Gustavo Díaz-Jerez es compositor y pianista y durante el concierto su música convive con naturalidad con la de Ligeti y la de Beethoven. Habla de lo que va a tocar acercándose a un público que llena el teatro Fernando de Rojas, recreando en tamaño quizá lo que serían los conciertos públicos en el siglo XVIII, XIX, lejos aún de la apuesta por los grandes auditorios.
Comienza tocando el Estudio nº 5 “Arc-en ciel” de Ligeti, una delicada pieza con ambiente jazzístico y un poco de swing que nos abre la puerta al sentir del pianista.
Continúa con la Sonata op. 9 en mi mayor, op. 14, nº1, de Beethoven, compuesta en 1798. Díaz-Jerez toca como el compositor que él es, concentrado en los aspectos estructurales, formales, de textura y a la vez, como pianista, resolviendo los aspectos técnicos, pero todo ello no oculta sus sentimientos, encuentra el juego y la ternura beethovenianos sin necesidad de acudir a la fiereza en los contrastes, sin necesidad de exacerbar los contrarios. Transparencia, sinceridad.
“Coloana infinita” es el título del Estudio nº 14 de Ligeti. Nos cuenta el pianista que está inspirado en una escultura creada por Brâncusi que es una estilización de los pilares funerarios del sur de Rumanía, un monumento romboidal de más de 30 metros de altura. El estudio quiere reflejar esas medidas a través del piano creando un ambiente similar al otro estudio de Ligeti “La Escalera del Diablo”.
Volvemos a Beethoven con la Sonata nº 3 en do mayor, op.2, nº3. Compuesta en 1794 y dedicada a Joseph Haydn. A destacar el maravilloso e intenso Adagio, pura poesía en manos de Díaz-Jerez. Y aunque está escrita para pianoforte, los de la época, con una tesitura de cinco octavas y bastantes limitaciones en comparación con los pianos actuales, seguro que no admitiría un allegro a la velocidad que lo pudimos escuchar, pero cuando se puede, no hay que escatimar recursos.
La segunda parte del concierto se abre con una obra de Díaz-Jerez, “Succumbus” que es uno de sus 25 Metaludios compuestos en 2016. Es una obra espectral que busca efectos en la cordera del piano usando técnicas extendidas. Habla de pesadillas y parálisis durante el sueño.
De Metaludios interpreta también “Homenaje a Antonio Soler”. Esboza las dos sonatas en que se ha inspirado. Nos cuenta el proceso. Elige células de ambas sonatas y las mete en el ordenador que las mezcla mecánicamente. Del resultado el compositor ordena lo que más le gusta. Lo que oímos es una deconstrucción de las sonatas de Soler, algo pianísticamente novedoso.
Entre ambos Metaludios el pianista interpreta la Sonata nº12 en la bemol mayor, op.26 compuesta en 1800. Una sonata escrita ya para el pianoforte donde explora los aspectos de lo lúgubre en su Marcha Fúnebre, presagios del Romanticismo.
Para terminar el concierto escuchamos la Sonata nº 27 en mi menor, compuesta en 1814, el año de la derrota de Napoleón. Una sonata en dos tiempos con un texto escrito en alemán al comienzo de cada uno a manera de indicación de cómo debe tocarse. Música muy germánica. El intérprete de nuevo nos lleva al terreno de una expresión delicada. Utiliza la agógica justa y oportuna sin exagerar. La transparencia en las voces y armonías nos lleva a hacernos la ilusión que es el propio Beethoven el que está tocando su sonata.
Tras los encendidos aplausos Gustavo Díaz-Jerez se despidió con un preludio de Debussy, el otro gran revolucionario, “La Puerta del Cielo”.
Sol Bordas
Gustavo Díaz-Jerez, piano / BEETHOVEN ACTUAL (CNDM)
Círculo de Bellas Artes, Teatro Fernando de Rojas
11 de noviembre de 2019
Foto © Noah Shaye