Uno de los recitales más esperados de la duodécima edición del Ciclo de Guitarra que el Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) viene organizando cada temporada en colaboración con el prestigioso Máster en Interpretación de Guitarra Clásica de la Universidad de Alicante ha sido el realizado por el guitarrista, profesor y teórico del instrumento de las seis cuerdas, el alicantino Ignacio Rodes, catedrático en el Conservatorio Superior de Música de su ciudad natal y Director Académico del máster antes referido. Lo hacía con un programa muy acertadamente pensado en el que pude descubrir el ingenio de un compositor de Villena como fue Quintín Esquembre, discípulo destacado del muy admirado tañedor catalán Miguel Llobet, y del que yo sólo conocía su popular pasadoble La entrada, que terminaría siendo muy frecuente de escuchar en el momento del paseíllo con el que se abren los espectáculos taurinos.
Sus obras, Vals brillante y Zapateado encontraron en las manos de Rodes el intérprete ideal para poder disfrutar de todas las sutiles emociones que encierran estas íntimas composiciones, expresadas con tal respeto y encanto que quedaron fijadas en mi sentimiento de manera especial por su musicalidad y por el sentido en su concepción técnica, aspectos que fueron muy remarcados por el intérprete en un ejercicio de admirable consideración estética hacia el compositor. El rasgo didáctico del guitarrista quedó de manifiesto de manera relevante en la intuitiva recreación de estas preciosas piezas dignas del más aquilatado repertorio.
El concierto comenzó con la Suite en Re menor de Robert de Visèe, músico de significado predicamento en instrumentos de cuerda que desarrolló con gran protagonismo en la corte de Luis XIV. Rodes, en una muestra de muy cuidada estilización, expresó un rico entendimiento del particular aire de las diferentes danzas que contiene esta obra, determinado por el delicado sonido que sacaba a su instrumento construido por el lutier berlinés Dennis Tolz, que ha encontrado un muy apreciado punto de equilibrio sonoro en sus guitarras, que facilita, desde la particular doble ensambladura de tapa, la belleza de voz que emana de su acústica interna. Este hecho sirvió para acentuar el contraste contrapuntístico que requiere la Fuga en Do que ocupa la Tercera Sonata para violín, BWV 1005 de Juan Sebastián Bach, con la que Rodes ha realizado un impecable trabajo de transcripción, dejando así constancia de esa faceta fundamental de los grandes maestros de la guitarra, especialmente en la forma de tratar sus cuatro voces sobre tónica anunciando así la exposición de su rica y sensitiva conclusión.
En cuarto lugar tocó Preludio y danza de Julián Bautista, figura importante del nacionalismo español de vanguardia surgido en las postrimerías del primer tercio del siglo XX. Rodes se adentró en sus ingeniosas combinaciones armónicas trazando con espontánea frescura su discurso, que ha llevado a este intérprete a ser considerado como uno de los más destacados traductores de esta composición, única para guitarra que escribiera el insigne músico madrileño el año 1928.
Seguidamente hizo una delicadísima recreación de Preludio, Intermedio y Passapied de Salvador Bacarisse, destacando en la pieza central al acentuar su nota tenida que le daba un especial carácter evocativo a su constante tañido, que dejaba una sensación de bella fijación armónica en el oyente. Con dos obras de Joaquín Turina, Homenaje a Tárrega y Fantasía Sevillana, terminó el programa del recital en el que, simultáneamente a la ejecución de cada obra, se proyectaban en el fondo del escenario de la acústicamente extraordinaria sala de cámara del ADDA unas indicaciones informando sucintamente al público de las características y circunstancias de su composición, idea muy interesante que habría que poner en práctica en los escenarios que así lo permitan, sin por ello tener que suprimir la edición de las tradicionales notas de programa de mano que complementen y amplíen la curiosidad del espectador deseoso de quedar lo mejor informado.
El momento culminante de esta velada se produjo con el sentido homenaje que Ignacio Rodes quiso hacer a su maestro, el insigne José Tomás, con una magistral interpretación del Largo de la Sonata para violín, BWV 1005 de J. S. Bach bajo la proyección de una imagen de ambos, que le dio un componente más que entrañable a esta excepcional interpretación que cerraba definitivamente el recital, distinguiéndose por una calidez natural de tono y unos matices muy delicadamente expresados, con los que Ignacio Rodes se manifestaba transfigurado de emoción.
José Antonio Cantón
Recital de guitarra de Ignacio Rodes
Obras de Salvador Bacarisse, Juan Sebastián Bach, Julián Bautista, Quintín Esquembre, Joaquín Turina y Robert de Visèe.
Sala de cámara del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 22-III-2024