La pianista georgina Khatia Buniatishvili (n. 1987), hizo su presentación en el ciclo Grandes Intérpretes hace cinco temporadas. En aquella ocasión, acompañada por la Orquesta del Capitolio de Toulouse en una interpretación, idiomática y con momentos de pasión nada postiza, del Concierto para piano de Grieg. Por eso, y por haber centrado su actual programa en cuatro pilares del piano beethoveniano (anticipándose a la celebración de los 250 años de su nacimiento, en 2020) podríamos hablar de una “confirmación de alternativa” pianística, en toda regla. Probablemente, por la misma razón, Buniatishvili intentó dejar muy claro, a la audiencia, las credenciales de su actual estética.
Un piano claramente subjetivo, donde su principal característica deriva en tensionar los tempos a los límites de la lentitud deconstructiva o de la rapidez excesiva. En tal sentido, fue la primera parte del programa la más proclive a tales inclinaciones. Las Sonatas La Tempestad y Claro de luna se prestan, como pocas, dentro del catálogo del alemán, a este tipo de reinterpretación subjetiva. La georginana nos dejó muy claro que es capaz de interpretar los adagios con una lentitud en la que se llega a perder la línea musical (el adagio de La Tempestad) o con una velocidad totalmente fuera de la tradición (el presto de la Claro de luna).
En la segunda parte (Patética y Appassionata) logró reconciliarse mayoritariamente con la ortodoxia. Un piano inquieto, trepidante, por momentos impetuoso (sobre todo en los dos Allegros finales, que resultaron algo emborronados), pero que mereció el interés de este oyente y también del público (al menos mucho más que en la primera parte).
Lo que no podemos negar de Buniatishvili es el sano objetivo de ser original y de aportar algo distinto en la ejecución de Beethoven. Probablemente ese objetivo se alcance con mayor claridad con el paso de los años. Mientras tanto nos quedamos con su piano enérgico y vibrante.
Juan Berberana
Khatia Buniatishvili, piano.
Obras de Beethoven.
Auditorio Nacional, Madrid.
Foto © A. Moral (vía Twitter)