El pasado 13 de abril concluyó la XXIX edición del Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid con un concierto de la Orquesta de Cámara de España centrado en el centenario del nacimiento de Primo Levi, escritor italiano de origen judío-sefardí, superviviente del holocausto nazi.
Fue un festival de inabarcables y exuberantes conciertos: durante casi cuarenta días -qué guiño tan sutil a la Cuaresma- el entusiasta, masivo y respetuoso público que ha llenado cada uno de los eventos ha podido acercarse y disfrutar de las 60 diversas y fascinantes experiencias espirituales programadas. Creo que nadie habrá podido asistir físicamente al ciclo completo. Hubiera requerido de tanta entrega y de un ejercicio espiritual tan enorme, que resulta impensable de acometer en la frenética sociedad madrileña actual. Felizmente pude asistir a seis de los conciertos programados, sobre uno de los cuales, el de inauguración, ya pude plasmar mi impresión en estas mismas páginas:
https://www.ritmo.es/auditorio/critica-estruendosa-inauguracion-del-fias-2019
OFFICIUM ENSEMBLE
El sábado 9 de marzo en la Iglesia de San Millán y San Cayetano se presentó por primera vez en España OFFICIUM ENSEMBLE, grupo vocal portugués de jovencísimos y entusiastas intérpretes, comandados por su fundador Pedro Teixeira, bien conocido por la audiencia madrileña, ya que fue durante seis años director titular del Coro de la Comunidad de Madrid. Bajo el título El esplendor de la polifonía portuguesa realizaron un recorrido por los más destacados compositores durante la etapa más fastuosa de la polifonía en el país luso, desde mediados del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVII. La juventud del grupo no fue sinónimo de candidez, e impartieron una lección magistral de cómo debe interpretarse esta sublime música a la audiencia que abarrotaba la iglesia. Una de las virtudes más sobresalientes del ensemble, de 16 integrantes, recae en su dominio absoluto de la afinación, rigurosamente a capela, y del equilibrio sonoro entre las distintas voces, algo realmente complejo de lograr en las numerosas obras a doble coro, a ocho voces, que integraron el programa. Así, la Misa Cantate Domino a 8 voces en dos coros de Duarte Lobo, poseedora de un lenguaje muy próximo ya al Barroco tanto tonal como compositivamente, fue el eje central de la velada. El conjunto portugués mostró un diálogo muy fluido entre los dos coros, muchas veces con una articulación corta, suelta que favorece su comprensión, sobremanera en una acústica de generosa reverberación.
Las cadencias finales con esos largos acordes finales fueron de tan soberbia ejecución, equilibrio, afinación y belleza sonora, que dejaron estupefacto al público, que muchas veces dudaba en aplaudir, puesto que rompían totalmente los sobrecogedores clímax tan trascendentes que nos fue regalando Officium Ensemble. Destacó en todo momento la exquisita sonoridad de las sopranos del primer coro, Ariana Russo e Inês Lopes. Escuchamos además otras formidables obras de autores como Pedro de Cristo, Manuel Cardoso, Diogo Dias Melgaz o del vallecano emigrado a Portugal Estêvão Lopes-Morago. Pedro Teixeira mostró un soberbio gesto, preciso, siempre atento a todas y cada una de las voces, a la vez que dotó a todo el programa de una superlativa expresividad, sin escatimar en grandes contrastes dinámicos tan necesarios en una moderna comprensión de esta música. En sus hábiles y sabias manos logró dotar de su sentido justo a la música, definiendo una forma precisa a cada motivo y a cada frase, en donde todos y cada una de las voces obedecieron su gesto, denotando el gran trabajo realizado previo al concierto. La acústica de la Iglesia de San Millán y San Cayetano fue la perfecta cómplice de esta música, dotándola de la reverberación necesaria, pero sin emborronar la sonoridad y claridad de las líneas.
LA PÍCARA
Fue también el debut en España del joven grupo holandés LA PÍCARA, fundado en 2017 por dos españoles, la soprano Lucía Caihuela y el violonchelista Maximiliano Segura Sánchez. Pudimos disfrutar el 18 de marzo en la Capilla del Palacio Real de Madrid de un programa interesantísimo, elaborado por la Asociación Ars Hispana, conformada por los infatigables musicólogos Raúl Angulo y Toni Pons, repleto de recuperaciones históricas de nuestro valioso patrimonio de la segunda mitad del siglo XVII. Así, la obra que abrió el programa, Incipit oratio Jeremiar prophetae, anónima, conservada en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), es de una factura tan bella, de estilo afrancesado, que bien merece incorporarse al repertorio habitual de cualquier grupo de cámara actual, con una textura preciosa, en la que destacaron los dúos del violoncello con la viola da gamba.
