Sebastian Zinca dirigió a la Real Filharmonía de Galicia destacando Judith Jáuregui como solista para Noches en los Jardines de España, de Manuel de Falla, completando sesión con Entropía, de Inés Badalo y un clásico de Juan Crisóstomo Arriaga, en su Sinfonía en Re. Inés Badalo, guitarrista y compositora extremeña, fue alumna entre otros de Carles Trepat, Ricardo Gallen, Álvaro Pierri o A. J. Gonçalves y en el ámbito de la composición de Franck Yeznikian, J.M. López López, Luis Tinoco y C. Bachmann. Recibió galardones de importancia como los Concursos de Composición Manuel de Falla; la Soc. Portuguesa de Autores/Antena 2; Francisco Guerrero Marín; Jóvenes de la SGAE/CNDM o el certamen F. Lopes- Graça. Cuida igualmente sus preferencias por los géneros camertísticos junto al Trío Arriaga, el Ensemble Sonido Extremo o el Ensemble Soli- Tuti, mientras ejerce la docencia en el Conservatorio de Elvas (Portugal). Como compositora, sus referentes desde los grandes clásicos, son también Haas, Czernowin, Kaija Saariaho, Luciano Berio y G. Liget. Entropía, reto asumido para Zinka, era modelo de pieza típica por el uso de técnicas extendidas por el tratamiento concedido a los instrumentos, presumiendo un caos ordenado dentro de cierta aleatoriedad para sorpresa del oyente y en la que el director confirmó sus preferencias en obras como la de Badalo, estrenada por la Orquesta Gulbenkian con Nuno Coelho.
Judith Jáuregui, pianista de consolidada carrera internacional, reconoce su débito con el maestro Vadim Suchanov, en Berlín y dentro de sus ambiciones destaca el aprecio especial a los compositores españoles de la generación de los Granados, Albénz y Manuel de Falla, el gaditano al que prestó siempre una dedicación en preferencia, en convocatorias como la celebrada en honor a su apreciada Alicia de Larrocha, en una gala ofrecida en el Auditorio Nacional, en un monográfico dedicado Falla, con esta obra y El sombrero de tres picos y que tendría resultados en un registro en cd. La pianista recibió una entregada acogida en el pasado Festival Bal y Gay, en su octava edición, formado de festivales que se ajustan a sus preferencias y especialmente ese al que eligió para interpretar obras de Schubert y Beethoven, en la Basílica de San Martiño. En A Mariña luguesa, conserva un lugar de reposo al que recurre con regular frecuencia, disponiendo de una casa propia en Rinlo. Judith, para mayor confianza en sus posibilidades, creó su propio registro discográfico, Berli, compartiendo medios de divulgación con el sello alemán Ars Produktion.
Noches en los jardines de España, impresiones sinfónicas para piano y orquesta, en dedicatoria a Ricard Viñes, fue estrenada el 9 de abril de 1916, en el Teatro Real de Madrid teniendo como solista a José Cubiles y la O. S. de Madrid, en un concierto que incluía El Amor Brujo. Un Falla de vuelta de París, por los temores de la Primera Gran Guerra y que llegaría en esbozos de Nuits dans les jardins d´Espagne, una ambigüedad de aire afrancesado de tres impresiones sinfónicas iniciadas en 1909. Obra proyectada originalmente como una serie de cuatro nocturnos para piano solo, dos de los cuales serían descartados. El de Cádiz, acabará integrándose en El Amor brujo y en La Atlántida, el llamado Nocturno de Sevilla. El autor rehará el proyecto dejando la obra en estos tres tiempos, por indicación de Viñes, buscando un resultado más colorista gracias al derroche de motivos y timbres entre siluetas caudalosas, fértiles y efervescentes. En El Generalife (Allegro tranquilo e misterioso, partimos de una introducción orquestal que reflejó precisamente ese ansiado pasaje nocturno creado por distintos instrumentos que anticipan la entrada del piano entre acentuadas figuraciones evocadoras en su expresión merced a los aspectos melódicos y rítmicos a lo largo de toda la extensión del teclado. En su desarrollo se reafirma la testimonial atmósfera requerida precisamente en su trazado por la insistencia de Viñes. La conclusión en pianissimo, ayudó a que el tiempo consiguiese el grado de magia pretendido. El tríptico es obra que para Judith Jáuregui, resulta como una de sus preferencias por los precisos perfiles que nos aporta a través de sus íntimos recovecos.
La Danza lejana (Allegro giusto), como segundo nocturno, mantuvo el mismo talante seductor entre remarcados apuntes rítmicos, en los que las respuestas orquestales otorgaron un preciso contrapunto especialmente en la forma de eco de las cuerdas. Delicia embriagadora de esa forma de estética modernista-impresionista, surgida al tiempo del encuentro con Santiago Rusiñol. A las puertas, se anuncia lo que en breve dejarán Albéniz y Granados. Una evocación pues, de ensueño y que curiosamente se dio de bruces con el rechazo de Gieseking. Frank Marshall, entusiasta de la obra, sería tildado jocosamente como El jardinero, por las veces que la incluía en sus conciertos.
En los jardines de la Sierra de Córdoba (Vivo), tercer nocturno, tiempo que encadenado sin solución de continuidad, precisamente para mantener el estado de ánimo en su integración, desde un detalle en forma de rondó realzado por un apunte en estribillo que destella en su preparación para la concesión del protagonismo al resto de la orquesta, en un estilo marcado por la serie de fuegos artificiales para mayor recreación. Perfecto juego de alternancias de las que el gaditano era genuino maestro por esas raíces tan andalucistas, palpables en el conjunto y el legado de su obra. Un solo de piano preparó a conciencia a través del rubato, la entrada poderosa de cuatro trompas. Una versión para orquesta de cámara pensada para la Orquesta Bética de Sevilla (1926), con trombones, percusión, trompas y celesta, había sido preparada por Eduardo Torres, m.c. de la Catedral hispalense y que llegó a atribuirse al propio Falla. Para el bis, nada tan en su punto como Granados en su Andaluza, quinta de las Danzas españolas.
Juan Crisóstomo Arriaga con la Sinfonía en Re, obra que sobrevive al lado de la obertura de Los esclavos felices, quedando como una pieza que se programa con cierta regularidad por sus estilismos mozartianos. El Adagio, relativamente breve, destacó por el ingenioso entrecruzamiento de cuerdas y vientos en permanente diálogo con acordes repetidos que se encumbra hasta un Allegro vivace, en canónica forma sonata y una strette precisamente a la italiana, para lograr un perfecto equilibrio. El Andante, permitía un diálogo que ayudaba a que los temas propuestos resultasen reconocibles gracias a su sencillez poética y transparencia sonora. El minueto ajeno a lo que en realidad se conoce en un tiempo con tal título, apreció precisamente el colorido de una pieza pastoral de escritura claramente sencilla, en la línea de toda la obra que culminó con el Allegro molto final, pretendidamente apasionado que no desmiente las intenciones de esta sinfonía dieciochesca.
Ramón García Balado
Judith Jáuregui. Real Filharmonía de Galicia / Sebastian Zinka
Obras de Inés Badalo, Manuel de Falla y J.C. Arriaga
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Teatro Afundación, Vigo