El 1º de los 3 conciertos extraordinarios que la OSCyL incluye en esta temporada 2019-20, se dedicó a recordar la memoria de quien fue su Director emérito Jesús López Cobos. Para ello contó como invitados con Andrés Salado, Director, y Michel Camilo, pianista, afrontando un programa netamente “americano”, para el que la orquesta colgó su frac y vistió de negro y el Auditorio al completo, acusó una bajada en la edad media de sus asistentes.
Como en las Bodas de Caná, los regalos que Camilo añadió, ya triunfador en el programa, fueron un auténtico espectáculo. Su 1ª improvisación versó sobre todos los ritmos latinos que alumbra ese continente, preñados entre sí e influidos y vestidos por todo lo del Norte y también por “lo clásico”. Su pianismo deslumbra por el sonido, el ritmo, el uso del pedal y una pulsación infalible, que le permite amplias dinámicas y tempi desenfrenados, que se apoderan del ambiente, lo enerva y absorbe hasta hacerlo estallar en salvas de aplausos. Pero obligado por estas ovaciones (ya incluso sin sus gafas), añadió una 2ª sobre lo que, a nuestro entender, mejor domina, siendo todo buenísimo, el jazz. Concatenando una serie de temas ya universales, con catarata de ornamentaciones que llegan a ocultar la melodía, sus enlaces iban pasando de uno a otro carácter con insultante facilidad y, a la vez, con pasión y expresividad absolutas. Ante esto, el público saltó de sus asientos y prorrumpió en vítores, siempre correspondidos por Camilo con simpatía y agradecimiento multirrepetidos.
¿Y qué hubo antes? Pues una OSCyL que abrió ambas partes. La 1ª con la Obertura de la opereta Candide y la 2ª, con las Danzas sinfónicas del musical West Side Story, ambas del genial Bernstein. Andrés Salado no acertó a expresar todo lo que contienen, que es mucho; afortunadamente, dada su formación especial como percusionista, tiene gran sentido del ritmo y consiguió cuadrarlo todo, salvo algunos deslices en la obertura, pero no profundizó nada y abusó de los altos volúmenes y de tempi excesivos, que el excelente momento de la orquesta asumió bien, con perfectas prestaciones de todos sus solistas. Visto lo que venía después, digamos en descargo que el tiempo de ensayo fue mayoritario para “lo de Camilo”.
El pianista, bien acogido, mostró su satisfacción por recordar a quien fue su amigo Jesús y tocar lo que también interpretó bajo su dirección, antes de atacar su Concierto para piano nº 1, en el que su protagonismo es absoluto a la par con su dificultad. Tres movimientos grandes que describen su biografía musical: sones caribeños, ritmos africanos y folk dominicano; melodismo romántico para su deseado sueño de emigar a New York; e inmersión ya en la veloz y energética vida neoyorkina que lo “americaniza” al completo. El aún joven Director, ganado por la arrolladora personalidad del laureado pianista se plegó por completo a su estilo, y acompañó con justeza a su exhibición de poderío y a su mano izquierda que sostiene con sus bajos toda la estructura; fagot, cello, flauta y violas estuvieron especialmente acertados, como musical Camilo en Andante y terrible Cadenza, contrastados con allegros trepidantes y la orgía orquestal final. Muy calurosa respuesta.
Hizo también la Rhapsody in blue de Gershwin que cerraba el concierto donde, tras la impactante entrada del clarinete, Camilo tomó las riendas e hizo su versión rauda y su extraordinario swing, que Salado toleró y la OSCyL siguió. Se dejaron muchos detalles pero se aportó vivacidad, logrando ovaciones en un entregado público. Debut señalado.
José Mª Morate Moyano
Michel Camino, Sinfónica de Castilla y León / Andrés Salado.
Obras: Bernstein, Camilo, Gershwin.
Sala sinfónica “Jesús López Cobos” del CCMD de Valladolid.