Un Mozart en triple entrega: Le Nozze di Figaro (Las Bodas de Fígaro), en su obertura, en principio la relación interna entre la obertura de Fígaro y lo que viene a continuación no es ciertamente de tal naturaleza que la obertura anticipe musicalmente los momentos principales de la acción o que se una a la primera escena. La obertura de Fígaro no solo ofrece una pieza de música autónoma, sino que a diferencia de las oberturas de Idomeneo y de Don Giovanni, concluye decididamente el hecho de revelarse como obra de aspiraciones supremas y de fisonomía inconfundible y aviva la esperanza de que a continuación sucederá algo extraordinario e inaudito. Lo importante se trasciende a sí mismo.
Caso similar por la breve Sinfonía en Sol M.K. 318, quizás otra posible obertura- el singspiel Zaide- o cualquier proyecto escénico que la transforma en un a modo de obertura con una entrada solemne para ceder a una forma concisa y con efectistas cresdendi y gratos timbres claros expuestos por el grupo orquestal, y con el relevante papel protagonizado por cuatro trompas. Obra pues, que bascula entre géneros que podrán despistar y que para mayor sencillez, se convertirá en Sinfonía-Obertura. Joana Carneiro, la directora, resultó una fogosa reencarnación viva de una furia sobre el podio con una desenvoltura entregada a la que las manos, no parecían caberle en el cuerpo. Puro entusiasmo para un programa ajustado a sus querencias.
Páginas instrumentales de Idomeneo, Rey de Creta K. 366: Una Chaconne, un Pasacaille y un pas seul. Condicionado por la ópera seria en sus reglas tradicionales, aportará el compositor algunas importantes innovaciones que ayudarán a renovar el género y también en las aspectos dramatúrgicos, transformando los recitativos acompañados en verdadero diálogo vocal-instrumental, enriqueciendo el plantel orquestal sobre la base de una larga experiencia procedente de la escuela de Mannheim, de tal forma y manera que a menudo los elementos más importantes quedan confiados a la orquesta, dejando a los instrumentos de viento una importancia extraordinaria. Mozart logró con este planteamiento, revestir a un texto insignificante de una música inagotable en cuanto a invención y expresión luminosa, rica y exuberante. Para especialistas agudos, supo madurar la idea según el modelo francés.
Abundarán los homenajes laudatorios como el de Saint- Foix, quien comentará que es una partitura única, la más enciclopédica, en lo que suponía el ámbito de la música de su época. Otro entusiasta admirador de esta ópera seria, Paumgarner, resaltará la propia obertura, en un solo movimiento, como una página grandiosa y patética, de corte muy personal y ceñido.
P.I. Tchaikovski con la Suite nº 4, en Sol M. Op. 64 (Mozartiana), muy a tono con el programa y un apartado destacado del autor que para la posteridad dejó cuatro obras dentro de la forma de la suite, en la que buscaba argumentos originales. Cada una de las suites, dejará resultados claramente distintos, un ejemplo de su profunda veneración por el salzburgués, perfilando los primeros esbozos en su retiro en Borjom, en el Cáucaso, para concluir el trabajo en Aix-la Chapelle. Coincidió curiosamente con el centenario del estreno de Las Bodas de Fígaro y supone un entusiasta homenaje en esa evocación del pasado: Giga K, 574, el Minuetto K. 355, partiendo del teclado; Preghiera (Ave Verum K. 618, para coro), procedente de la transcripción para piano de Liszt y Tema y variación K. 455, que nos traslada a Gluck Was der drummer Pöbel meint, de la ópera Los peregrinos de la Meca. Un ejercicio que pretende la mayor fidelidad en lo musical.
El Piazzolla de los años con sus formaciones camerísticas, en concreto con los quintetos que dejaron óptimos resultados, esta vez, con la universal Oblivion, una de sus perlas engrandecidas por el tratamiento como canción, gracias a su colega Horacio Ferrer, autor del libreto de su operita María de Buenos Aires. John Adams en un encaprichamiento de su pieza La Mufa, que orquestará en el año 1995 y que tendrá su estreno con Gidon Kremer, y la Deutsches Kammer Philharmonie Breme, al servicio del lucimiento del concertino James Dalhgreen, y con la colaboración de la pianista Haruna Takebe.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Joana Carneiro
Obras de Mozart, P.I. Tchaikovsky y A. Piazzolla
Auditorio de Galicia, Santiago
Auditorio de El Ferrol