Del Km 0 que fue la primera edición del Festival Atrium Musicae (organizado por la Fundación Atrio Cáceres y con dirección artística de Antonio Moral -ver crítica en este enlace-), esta segunda edición se ha asentado en la ruta y el trayecto caminado en dos años ha situado a Cáceres en el mapa de esos pequeños festivales en días y grandes en música. El factor que ha cohesionado esta edición ha sido la pianista Elisabeth Leonskaja, ya bautizada “dama de Cáceres”, que ha vertebrado los tres conciertos celebrados en el siempre repleto Gran Teatro de Cáceres.
En el primero de ellos (antes se inauguró el Festival con la Orquesta de Extremadura) Leonskaja nos ofreció el relato del piano final de Beethoven, desde la Sonata Op. 109 a la Op. 111, en un ejercicio supremo de concentración, donde, más que tocar, explicó la evolución de la idea final beethoveniana, sembrada en el movimiento final de la Op. 109, agrandada en el de la Op. 110 y culminada en la Arietta de la Op. 111, como una trilogía en la que cada parte depende de la siguiente y no hay siguiente posible sin su antecesora (incluso armónicamente hay una evolución lógica). Fue así como la maestra, tras acabar las dos primeras Sonatas, se mantuvo oculta tras la tapa del piano, sin abandonar el escenario, esperando que menguaran las ovaciones, para, sin pérdida de tiempo, volver al relato pianístico que quedaba en suspenso por el protocolario aplauso; si alguien le hubiera dicho que solo se aplaudiría al final de la última Sonata, habría sonreído como la jovencita que llegó a Viena en los años setenta con pocos medios pero con ilusión y un talento incomparable.
Al día siguiente, tocó la “schubertiada” tan querida por la pianista, donde confluyen generaciones de músicos interpretando a Schubert, compositor que lleva acompañando a Leonskaja toda su vida y que ha engrandecido la leyenda de la pianista. Junto a ella, otro gran maestro en el arte de acompañar, Julius Drake, se encargó de llevar en volandas a dos muy jóvenes cantantes becados por la Schubertiada de Vilabertrán (la soprano Katja Maderer y el barítono Jonas Müller) en una serie de bellísimos Lieder con textos de Goethe. Y para comenzar esta reunión en torno a Schubert, Leonskaja hizo la Sonata D 537, de perfecto equilibrio de contrastes entre los movimientos extremos, el tormentoso Allegro inicial y Allegro final de continuas y progresivas respuestas, frente un Allegretto quasi andantino de sucesivos juegos sutiles que alternativamente van iluminando u oscureciendo la expresión. Tocar esta obra “menor” así (en principio estaba anunciada la más “importante” Sonata D 664) y entenderla de esta manera, es como la preparación de una materia prima básica transformada en un bocado exquisito por Toño Pérez, chef de Atrio Cáceres.
Y para concluir la schubertiada, la Fantasía en fa menor para cuatro manos, con Julius Drake en la parte izquierda, dejando el desarrollo melódico a la maestra. Inenarrable la capacidad de desglosar los motivos y el sonido obtenido por ambos (eso que el Teatro es bastante seco en acústica), en una obra siempre íntima, en la que el alma de su creador nos desvela su verdadera naturaleza. Inolvidable.
Si el día anterior fue una “schubertiada”, bien podríamos llamar a la confluencia de músicos para interpretar a Schumann una “schumanniada”, con el joven Cuarteto Kandinsky (amadrinado por la pianista georgiana) y Leonskaja, en otro creador muy interiorizado por la maestra, del que escogió los Estudios Sinfónicos (el Carnaval hubiera sido muy oportuno por las fechas y las cabalgatas que se sucedían fuera del Teatro). Solo el tema inicial lo toca con una seriedad a lo Cesar Franck, dando a la polifonía su importancia capital. Un sonido de una redondez plena, colorista y diáfano, mostró la elaboración compleja de las voces schumannianas, de las melodías que se cruzan y se transforman, de la evolución formal de un simple y serio tema inicial. Con el joven Cuarteto Kandinsky se escuchó un muy bien intencionado Cuarteto Op. 41/1 (crecerán e irán ofreciendo con los años grandes conciertos, seguro) y acompañando además a la maestra en el inenarrable Quinteto con piano. Un lujo de programa tocado con mucha emoción, repleto de belleza en cada minuto de música, como un jardín rebosante de flores.
Entre estos conciertos, este Festival ofrece alternativas, llamemos más ligeras, con conciertos matinales en la Concatedral de Santa María y el Museo Vostell Malpartida, donde nos acompañó incesantemente la lluvia tan deseada y que frustró una visita tranquila a este peculiar recinto artístico. En éste se escuchó al arte de Diego Ares, nuestro clavecinista más internacional (entrevistado en RITMO de noviembre pasado), en una sobria y ausente de retórica versión de las Variaciones Goldberg de Bach, tocadas con mucha concentración y detalles del enorme bachiano que ya es. Comprobar cómo pasó el tiempo entre la primera aria del tema y la misma que cierra este colosal ciclo variativo, fue como mostrar el envejecimiento de un rostro humano al paso de los años con una cámara súper rápida.
Y en el de la Concatedral, en la que no cabía un alma, el dúo formado por el organista Daniel Oyarzabal y el trompetista Manuel Blanco (¡qué dos grandes y sencillos músicos!) se ingeniaron un trabajo acústico de primer orden para este recital de trompeta y órgano y su problemática fusión en un templo de altas bóvedas, con algunas piezas para órgano solo (como un Preludio y Fuga en re menor de Mendelssohn, nada menos) y piezas para trompeta y piano que mostraron la alta imaginación y, sobre todo, la calidad desbordante de nuestro mejor trompeta, el solista de la Orquesta Nacional de España, Manuel Blanco.
Con la esperanza de hacer llegar la música a las nuevas generaciones, así como al público en general, la Fundación Atrio Cáceres consigue con este Festival aglutinar sentidos, desde los espacios históricos, naturales, gastronómicos y los escenarios patrimonio de la humanidad del bellísimo casco histórico de Cáceres. Es decir, en cuatro días, se conjugan algunos de los verbos para los que tiene sentido la vida. Y como anunció Antonio Moral, ya está preparándose la tercera edición, que será desde el 29 de enero de 2025. Como ven, hay suficientes motivos para ir…
Gonzalo Pérez Chamorro
II Festival Atrium Musicae (Fundación Atrio Cáceres)
Conciertos en Gran Teatro: Elisabeth Leonskaja, Julius Drake, Katja Maderer, Jonas Müller, Cuarteto Kandinsky
Conciertos matutinos: Daniel Oyarzabal, Manuel Blanco, Diego Ares
Gran Teatro de Cáceres, Concatedral de Santa María y Museo Vostell Malpartida (Cáceres )
Foto: Elisabeth Leonskaja interpretando Beethoven en el Gran Teatro de Cáceres / © Ana Múgica