Como grupo residente de la temporada 23/24 del CNDM, el Cuarteto Quiroga lo celebra por partida doble. Por una parte, su 20 aniversario, que coincide con una nueva grabación discográfica, Atomos, con obras de Haydn, Beethoven, Bartók, Kurtág y Webern. Y su primer concierto como grupo residente no pudo ser más estimulante, con la participación de Jörg Widmann en la doble faceta de compositor e intérprete.
Y con Widmann se hilvanó un programa que se abría precisamente con el mismo Cuarteto de Haydn que acaban de publicar, el Op. 42 (el único de un encargo español de dos, y parece que su hermano acaba de ser descubierto por María Álvarez-Villamil, musicóloga del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, en un archivo musical de la Casa Navascués), interpretado buscando la esencia más pura, cuidando la tersura y el equilibrio sonoro, tratando los fraseos con escaso vibrato y con una pureza melódica en busca de la esencia haydniana. No es un Haydn de alturas colosales (como los hay en las Opp. 20, 33 o 76), pero todo en él destila belleza (mucha en el Adagio), buen gusto, concisión y ni una nota que sobre (se supone que ese Adagio, probablemente retocado por Haydn, remite directamente a su adorado Mozart). Es decir, pasó desapercibido ante los titanes que le siguieron en el concierto, pero dejó una honda emoción.
El Widmann compositor recibió el estreno español de su Cuarteto de cuerda n. 9 “Estudio sobre Beethoven IV” (2022), obra profundamente estudiada por el Quiroga, que extrajo de la partitura los mil y un detalles en los que Beethoven era representado y metamorfoseado, desde los últimos Cuartetos (incluida la Gran Fuga) hasta el movimiento final de la Novena Sinfonía. Y es precisamente buscar la esencia del cuarteto de cuerda lo que crea Widmann en esta obra que desafía al oyente en su descomunal Allegro alla marcia final (que imaginativo el detalle de aplicar la sordina en el segundo violín, en este caso Cibrán Sierra -garantía de estudio e implicación-, en los momentos finales del Cuarteto) que previamente había dejado instantes de soberbia belleza en los compases finales del Recitativo; cuarenta minutos de cuarteto de un creador imprescindible de hoy, donde la estructura, el tratamiento técnico y tímbrico y, por encima de todo, el melos, tienen cabida en cada una de sus obras.
Y del compositor al intérprete. Con el clarinete como medio de expresión, Widmann es un clarinetista que explora la sonoridad desde facetas menos usuales y que transmite al oyente la sensación de estar ante un elemento sonoro nuevo, ampliado sobre la base tradicional de un clarinete. Y escucharlo en Mozart (el sobrenatural Quinteto para clarinete y cuerda en la mayor KV 581) es una experiencia, ya que la sonoridad trasciende hasta registros “sarastrianos”, de una solemnidad propia del profundo y masónico personaje de La flauta mágica. Llevados en volandas por Widmann, el Quiroga hizo un gran Mozart, a pesar de algún leve desajuste en la sonoridad grave y la consistencia, en espacial en el excelso movimiento lento (bueno, no tan lento, es un Larghetto, y agradece la fluidez más que nada) y las variaciones finales, con una sucesión de intervenciones precisas y hermosas de los miembros del Quiroga, en alas de una obra y de un solista que lo merecían y en una búsqueda de la esencia, esa misma que se indaga cuando se llega a la madurez de un cuarteto.
Gonzalo Pérez Chamorro
Cuarteto Quiroga
Jörg Widmann, clarinete
Liceo de Cámara XXI, CNDM
Obras de Haydn, Widmann y Mozart
Auditorio Nacional, Madrid
Foto: El Cuarteto Quiroga junto al compositor Jörg Widmann, tras estrenar en España su Cuarteto de cuerda n. 9 “Estudio sobre Beethoven IV” / © Rafa Martín