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Crítica / La espiritualidad valiente de José Hernández Pastor - por Simón Andueza

Madrid - 06/03/2025

En una fría y desapacible tarde del recién estrenado mes de marzo, gracias a iniciativas como la que nos ocupa de Aeterna Musica, pudimos encontrar en Madrid de una original propuesta destinada a hacerse popular entre los melómanos que ansían encontrar un espacio para la meditación y el consuelo espiritual, a la vez que disfrutamos de nuestro patrimonio repertorio monódico tan necesitado de espacios para su audición.

La belleza del canto llano religioso occidental es de una pureza y espiritualidad sublime, como bien nos lo recordó José Hernández Pastor en su recital. A todo ello se le añadió el valor añadido del espacio en donde se desarrolló el concierto, la Iglesia de las Madres Mercedarias del madrileño barrio de Chueca que deslumbra por su hermosa construcción barroca, pero también, y lo que es más importante, por su extraordinaria acústica para el repertorio que nos ocupa, aportando la reverberación justa y necesaria para el repertorio interpretado. Y es que en Madrid muchas es difícil hallar templos con esta acústica y con el suficiente silencio como para poder asistir a un evento tan delicado y bello. 

José Hernández Pastor es un claro ejemplo de virtudes únicas. Su registro vocal, el de contratenor, se ha ido extendiendo y normalizando con el paso de estas últimas décadas, pero es difícil encontrar en estas latitudes a un intérprete que siga dedicando su carrera musical a un repertorio alejado de las arias dieciochescas ideadas para los castrati. Pudimos comprobar que el intérprete asturiano conserva una voz con sus facultades vocales en plena forma, y que su musicalidad es tan personal como contagiosa para el público que asiste a sus espectáculos.

El programa, bajo el título de La Sibila, los profetas y los milagros, recogió y puso en valor algunos de nuestros repertorios que tanta importancia poseen pero que tan poco frecuentes son de escuchar en nuestros escenarios. A los cantos gregorianos como tales se le sumaron un conductus del Códice de las Huelgas (siglo XIII), Audi, pontus, audi tellus, audi maris, y lo que fue el centro del concierto, El Canto de la Sibila recogido en el siglo XV en la Catedral de Barcelona.

Con una muy buena recepción por parte del público ante lo desapacible que se encontraba la tarde para asistir a cualquier evento fuera del hogar, los asistentes permanecieron en absoluto silencio durante la hora que duró el espectáculo, algo muy loable y que da muestra de lo acertada de la propuesta de Hernández Pastor.

El concierto comenzó con un primer bloque de obras titulado A la salvación del alma por la contemplación: invocar a la divinidad, mediante una evocadora puesta en escena que, desde la ausencia física del intérprete, pero escuchando a lo lejos su canto permitió a los asistentes adentrarse en el correcto clima de silencio y contemplación. José Hernández Pastor, completamente desprovisto de partitura, permitió con su transparente dicción del latín la comprensión de los textos, ayudándose de una teatralidad expresiva que recogía conceptos fundamentales de las oraciones sacras, tales como la mirada que anhela al Salvador o los brazos elevándose hacia las alturas cuando se expresaban conceptos como ‘Lux’, ‘Caelo’ o ‘Rex’.  Asimismo, la expresividad se apoyo en efectos como el temblor de la línea de canto mientras se sucedían conceptos como ‘Striderunt’ (gritaron).

En esta primera parte del concierto el intérprete introdujo elementos teatrales que apoyaron lo evocador del canto llano, su significado y su inspiración, como una hoguera alumbrada desde un cirio o los títulos de las piezas recogidos en un cuenco tibetano que el contratenor fue entregando a los asistentes y que dieron paso a posteriores improvisaciones de la línea recogida en los manuscritos.

A continuación, y tras el conseguido ambiente silencioso despojado del fácil aplauso, José Hernández Pastor interpretó El canto de la sibila, bajo el título explicativo de A la salvación del alma por el arrepentimiento, denotándose el carácter de implicación de demanda espiritual del evento y que fue en todo momento mantenido de un modo orgánico.

Los cantos gregorianos para Adviento y Navidad, como el conocido Puer Natus est nobis, concluyeron un concierto de un modo alegre, sereno y profundo, ayudando a que al menos durante la consecución del espectáculo los privilegiados asistentes pudieran obtener un sosiego espiritual que tan inexistente es en una ciudad como Madrid en la actualidad.

José Hernández Pastor exhibió una férrea e íntegra determinación para afrontar el programa completo en solitario cautivando a la audiencia con un extenso rango de dinámicas en función del significado del texto, a la vez que mostró su dominio absoluto del fraseo individual, dominando los distintos modos griegos en un ejercicio de interiorización de la tónica como referencia tonal.

Fue, en definitiva, todo un ejemplo del hallazgo de la paz interior a través de esta música. Los agradecidos aplausos mostraron el caluroso afecto del público hacia José Hernández Pastor de un modo verdadero.

Simón Andueza

 

La Sibila, los profetas y los milagros.

Cantos gregorianos y medievales para un pueblo sin aliento.

José Hernández Pastor, contratenor

Ciclo Aeterna Musica, 1 de marzo de 2025, 19:00 h. Iglesia de las Madres Mercedarias de la Purísima Concepción, Madrid.

 

Foto © txisti.com

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