Inmediatamente antes de comenzar su gira otoñal europea, la Filarmónica de Oslo y su director principal Klaus Mäkela reafirmaron su excelente trabajo en común iniciado en el 2020 con estos dos conciertos de excepcional calidad. La primera Rapsodia Rumana de Enescu comenzó el primero de ellos como una fulgurante exposición de claridad contrapuntística coronada con una danza final de vertiginosidad sin atropellos. Y en el concierto para violín de Stravinsky la talentosa violinista Vilde Frang sobresalió con un fraseo incisivo y tan terso como la interpretación de Mäkëla. En el Aria I el director y la solista reafirmaron la estructura neoclásica de la obra con cualquier lirismo excesivo con talentosa combinación de distanciamiento y claridad armónica. Ello les permitió contrastar con un conmovedor tratamiento melódico del Aria II.
Pero nada certificó mejor la excelencia de la evolución conjunta de Mäkëla y ésta, la orquesta que creyó en él al contratarlo cuando solo tenía 22 años de edad, que la Sinfonía número 4 de Tchaikovsky. Se trata de una evolución enriquecida por la adversidad de una sala de conciertos que les obliga a proyectar su sonido con dificultad: los instrumentistas no pueden escucharse entre ellos como lo hacen en las grandes salas europeas que visitan en sus giras, y ello obliga al director a redoblar esfuerzos a través de una estrecha interacción para graduar dinámicas y posibilidades cromáticas. Pero tal vez son precisamente estos problemas los que aquí catapultaron una estructura unificadora y de vibrante exposición melódica.
Luego de los fortissimi que cierran fanfarria inicial las cuerdas entraron con premonitorios pero delicadamente subrayados sforzandi y, seguidamente, el tiempo de vals iniciado por el clarinete contrastó con espontaneidad relajada y sin detenimientos preciosistas. Más que dirigir Mäkelä interactuó minuciosamente con la orquesta que lo ha visto crecer a través de miradas, y suprema energía y flexibilidad no solo en sus brazos y manos sino con una mímica general casi bailada, y ésto sin las grandilocuencias Bernstein o Rattle sino mas bien como un diálogo en la cual pareció sugerir y escuchar a cada uno de sus colaboradores. Al Andantino intenso pero sobrio en su expansión melódica siguió un tercer movimiento con pizzicatos precisos pero nunca sobre-enfático. Como conclusión obvia de esta sólida narrativa, el Allegro con fuoco final progresó con una fuerza a la vez irresistible y liberadora.
La interpretación del Emperador de Beethoven que abrió el segundo concierto fue tal vez mas discutible por la rapidez de algunos tiempos y una densidad y vigor que quitó algo pareció quitar oxígeno y majestuosidad al primer movimiento. Leif Ove Andnes siguió estas urgencias con precisión y expresividad pero alguna dificultad en los acordes iniciales. Luego de una cuidadosa transición del segundo al tercer movimiento en el cual el arrojo de la orquesta pareció querer tragar a la tentativa exploración del piano, Mäkelä impuso un final abrumador por el enfático peso de su marcado pero rebosante en energía, una especie de danza aldeana. Este fue un Beethoven discutible pero atractivo por una intensidad sanguínea, tal vez mas válida para el siglo XXI que para el anterior.
La interpretación de Mäkelä para el Concierto para Orquesta de Bartók combinó una cuidadosa exposición de detalle con una cierta “libertad” de forma, por ejemplo, en el contraste entre los casi esfumados trémolos de cuerda en la Introduzione y la explosiva irrupción del fugato de metales al medio de este movimiento inicial. Después de un Giuoco delle coppie” transparente en el contraste entre pares de vientos y un tambor magistralmente marcando en piano la Elegia comenzó con todo el misterio requerido para contrastar efectivamente con el abrumador énfasis de los tutti de orquesta en la sección central. Y verdaderamente “elegíaco” fue el retorno del movimiento a la paz del nocturno inicial, esta vez marcada con cautivantes intervenciones de piccolo y tímpano. Luego de la antítesis entre la melodía dominante y la grotesquerie del Intermezzo Interrupido, Mäkelä y su orquesta se lanzaron a un Finale Pesante Presto asertivo en el llamado inicial de los cornos, urgente y vertiginoso en los fugados y conmovedoramente exaltado en las postreras intervenciones de cuerdas y vientos.
Klaus Mäkela seguirá al frente de la Orquesta Filarmónica de Oslo hasta el 2027 un año durante el cual su progresiva internacionalización le obligará a compartir su tiempo con la orquesta del Concertgebouw y Chicago. Mientras tanto los conciertos con su orquesta noruega permitirán apreciar lo que por el momento no es posible con ninguna otra, esto es, la progresiva maduración recíproca entre un director y su orquesta a través de un quehacer cotidiano asiduo y constante. Una serie de grabaciones ya acreditan el valor de este fructífero trabajo en común.
Y tal vez para 2027, la capital del país mas rico del mundo en términos de dinero y bienestar social se haya finalmente decidido a completar la renovación arquitectónica iniciada con su magnifica casa de ópera con un auditorio de conciertos merecedor de esta orquesta, este director y cualquiera sea su sucesor. Un buen indicio es el nombramiento como director ejecutivo de la Filarmónica de Knut Skansen, un líder empresario asociado con la puesta en marcha de la biblioteca pública Deichman. Éste es un maravilloso hábitat literario con espacios abiertos a quienes quieran no sólo leer sino pasar el día entre estantes y libros accesibles a todos. La misma capacidad de convocatoria debería tener una nueva sala de conciertos que debería canalizar una disponibilidad de fondos públicos y privados similares a los que junto a la Ópera, y la Biblioteca Deichman y también el Museo Munch no sólo cambiaron la fisionomía del fiordo de Oslo sino que también pusieron la cultura a la altura de sus recursos económicos monetarios. Porque sin música clásica no hay bienestar social que valga.
Agustín Blanco Bazán
Oslo Concert Hall, jueves 24, y viernes 25 de octubre de 2024.
Orquesta Filarmónica de Oslo.
Dirección: Klaus Mäkela.
Enescu: Rapsodia Rumana n. 1. Stravinsky: concierto para violín (solista: Vilde Frang). Tchaikovsky: sinfonía n. 4. Beethoven: concierto para piano n. 5 (solista: Leif Ove Andsnes). Bartók: concierto para orquesta.
Foto © John-Halvdan Olsen-Halvorsen