El pasado viernes, día 1 de octubre, tuvimos la ocasión de disfrutar del segundo concierto de la temporada 2021/2022 de la Orquesta y Coro Nacionales de España, dirigido por uno de sus principales maestros invitados, Juanjo Mena, con un programa comprendido por obras del Romanticismo germánico procedente de dos de sus principales representantes del siglo XIX, Johannes Brahms y Robert Schumann, autor este último que comprenderá una de las figuras relevantes de la agrupación, al centrar la primera parte de la temporada en su producción sinfónica y coral menos interpretada.
En la primera parte, la formación abordó uno de los principales conciertos para violín de la literatura dedicada a este instrumento, la monumental creación que Johannes Brahms destinó al mismo, influenciado por su amistad con el célebre violinista Joseph Joachim, quien le ofreció bastantes recomendaciones en la escritura de la parte solista, que en esta ocasión fue interpretada por el violinista canadiense James Ehnes. Podemos afirmar, con completo convencimiento, que la propuesta artística de este formidable intérprete se trata de una de las más conmovedoras y de mayor equilibrio tanto técnico como musical que, al menos desde hace tiempo, se han presenciado seguramente en el Auditorio Nacional de Música, particularmente por parte de un artista que predomina como uno de los más destacados representantes del instrumento a nivel internacional.
Considerando diferentes parámetros, entre los mismos la compleja escritura idiomática de esta música, una de las más exigentes desde el punto de vista técnico de todas las existentes en las composiciones paradigmáticas para violín y orquesta, la visión de Ehnes se encontró comprendida por un cálido sonido, un intenso lirismo, una cuidada afinación, una amplia proyección y una excelsa brillantez, que consiguió transmitir, mediante una limpieza, precisión y claridad observada en pocas ocasiones, con una mención aparte hacia la precisión de determinadas secciones especialmente demandantes, la afectividad emotiva, sensorial y sentimental de una partitura que comporta la esencia del pleno Romanticismo.
La orquesta, por su parte, enérgica y delicadamente dirigida por Juanjo Mena, de quien nunca dejará de encantarnos tanto la elegancia como la naturalidad de su gesto, acompañó las intervenciones de una obra eminentemente sinfónica de manera intensa, con la consiguiente combinación entre el temperamento apoteósico y el lirismo nostálgico que corresponde a la personalidad del lenguaje del compositor alemán. El fundamento sonoro, procedente de los instrumentos graves, se encontró magníficamente construido entre las cuerdas y los vientos, en los que nuevamente destacó un buen equilibrio, prevaleciendo la presentación inicial del segundo movimiento mediante una introducción de oboe interpretada con una energía y una clara dirección adecuadas al fraseo, aunque, particularmente, ligeramente menos conectada con la visión del solista, quien tranquilizó sutilmente el tempo al comienzo de su intervención. Consideraciones al margen, ciertamente predominó la concepción desde una perspectiva camerística, una circunstancia que permitió el hecho de que prevaleciese el contenido del discurso al margen de cualquier individualidad.
Como complemento, Ehnes ofreció como propina el Preludio de la tercera partita para violín solo de Johann Sebastian Bach, a modo de pequeño presente, con una dirección y una luminosidad verdaderamente prodigiosas.
En la segunda parte, el combinado nacional ofreció una interesante propuesta de la cuarta sinfonía de Robert Schumann, una obra contrastante respecto a la que fue incluida en el primer programa de la temporada, su tercera sinfonía, tanto en su concepción, con todos los movimientos unidos de una manera sucesiva, sin solución de continuidad, como en su pretensión, debido a que los primeros compases del primer movimiento contienen, de forma explícita, una gran parte del material utilizado en la misma como una metamorfosis de la célula inicial, lo que configura una específica función expresiva en el conjunto.
La atormentada personalidad de Schumann, con sus cambios afectivos o sentimentales, que encaminan su discurso desde la desesperación o el desasosiego hasta la exaltación o el triunfalismo, se percibió de una manera apoteósica en la versión de un Mena entregado, permanentemente en contacto con la agrupación, preciso en sus indicaciones y con una buena adecuación en los planos sonoros de una partitura de demandante exigencia, como consecuencia de su orquestación. Las intervenciones solistas otorgaron un colorido lírico y de profunda sensibilidad en el segundo movimiento, centradas en la visión intimista del concepto de un amor idílico, fundamentado en los hermosos recuerdos de un nostálgico pasado, que, lejos de introducirnos en una exasperante soledad, condujeron la evolución de la energía hacia un solemne tercer movimiento que preconizó la transformación de su contenido hasta un cuarto movimiento exuberante y brillante, con el que el autor, dentro de su mundo interior, ofrece la sublime visión de la culminación de una vida hermosa en la que lo más preciado es la felicidad que nos proporciona el tránsito a lo largo del camino. La emotividad en esta sinfonía halló gran precisión en prácticamente todas las secciones de una orquesta que deleitó, con su calidad, al público presente.
Abelardo Martín Ruiz
James Ehnes, violín
Orquesta y Coro Nacionales de España
Juanjo Mena, director
1 de octubre de 2021, 19:30 horas
Auditorio Nacional de Música
Obras de Johannes Brahms, Robert Schumann