Espectacular concierto de órgano, dinámica y lengüetería al viento -… schrei ich zu dir…-, el ofrecido por David Briggs en el gran órgano de la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid. Concierto que contara, como novedad en este ciclo del CNDM, con un brillante final de improvisaciones trenzadas sobre la base del corto genial -ya centenario- de Charles Chaplin: El inmigrante. Antes, un coral bachiano junto a un buen ramillete de transcripciones, escritas por el propio intérprete, de obras del repertorio sinfónico.
Arreglos como el que sirviera de introducción a esta matinée sabatina. Una introducción que no era sino… ¡un finale! -toda una declaración de intenciones que dejara clavado al asiento a más de uno-. Justamente el de la Tercera sinfonía “con órgano” de Saint-Saëns. Un finale que, ya en su versión original, ofrece una brillante factura que se siente tanto en el seno de la orquesta, sobre el órgano, como fuera de ella. No en vano, la brillante factura de esta chef d’oeuvre de un compositor de la talla del francés, de esta guisa, con órgano solo, exige virtuosos pasajes de efecto y cambios de registro que traten de emular la orquesta romántica, sin perder cierta imprescindible personalidad organística.
Tras este despliegue, un preludio coral de Johann Sebastian Bach: Aus tiefer Not, schrei ich zu dir –salmo traducido a menudo aquí, expresivamente, como… Desde lo hondo a ti grito Señor…- coral alusivo al intenso despliegue sonoro general y a la triste vigencia del corto que serviría de coartada visual a la última improvisación. Tras este lapso en honor al titular del ciclo -“Bach-Vermut”-, el momento-scherzo de este programa. Una obra ágil, a cuenta de Maurice Ravel y su Mi madre la oca. Destreza e ingenio en el arreglo, de nuevo, y, solvencia y brillantez en su ejecución, en la misma línea de la obra que iniciara esta extrovertida y contundente matinée de sábado organístico en una sala sinfónica del Auditorio Nacional, repleta de público.
Y por fin, la guinda ya mencionada, todo un regalo amparado en aquel cine primitivo que nunca fue mudo… que nuca fue silencioso… no sólo por los temas descarnados que tratara, como este El inmigrante de Chaplin, que también -… schrei ich zu dir…- como, de facto, por la música improvisada que habitualmente los acompañaba en las salas. Todo un homenaje y recreación de aquel cine, aquí acompañado de la tímbrica versátil y poderosa sonoridad del órgano, ingredientes en estado puro y un entorno privilegiado. Improvisación que, con estos recursos en sus manos -y pies-, se ajustara como un guante a dicha hilarante, sentimental y crítica trama eterna.
Luis Mazorra Incera
David Briggs, órgano.
Obras de Bach, Briggs, Ravel y Saint-Saëns.
CNDM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.