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Crítica / Juan Floristán convirtió en puro Arte su improvisado repertorio - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 15/10/2024

El "virus del solista" afectó por segunda vez consecutiva la programación OSCyL  sinfónica y de cámara; si en la apertura de Temporada de la Orquesta hubo de sustituirse a Pepe Romero, en el segundo del Ciclo de Recitales y Cámara fue el pianista Francesco Piemontesi el que canceló, ante repentina enfermedad en la madrugada del día del Concierto. La Gerencia de la OSCyL se movió con celeridad para no suspender, logrando que el pianista sevillano de 31 años, Juan Luis Pérez Floristán, Juan Floristán, ganador de los Concursos Internacionales "Paloma O'Shea" de Santander 2015 y "Rubinstein" 2021 de Tel Aviv, Artista oficial Yamaha y Profesor en la Fundación Barenboim de Sevilla, adelantase dos días su presencia en Valladolid (donde actuará este jueves y viernes próximos con la OSCyL), y aceptase "salvar" ese segundo Concierto, ofreciendo un repertorio que resultó impecable y hecho de memoria, a pesar de la inmediatez de llegar y tocar.

Naturalmente, la elección de piezas fue asumida por el pianista, conformando un repertorio que aunó propio conocimiento suyo y del público, que a pesar de la fecha fin de puente, se acercó mucho a los tres cuartos de Sala y que, tocado así, hizo las delicias de los asistentes. Comenzó con Danzas argentinas, Op. 2 (1937) de Ginastera, obra temprana del autor, 21 años, con su maestro Copland en mente, donde aúna la tradición folklórica de su País natal con las nuevas técnicas del pianismo moderno.  Floristán las tradujo con total dominio de los  ritmos que complican la interpretación, que conoce sobradamente al haberlas grabado. La del Viejo boyero, bitonal, donde la mano  izquierda sólo toca negras y la derecha blancas, cada una en su tono, con un acorde final utilizado para afinar la guitarra criolla que suena en el original.

Apreciamos ya la gran virtud que acompaña a este pianista: obtener del piano un sonido brillantísimo y bello, con esmalte, que le permite jugar con los colores de la música que interpreta y plantear grandes dinámicas  que hacen expresivas sus versiones. La más calmada Danza de la moza donosa, en 6/8, se remata con acorde atonal tras haber cantado las dos melodías sentimentales que relatan la extensión y soledad de la Pampa argentina. La última del gaucho matrero (proscrito) es un malambo, frenética danza zapateada masculina que exige un mecanismo preciso, que Floristán posee, y una energía controlada en la capacidad percutiva en el ostinato de 12 notas, sobre el que viaja salvaje el rondó modificado con dos secciones cromáticas y dos tonales, una muy alegre y otra de ritmo rapidísimo, hasta el gran glissando final que despide la arrebatada coda. El público se sintió también ganado por el ímpetu y calidad del pianista, prorrumpiendo en encendidas ovaciones.

Beethoven mantuvo su presencia en programa, pero con la Sonata nº 23, en Fa m., Op. 57 "Apasionada" (1804-06), dedicada a su amigo y cellista Conde F. Brusvik, del período intermedio de producción musical, que disfrutó de su aprecio y parece que aceptando el adjetivo propuesto por el editor. (La inicialmente prevista era la nº 30). Floristán tocó según los últimos criterios de energía y robustez en el autor, que propuso el Fa más grave que proporcionaba el piano de entonces, con un tema principal en su Allegro inicial oscuro y enigmático, de complicada rítmica para el intérprete, con súbitos cambios en ritmo y tonalidad que avanzan en intensidad hasta el brillante final; nuestro intérprete añadió también claridad de ideas y sonido, aprovechando el magnífico acústico de la Sala; todo reafirmado en el canto solemne e íntimo del tema y tres variaciones que conforman el Andante con moto, que "attaca" el Allegro del tercer movimiento, con tránsito de ppp a fff que supone la voluntad del hombre en lucha contra el Destino, de la que saldrá victorioso, aún dolorido, en la furiosa coda del Presto final. La tensión creciente que Floristán fue poniendo en juego, estalló en los oyentes, obligándole a salir tres veces a responder al premio.

La segunda parte se ocupó con Cuadros de una Exposición (1874), en la versión original para Piano de Mussorgski, como homenaje rendido a su íntimo amigo y artista (poeta, arquitecto, pintor...) V. Hartmann en la Exposición de su obra pictórica tras su temprano fallecimiento. Describe en música las emociones que le produjeron 10 dibujos y pinturas de la misma, con el hilo conductor de un Paseo figurado que abre la obra, repetido con diferentes armonizaciones otras 4 veces como interludio de esas 10 sensaciones; unas, visiones fantásticas y otras más realistas, que piden del intérprete todas las virtudes pianísticas que Floristán acumula, manejadas con total acierto, haciendo "redondo" su quehacer musical.

Su pedalización fue limpia, efectiva y cuidada; torpes pasos y aullidos en Gnomos, misterioso y amoroso El viejo Castillo y su trovador rondador; lento y pesado en su venir e ir de la carreta polaca y sus bueyes (Bydlo;  vivísimos los poyuelos en su cascarón del dibujo, como las patas de gallina sobre las que se sustenta la cabaña de la bruja con forma de reloj temeroso e intimidatorio; tétricas y saturadas las Catacumbas de París; vivas también las ruidosas mujeres de El mercado de Limoges y solemne y grandiosa Gran Puerta de Kiev, antiguo diseño ruso para honrar al Zar Alejandro II, con las gozosas campanas de la ciudad sonando en su gloria. La versión fue tan perfecta, que el público respondió encendido y Juan Floristán hubo de saludar repetidamente y añadir, recordando al Schubert que habría sonado en el fallido Concierto previsto, una interpretación limpia, jugosa, sin amaneramiento ninguno del Op. 94/3, Momento musical, que terminó de encandilar al auditorio. Preciosa velada y ¡gracias al pianista! por su arrojo y calidad.

José M. Morate Moyano

 

Juan Floristán, piano

Obras de A. Ginastera, L. v Beethoven y M. Mussorgski

Sala de cámara del CCMD de Valladolid

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