Último concierto de la presente temporada de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, en esta ocasión dirigida por el maestro Masaaki Suzuki.
La primera obra que disfrutamos fue la Sinfonía nº 44 “Trauer” (Fúnebre) de F.J.Haydn, compositor nacido en Austria en 1732 y fallecido en 1809. Amigo de Mozart y maestro de Beethoven. Fiel reflejo del movimiento literario Sturn und drang (Tormenta e impulso) que la orquesta atacó con gran fuerza rítmica en su inicio. Silencio. Los intermedios al inverso: primero el minueto y luego el adagio. El movimiento lento, el más hermoso, dirigido con una gran melancolía, fúnebre pero no triste, con gran protagonismo del oboe y la trompa.
El Réquiem de Toru Takemitsu, músico japonés nacido en Tokio en 1930 y muerto en 1996, fue el intermedio, corto pero brillante. Compositor casi autodidacta empezó con la música electrónica e estuvo influenciado por Debussy y Messiaen hasta que conoció a Cage. La primera sección, diálogo de violines y violas con un dinámico solo de viola; silencio; la segunda sección aterciopelada en contraste con la tercera mucho más dinámica. El sector de viento de la orquesta (trombones, fagots, cornos y clarinetes bajos) añadió el carácter sombrío a la pieza.
Estas dos piezas anticiparon el Réquiem de Mozart (versión de Masato Suzuki): precedido por un silencio ligeramente mesurado por el Introitus y, de repente, el estallido de las impetuosas voces del Orfeón Pamplonés que con su actual director, Igor Ijurra, ha recuperado su proyección internacional y sus proyectos de ópera. Vaticinio de la majestuosidad que nos envolverá durante toda la obra.
Composición incompleta: incluso en la creación de la Lacrimosa, Mozart trazó apenas unos cuantos compases. La obra la concluyó uno de sus discípulos, F.X.Süssmayr, imbuido completamente por el espíritu del maestro.
Disfrutamos, gracias a la dirección del maestro Suzuki y de los magníficos intérpretes de la orquesta, del espíritu galante que infundía el músico nacido en Salzburgo en 1756 y muerto con apenas 35 años en Viena que, a pesar de su juventud, insuflaba a sus obras una gran complejidad psicológica. Todo el elenco se acopló lúcidamente a los requerimientos de W.A.Mozart apoyado por las adecuadas voces solistas: Jone Martínez, Roxana Constantinescu, Maximilian Schmitt y Christian Imler, con gusto y elegancia.
Mozart consideraba la muerte el destino de la existencia lo que le servía de consuelo. Conoció la masonería por Haydn y por eso la consideraba parte de la vida. Podemos unir a esta idea el concepto japonés del Mono no Aware , la sensibilidad a lo efímero, la vida y la muerte unidas, tristeza de la realidad: momentos fugaces de belleza que nos hacen estremecer.
Como opina Takemitsu: “El silencio es la madre del sonido”.
Genma Sánchez Mugarra
Orquesta Sinfónica de Bilbao
Masaaki Suzuki, director
Jone Martínez, soprano; Roxana Constantinescu, mezzosoprano; Maximilian, tenor y Christian Imler, bajo
Música de Haydn, Takemitsu y Mozart
Palacio Euskalduna de Bilbao