Jonathan Cohen formado en el Clare College de Cambridge, dio vida al grupo Arcangel, con el que realizó una importante carrera destacando obras de G.F.Händel, Porpora, C.W. Gluck o Mozart. Colaboró con el grupo Les Violons du Roy, o Les Arts Florissants y en certámenes como el Festival de Budapest, con obras de A. Scarlatti, Vivaldi y Händel, la Haydn Society, la Philharmonia Baroque y el Festival de Glyndebourne, para una Alcina, de Händel. Durante la temporada 2018/9, fue asistente de Les Arts Florisants y recientemente dirigió El Mesías de Händel y La Pasión según San Mateo, de J.S.Bach. Une a sus cualidades, además de la propia dirección, el hecho de ser un excelente chelista y un teclista de gran nivel. Un bagaje que se confirma con una carrera de fundamentales grabaciones, en las que destacan los repertorios barrocos.
Programa para esta vez, que nos llevaba a años de abundancias barrocas, con certámenes como el Festival Via Stellae, que ya en su primera edición tuvo participaciones como Europa Galante, de Fabio Biondi o el Concerto Italiano, de Rinaldo Alessandrini
Antonio Vivaldi para entrar, con el Concierto para cuerdas en Sol m. RV 156, estilo de obras sin solista, primordial dentro de su repertorio y un claro avance que resulta un precedente del clasicismo. Característica de los concerti ripieni, en su concepción neta y unitaria. Marc Pincherle acuñara el término de conciertos sinfónicos como definición estructural de un tipo de obras, en las que el autor adopta en conciertos y sinfonías sin solista una serie de soluciones de las que obtiene resultados extraordinarios en especial en la escritura contrapuntística.
Podrá destacarse que en el Concerto ripieno la forma ritornello- genuino sello de identidad-, se muestra la idea menos común determinada por la ausencia de los pasajes solísticos. Liberados de esas dependencias, ahora más repartidas en cuanto a su escritura, luce de forma meridiana y diáfana la capacidad creativa en la que se obtienen resultados extraordinarios, especialmente en el ejercicio de la importancia escritura contrapuntística. Por condicionantes apenas tratados, esta riqueza propuesta por Il Prete Rosso, nos encontramos ante una serie de importantes obras que no tuvo a bien el publicar con número de opus y que habría de esperarse al siglo XX, para el necesario redescubrimiento en limitadas divulgaciones, mucho menor que la de sus conciertos con solista.
La serie de conciertos y sinfonías para orquesta de cuerda (a cuatro partes sin solistas) al margen de su cronología se repartirá en tres tipologías estilísticas claramente diferenciadas, comenzando por el grupo de obras en las que se integraba este concierto, en el que también destacó como concertino de confianza Jorge Jiménez.
Dos piezas intercaladas de Johann Sebastian Bach, correspondientes a El arte de la fuga BWV 1080, concretamente el “Contrapunctus I y el Contrapunctus VII, composición en lo formal fuera de época y cuya apreciación se recuperará en generaciones posteriores en este trabajo asimilado a pretensiones teóricas y no para labores concertísticas. Los problemas con respecto a esta enciclopedia de la fuga, surgirán por el hecho de ser un trabajo inconcluso quedando como garante las planchas impresas en vida del autor llegando a ser el título en su compendio un conjunto dudoso. El arte de la fuga, consigue ahondar la importancia de sus exploraciones realizadas con La ofrenda musical.
La renovada serie de variaciones contrapuntísticas- llamadas contrapunctus- y que se consolida en una unidad más cerrada y concentrada, quedando la serie de las fugas realizadas en la misma tonalidad. Esa equívoca idea de esta composición como trabajo teórico. Apenas un apunte de transición en este concierto.
G.F. Händel con el conocido Concerto grosso en La m. nº 4, Op. 6, para dos violines, chelo, cuerdas y continuo, en la cumbre de sus trabajos orquestales, mostrando una ostensible variedad formal, con inspiración en las tradiciones polifónicas y una perceptible solemnidad en los tiempos lentos. El Concierto nº 4, en La m, desde el Larghetto affetuoso fue un perceptible distanciamiento de los valores largos, destacando su valor expresivo. Una fuga enérgica y manifiestamente expresiva y realzada por su desarrollo, nos llevaba a tildarla como Allegro. El Largo e piano, breve en su continuidad nos dejó ante el Allegro final, enérgico y plenamente desarrollado.
