Uno de los conciertos más esperados del XXXV Festival de Peralada era la puesta en escena de la ópera de Haendel Orlando por el andaluz Rafael Villalobos.
Peralada tiene una tradición asentada de repertorio operístico porque uno de los ejes centrales de su trayectoria es el ofrecer cada año una nueva puesta en escena, riesgo encomiable que ha aportado excelentes muestras como la Carmen, con permiso de Bizet, de Calixto Bieito.
Orlando, escrita ya en su madurez como autor, es una delicia musical de principio a fin, y el planteamiento de Rafael Villalobos, es interesante y muy concebido, pero tenemos que participar en el juego propuesto de superponer a su argumento, una nueva capa significativa extraída del Orlando de Virginia Woolf. En definitiva, se trata de dar más presencia a las relaciones amorosas del trío Dorinda-Angelica-Medoro como trasunto del trío de la novela Virginia-Violet- Vita, quedando el personaje de Orlando como el cruce de caminos por el que transcurre ese trío amoroso, o quizá una imaginación de estos tres protagonistas, o incluso, sugiere el propio Villalobos, un desdoblamiento de Medoro como la propia Virginia Woolf era bipolar. De igual manera, el personaje de Zoroastro quedaría como un ser más allá de esta realidad, quizá como el creador de toda esta narración, y de ahí que no haga acto de presencia escénica hasta el acto tercero.
El escenario, elegante y sobrio, contiene un espejo triangular, correlato del triángulo amoroso, que refleja toda esta ensoñación creando la ilusión de que todo pudiera estar desarrollándose en un plano onírico, al que se añade una única mesa y un par de trampillas como todo cambio de escenas.
Lo cierto es que la ópera, ofrecida sin interrupción con una duración de 2h 30, se fue en un suspiro, prueba de que había fluidez; pero, tenemos un par de reparos que ofrecer. El primero es que dudamos de que el público asistente haya podido captar esta nueva capa semántica ofrecida por Villalobos; y el segundo, que hubo demasiada poda musical. A saber: en el primer Acto la escena VIII con el aria de Dorinda, y parte del recitativo de la Escena IX, la escena XI solo el recitativo; más adelante también quitan el aria de Dorinda “Se mi rivolgo al prato”, y el aria de Zoroastro del acto 2 “Tra caligini profondi”; algunas arias, como la de Medoro “Verdi allori”, y la siguiente de Angelica del acto 2 se interpretan sin el da capo usual. En total suma quizá más de treinta minutos.
De alto nivel se puede calificar el nivel interpretativo y vocal de elenco. Xavier Sabata domina la escena con una naturalidad pasmosa, es un gran actor, y con su voz de color mate no tiene dificultad en superar las dificultades tanto de las coloraturas como del canto legato, si bien es cierto que, mientras que en “Cielo, se tu consenti” los ornamentos del dacapo era idiomáticos, en la famosa “Fammi combattere” fueron más atolondrados.
Además, aportó alguno de los momentos mágicos de la noche, no solo por su escena de la locura con ese famoso compás de 5/8 como prueba irrefutable del desequilibrio del personaje que incrustó Haendel, sino también por el aria con violette marine obligada y acompañamiento del resto de la cuerda en pizzicati “Già l’ebro mio ciglio”.
Marie Lys ofreció una Dorinda muy bien fraseada, con una voz de fuste, al igual que la Angelica de Sabina Puértolas, a la que hemos encontrado en gran estado de voz, que cantó un “Se fedel vuoi ch’io ti creda” en el primer acto lleno de emoción que hizo subir el nivel de la representación. Eve-Maud Hubeaux como Medoro tiene un auténtico color de mezzo, algo cada vez más difícil de encontrar en este repertorio, y una expresividad notoria. José Antonio López está en un estado de madurez interpretativo y vocal excelente, y su Zoroastro es sólido y bello.
Todos ellos estuvieron muy bien apoyados por Vespres d’Arnadí con su director Dani Espasa desde el clave, demostrando la calidad de las formaciones musicales españolas que nada tienen que envidiar ya a las extranjeras. El uso de una sabia microfonía, realizada por Roc Mateu, fue un elemento esencial en el éxito de la representación, amplificación sonora obligada en un espacio como el escenario del Festival de Peralada.
Es preciso que esta producción tenga más oportunidades de verse, pues conseguiría asentarse y desarrollarse, y tiene méritos suficientes para ser disfrutada y debatida.
Jerónimo Marín
Xavier Sabata, Orlando. Marie Lys, Dorinda. Sabina Puértolas, Angelica. José Antonio López, Zoroastro. Eve-Maud Hubeaux, Medoro. Vespres d’Arnadí.
Dani Espasa, director.
Rafael R. Villalobos, director de escena.
Orlando HWV 31 de G. F. Haendel.
Auditori Parc del Castell, Festival de Peralada. 30-07-21
Foto © Miquel González