El Concierto nº 2, en Si b M. Op. 83, de J.Brahms, es obra densa y extremadamente difícil de dominar técnicamente, a causa de los masivos acordes, sus amplios intervalos, sus pasajes de octavas, terceras y sextas y sus complicados ritmos. El calificativo de sinfonía con piano obligado, fue otro de los estigmas sobrevenidos por sus determinantes. Aún mayores son las exigencias que plantean a la inteligencia y a la comprensión del pianista, pues no solo debe triunfar imponiéndose al conjunto orquestal, sino que, además, ha de participar con los restantes instrumentos, como uno más de ellos, o contentarse a veces con el papel de acompañante. El carácter de esta composición muestra una cierta libertad de un tipo poco frecuente en las obras de Brahms. La violenta y trágica atmósfera del Primer concierto de piano, se ha desvanecido; la composición, en cambio, está llena de un equilibrio maravilloso que casi podríamos calificar de serenidad helénica.
Cada uno de los movimientos no es tan breve como suele ocurrir frecuentemente en las obras de los años de madurez de Brahms, y se apartan estructuralmente de las frecuentes normas clásicas. Es el solista quien evite la subordinación presumible a los poderosos tempi orquestales, convirtiéndose de facto en el obligado protagonista en cada tiempo, y una evidencia ratificada por Perianes desde el Allegro ma no troppo, con la visualización de una versátil cadenza hasta ese Allegro grazioso que bascula en las lindes de un zingarismo tomado en préstamo. Para reafirmación personal, el Andante- Più-adagio, en apacible diálogo con el chelo y el aire de nocturno expresado por el oboe.
Antonio Méndez, el director que ostenta el cuño de la escuela de Lutz Köhler y Nicolas Pasquet, abordó La Sinfonía nº2, en Do M. Op. 61, de R.Schumann, composición verdaderamente testimonial, además de cuadro clínico del estado permanentemente inestable. Ya el Primer movimiento, parece un vivo retrato del artista en tales circunstancias, con el fantasma angustioso de visiones alucinatorias. Trompas, trompetas y trombones, abren la marcha aunque no como un anuncio sin más, sino como una idea de lo que se desarrollare de inmediato. A cambio de una sección lenta propiamente dicha, nos encontramos con un scherzo, integrado por dos tríos claramente contrastados. El tercer movimiento, es lento, resultando esencialmente una especie de romanza sinfónica, sobre un tema en menor, que modulará a mayor, en vía hacia el melancólico modo de entrada. El Final, resume una gran coda, que se antoja relacionado con su apreciada Clara.
El Schumann que en el espacio sinfónico, no deja de traslucir los temores que asediaron una vida convulsa y atormentada. Antonio Méndez, desde la absoluta convicción del compositor al que por necesidad visceral defendía con profundo conocimiento de causa, marcó por precisión obsesiva las exigencias al pie de la letra y en particular en dos de los movimientos por las recargados detalles agógicos, el Sostenuto assai- Un poco vivace-Allegro ma non troppo y con parecida urgencia, en el Allegro molto vivace, que subraya un final hímnico de firmeza acuciante.
Ramón García Balado
Javier Perianes. Orquesta Sinfónica de Galicia.
Obras de J. Brahms y R. Schumann.
Palacio de la Ópera, A Coruña. Auditorio de Ferrol.