De la escasa música instrumental de este período pudimos disfrutar de una bonita composición de José de Torres, con una sonoridad muy compleja y elaborada que debe interpretarse con más madurez. Pero la obra de la que nos enamoramos fue la Lamentación con violines para Viernes Santo de Sebastián Durón Aleph. Quomodo obscuratum est. Durón debe ser programado e interpretado mucho más por nuestros abundantes grupos de música antigua, ya que la fastuosa calidad de su música, aún tristemente desconocida, debe aflorar y difundirse. Fue la obra más trabajada y madurada por todo el grupo, tanto por los instrumentos, que comprendieron la belleza de sus ritornellos y que supieron acompañar y dar muy buenas respuestas musicales a la solista, como de la soprano Lucía Cahihuela, que mostró su bello timbre, así como una gran musicalidad y comprensión del fraseo que esta música necesita.
JOEL FREDERIKSEN
Al día siguiente, 19 de marzo, cambiamos radicalmente de escenario. Nos trasladamos a la Sala Cuarta pared, ese teatro alternativo tan necesario para la efervescente escena madrileña, para disfrutar de esa apuesta tan arriesgada como interesante que Pepe Mompeán ha sabido imprimir a este magnífico festival: abandonar ese concepto con olor a naftalina de lo sacro, buscando la espiritualidad en toda su dimensión, dejando atrás prejuicios e ideologías. En esta sala de sorprendentemente buena acústica, similar a la de una sala de cámara de auditorio, se presentó el bajo y laudista americano residente en Alemania JOEL FREDERIKSEN junto a su ENSEMBLE PHOENIX MUNICH, con el sugerente programa Requiem for a Pink Moon. An Elizabeth Tribute to Nick Drake. El programa, tal y como explica el propio Frederiksen, surge de la fascinación que el propio Frederiksen siente por la figura del malogrado cantautor birmano-inglés Nick Drake, y de cómo su música puede encajar y compararse con compositores ingleses de comienzos del siglo XVII, como John Dowland o Thomas Campion, si son considerados estos también como cantautores de otra época. Así, Frederiksen combinó ambos estilos, además de fusionarlos en una sorprendente simbiosis. El leitmotiv del programa fue el canto llano del introito gregoriano de la misa de difuntos, el Requiem aeternam, que el Joel Frederiksen entonaba armonizándolo, unas veces él mismo con el laúd y otras veces con la participación de sus compañeros instrumentistas. Las melancólicas canciones de Nick Drake sonaban poderosas y rotundas en el extraordinario instrumento vocal que posee Joel Frederiksen, poseedor de esa profundidad en los graves muy raramente escuchada por su perfecta definición, pero que a la vez demuestra una gran facilidad en los demás registros, transmitiendo siempre una naturalidad que conecta directamente con el público y que le permite afrontar este repertorio con una fluidez máxima. Asimismo su dominio técnico y su forma de tocar del laúd nos hacen olvidar que se trate de un complejo instrumento antiguo, asemejándose más a una guitarra acústica pertrechada por algún cantautor.
Los arreglos, realizados por el mismo Frederiksen de las piezas de Dowland o de Campion sonaron de un modo muy orgánico, sin darnos la sensación de extraño pastiche. Los demás integrantes del grupo dieron buena cuenta de ser unos excelentes músicos. Domen Marinčič a la viola da gamba demostró una gran versatilidad tocando de manera tradicional el instrumento, como tañéndolo de un modo más folk, imprimiendo sutiles efectos o interpretando melodías de un modo que a veces nos pareciese escuchar una gaita. Axel Wolf a la tiorba y al laúd fue el cómplice perfecto de Frederiksen, complementándolo en los acompañamientos, además de ser un magnífico continuista. Timothy Leigh Evans, tenor y percusionista, supo implementar muy bien su voz tanto en registro más académico como en los pasajes populares, con una mezcla de voz natural e impostada. El público fue increíblemente respetuoso durante toda la velada; ni una tos, ni un comentario, ni un impertinente caramelito… Me pareció asistir a un concierto de otras latitudes.
L’APOTHÉOSE
Volviendo al estilo académico de la música antigua, el 25 de marzo, de nuevo en la Capilla del Palacio Real de Madrid, L’APOTHÉOSE, ese joven grupo que el año pasado nos asombró a todos por su prodigiosa madurez y virtuosismo, interpretó otro de los programas de encargo del propio FIAS, titulado Qué ansias, qué ternuras, y que rescata del olvido un buen ramillete de joyas de nuestro patrimonio conservado en las catedrales españolas durante la Ilustración. Las ediciones que hicieron posible el concierto fueron elaboradas nuevamente por Ars Hispana -cuánto debemos agradecerles su constante y magno trabajo-. L’Apothéose contó en este concierto con la participación de la soprano solista Lucía Caihuela, que volvió a mostrar sus bondades, como ya lo hiciera en el concierto de su propio grupo. Los jóvenes instrumentistas españoles hicieron gala de su pasmosa profesionalidad y sabiduría. En el Concierto para flauta en Sol Mayor, de autor anónimo, Laura Quesada nos volvió a dejar estupefactos con su forma de tocar el traverso. Quesada posee, además de un sonido exquisito, dulcísimo y equilibrado en todo su registro, una facilidad fastuosa para abordar cualquier pasaje, sin importar su dificultad, agilidad o extensión; pareciera que el instrumento sea una parte más de su propio cuerpo. Los dos violines, Víctor Martínez y Roldán Bernabé desempeñaron un brillante papel en todas sus intervenciones, en especial en el Trío en La Mayor de José Castel, realizando una labor muy trabajada de fraseo y conjunción; especialmente remarcable fue la afinación de las difíciles octavas en el Menuetto de esta obra. Asís Márquez es el verdadero motor del conjunto, realizando unos continuos que imprimen unas sonoridades muy variadas: en los allegro es rápido y virtuoso, en las danzas, jovial y elegante, y en los movimientos lentos, dulce y expresivo. Carla Sanfélix aportó la sólida base que este repertorio necesita, destacando su perfecta sincronización y diálogo en terceras con el violín segundo en el Despacio de la composición de Castel. Además escuchamos obras muy notables, de Manuel Ibeas, José María Reynoso o Francisco García Fajer, desconocidos compositores para cualquier melómano.