Pietro Antonio Locatetti (1695/1764) con el Concerto grosso en Mi b M. del Op. 7, en concreto el número 6, conocido como Il Pianto D´ Arianna, virtuoso violinista asentado en Amsterdam desde 1729, y con formación el Bérgamo y Roma con estudió con A.Corelli, y con Giuseppe Valentini. Fue miembro activo del Palazzo del Cardenal Ottoboni, protector de artistas, antes de trasladarse a sus ciudad adoptiva, en donde dará a conocer sus primeros trabajos recopilatorios tomados de su maestro Corelli.
A partir de 1725, será nombrado virtuoso da cámara en la corte de Mantua, poco antes de su beneficioso traslado al Norte de Europa, probando en la corte de Baviera con regular fortuna y posteriormente en Berlín y a Kassel, en donde compartió experiencias con el francés Jean-Marie Leclair. Fue admirado por la calidad de su sonido en el violín, por su pujanza y dominio. Obra en la que destacó, la gracia de las pausas como idea conductora para articular su expresión de cada tiempo.
Francesco Geminiani (1687/1762), tuvo el Concerto grosso en Re m. H.143 (La folía) H. 143, a través de la universalizada danza de origen ibérico, idónea para este entretenido concierto, otro gran virtuoso asentado en Inglaterra y autor de un tratado de referencia, The Art of Playing on the violin (1751), también alumno de Corelli, logrará crear escuela con músicos como Matthew Dubourg, M.C. Festing, Charles Avison. Robert Bremner o J. Kelway, entre los que no faltaban miembros destacados de la aristocracia, como el conde de Essex.
Su llegada a Londres, coincidió con un concierto ofrecido para George I, con Händel como acompañante, editando entonces sus primeras sonatas que reeditará dos décadas después, en versión corregida y ornamentada, mientras la serie de sus arreglos de concerti grossi para violín, del Op. 5 de Corelli, serían otras aventuras de importancia. De su catálogo para violín en cuatro movimientos, se hará apreciar por la osadía provocadora y exigente en posibilidades interpretativas, lo que supondría para los músicos de su tiempo, de unas exigencias de ejecución arriesgada, en especial en los conciertos en público. Serán sus tratados musicales, los que consigan dejar impronta histórica.
El clasicismo para completar jornada, bajo el buen criterio de Jonathan Cohen, con la Sinfonía nº 25 en Do M. (Le Matin), de F.J.Haydn, de las Sinfonías Eisendstadt o Esterhazy I (1761/65), obras en las que recupera procedimientos barrocos tomados del concertó grosso y del concierto con solista, quizás por una atención al príncipe-protector Paul Anton, poseedor de una envidiable biblioteca musical, en la que sobresalían auténticos documentos de época.
De esta serie de piezas, la Sinfonía Hob I. 6, el Re M. (Le Matin) con un Adagio- Allegro de gran clara instrumentación y dinamismo instrumenta, resultó pletórico gracias a los violines que se manifestaron del pianissimo al forte de toda la orquesta, evocando con ello la salida del Sol, tratamiento al que recurrirá en obras posteriores como los oratorios La Creación y Las Estaciones, manejando recursos espectaculares para entregarse a un Allegro, auspiciado con un tema de la flauta que sugería el final de la Sinfonía Pastoral de Beethoven. Un tiempo más apacible, está dedicado a las cuerdas a solo para seguir en un Menuet de curiosa elegancia, con perfiles de influencia francesa antes de llegar al Finale allegro, en el que el protagonismo de un violín solista, descargó toda su elocuencia, preparando la entrada de las trompas.
Ramón García Balado
Jonathan Cohen, dirección y clave. Real Filharmonía de Galicia
Obras de A. Vivaldi, J.S. Bach, G.F. Händel, P. Locatelli, F. Geminiani y F.J. Haydn
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Teatro Afundación, Vigo