión posterior que la dejará tal cual se conoce. Dos temas en clara oposición de las que se acentuaría los imaginarios paisajes descriptivos.

La Sinfonía nº 3, en la m. (Escocesa), no deja de evocar otro viaje ensoñado que conocerá su estreno en la Gewandhouse de Leipzig, en 1842. Brumas en el recuerdo desde la Introducción-Allegro, en La m., remarcado con pinceladas solemnes y que se resuelve como  un Andante, en el que clarinetes, fagotes y trompas, toman el preciso protagonismo a partir de un estilo de balada, permitiendo  un Allegro agitato más denso a cargo de las cuerdas que derivan en un pianissimo, una variante ornamentada hacia otro tema en legato efusivo expresado en un desarrollo que reconduce al tema inicial. 

El Vivace, especie de Scherzo, en dos partes, resultaba un popular pibroch-estilo de gaita sobre un tema pentatónico-, y que protagonizaba  el clarinete acompañado por la cuerda en staccato  enmarcado entre graciosos arabescos de las maderas. El Adagio, tiempo recogido e íntimo, es si cabe el más atractivo, con un personal sentido de marcha fúnebre en la que en su inicio, destaca por la armonización de trompas y chelos.   El Allegro Finale, completó  un balanceo expresado por violines, trompas y fagotes, que condujeron a un aire efusivo, una forma de Allegro guerriero, dejando espacio al Allegro maestoso definido por la sonoridad de las trompas en una apoteosis triunfal, ciertamente sorprendente.

Ramón García Balado

 

André Cebrián. Real Filharmonía de Galicia / Joana Carneiro

Obras de John Corigliano, Moisey S. Weinberg y F. Mendelssohn

Teatro Afundación, Vigo

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

Círculo das Artes, Lugo

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