MUSICA BOSCARECCIA
El día 11 de abril, faltando ya muy poco para la clausura del festival, MUSICA BOSCARECCIA ofreció un concierto dedicado en exclusiva a la música de Johhan Sebastian Bach en la Iglesia de San Jerónimo El Real. Su espina dorsal fueron tres cantatas para soprano, para bajo y para soprano y bajo, con el título de Concerto en dialogo, en referencia al diálogo espiritual entre el alma (la soprano) y Cristo (el bajo). Musica Boscareccia se presentó con su formación habitual camerística de uno por parte -cuerda y bajo continuo- a los que sumaron un oboe, fundamental en estas obras. La exquisitez sonora de su primer violín y director, Andoni Mercero, tuvo en esta ocasión la feliz incursión de un oboísta que puede rivalizar con él en todos los aspectos, Josep Domènech. La pieza en la que el grupo instrumental desplegó todas sus armas fue en el Concierto para oboe d’amore en La mayor BWV 1055. Domènech brilló a un nivel de excelencia difícil de superar actualmente: su sonido de incomparable dulzura e igualdad se veía acompañado de un fiato cuasi infinito -sospecho que posee una técnica de respiración circular imperceptible- y de un fraseo exquisito. Los afortunados oyentes disfrutamos especialmente de un Larghetto de matrícula de honor.
Al espectacular solista no le fueron a la zaga sus otros compañeros instrumentistas, quienes guiados por un tempo impuesto muy vehementemente por Andoni Mercero, fueron su contrapunto perfecto. La única fatalidad de la tarde la imprimió el único factor que un músico no puede controlar: la pésima acústica de la iglesia de Los Jerónimos; Alexis Aguado y Kepa Artetxe, magníficos violín y viola, vieron muy desdibujada su presencia acústica al estar situados un paso por detrás de sus compañeros, o al menos eso es lo que se percibió desde mi asiento, a la vez que el registro grave del violonchelista Aldo Mata y del contrabajista Xisco Aguiló era amplificado desmesuradamente por la resonancia eclesiástica. Carlos García-Beranlt brilló especialmente en las obras en las que utilizó el órgano, brindando un bajo continuo muy solvente y preciso. Es una auténtica delicia escuchar a Alicia Amo, soprano y cofundadora de Musica Boscareccia, por su preciosa voz carnosa y ligera a la vez, por su facilidad técnica y por la fastuosa comprensión de todo texto que pronuncia. Tuvo mucho cuidado con la traicionera sonoridad de la iglesia para que se comprendiera su discurso musical, especialmente en los pasajes más ágiles, articulando de una manera muy corta las notas. Sergio Foresti, barítono italiano muy reconocido, mostró una gran potencia vocal, bello timbre y gran control del fiato, a la vez que pronunció ejemplarmente el alemán. En los pasajes a dúo de la Cantata BWV 32, los solistas vocales fueron muy respetuosos entre sí, elaborando un magnífico ejemplo de música de cámara entre cantantes y grupo instrumental en el Aria a dúo Nun verschwinden alle plagen. Se generó un curioso efecto acústico en la cantata BWV 158, en el número Welt, ade, ich bin dein müde: la soprano, al cantar el Coral desde el púlpito eclesial creó una sensación espectacular acústica, una especie de sonido 3D utilizado por algunos ingenieros de sonido para resaltar los distintos planos sonoros. Participaron en los corales polifónicos que cierran las cantatas la alto Elena Sánchez Elordi y el tenor Fran Braojos.
En definitiva, cinco espléndidos conciertos que son una pequeña muestra del formidable Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid. Deseamos que mantenga su actual impronta durante largos años.
Simón Andueza
Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid 2019.
Officium Ensemble, 9 de marzo, Iglesia de San Millán y San Cayetano. La Pícara, 18 de marzo, Capilla del Palacio Real de Madrid. Joel Frederiksen y Ensemble Phoenix Munich, 19 de marzo, Sala Cuarta Pared. L’Apothéose, 25 de marzo, Capilla del Palacio Real de Madrid. Musica Boscareccia, 11 de abril, Iglesia de San Jerónimo El Real.
(Fotomontaje realizado por Simón Andueza)