El 4º Programa del Abono de Otoño de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su sede vallisoletana, correspondió por 5ª vez en su carrera a Roberto González-Monjas (Valladolid, 1988), actual Director Artístico y Titular de la Dalasinfoniettan sueca, del Musikkollegium Winterthur suizo y, en la próxima temporada, Principal Invitado en la Nacional de Bélgica. Vino acompañado por el clarinetista Andreas Ottensamer (Viena, 1989), Principal de la Filarmónica de Berlín, que debutaba aquí con el op. 120, nº 1 en Fa m. de Luciano Berio, orquestación de 1986 sobre la Sonata para clarinete alto en Fa m., op. 120/1 de Brahms (1894), primicia para la OSCyL. La Obertura de "Ruslán y Liudmila" (1842) de Glinka fue de inicio y en la 2ª parte Cuadros de una Exposición, orquestación de Ravel (1922) sobre la Suite de Piano (1874) de Músorgski.
Ottensamer es un apellido que ha hecho ilustre al clarinete en Europa y Andreas lo prolonga con todo mérito, sorprendiendo sobre todo por la naturalidad de su emisión y el terciopelo de su timbre, haciendo parecer sencillos cuantos giros y figuraciones haya en la partitura y Brahms en su original propone bastantes, respetados prácticamente en su totalidad por Berio, que mantiene la estructura en 4 movimientos a los que antepone una breve introducción orquestal, cambiando absolutamente el color en su reelaboración del acompañamiento al solista.
El Allegro sonó appassionato como debe, incluso con la orquesta reducida un punto enérgica, pero el solista aceptó el envite y compitió como igual, hasta el bello remate piano con paso de menor a mayor y toques similares a teclas. El Andante un poco adagio tuvo un legato precioso en el clarinete, dando sensación de intimidad bien recogida por oboe y flautas en el remate.
Jugosa la danza subsiguiente y alegre y luminoso el Vivaca, con momentos virtuosos de Ottensamer, librados con limpieza y musicalidad. Fue muy bien recibido por el público, que le premió, junto con el Maestro muy atento a todo y todos, con varias salidas.
Glinka había sonado por delante pleno de energía y bullicio, con metales, vientos y timbales acertados, y cuerdas, ligeras las agudas, y cellos cantarines en lo lírico, camino del explosivo final. Director entregado, tal vez con leves excesos gestuales, pero con gran feeling con la OSCyL.
Pero lo extraordinario vino con el trabajo de Ravel-Músorgski. Desde que la trompeta inició el Paseo con perfección, un calambre recorrió a cuantos allí estábamos, al intuir que íbamos a ver y escuchar algo grande. González-Monjas tiene la obra tan interiorizada, que transmitió su sentir a todo el amplio orgánico que lo siguió encantado; cada Paseo su ambiente específico; cada solista preciso y brillante; cada Cuadro con su tempo exacto y su relación debida, toda la agógica prevista servida al mínimo detalle, todo el conjunto concentrado y disfrutando y el Director tensando los hilos que obtenían sonido y música de calidad, equilibrio y emoción, con una energía interna que estallaba sin forzar en los fortes o se recogía melancólica, misteriosa o chispeante según la pintura; el feroce levantó de los asientos pero no de ruido sino de intención.
Asistimos a un espectáculo donde todos y cada uno de los músicos fueron protagonistas, llevados por un Maestro que dio y les dio todo para un triunfo total y memorable, rara vez producido así. Delirio general.
José M. Morate Moyano
Andreas Ottensamer, clarinete.
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Roberto González-Monjas.
Obras: Glinka, Berio-Brahms, Ravel-Músorgski.
Sala sinfónica "Jesús López Cobos" del CCMD de Valladolid.